Hace 30 años (II de II)
Hace una semana dije que, bien a bien, no sabía de qué trataba la exposición intitulada 30 años en el mundo del arte. Una revisión de la Bienal FEMSA, inaugurada en las salas del Centro de las Artes del CONARTE en al Parque Fundidora, a principios de este mes, y es que si me atengo a lo enunciado por el título pareciera que se invita a ver—a conocer-- las piezas (esculturas, pinturas u otras) que por 30 años han ganado su concurso en cualquier posición (1ero, 2do. y/o 3err lugar) pero resulta que no están expuestas
de acuerdo a una cronología clara y explicita, es más, ni están todas.
En ese sentido uno se lleva la sensación de que los espacios del Centro de las Artes resultaron más grandes que la colección de 80 piezas de que está formada la exposición.
Con todo, me dio gusto volver a ver obras como la de Carolina Esparragoza, Sin título 4, se la serie Memorias, 2005,o la pintura que ganó la categoría Pintura en su segunda edición de Estrella Carmona, las esculturas de Gerardo Azcúnaga, la instalación del querido Aldolfo Patiño o la pintura de Yolanda Mora, de Boris Viskin, Generalli, o las instalaciones de Carlos Amorales o de Iñaqui Bonillas. Con todo. Que cada una de estas piezas representan una constelación de temas que están ahí rodeando al evento, no veo que se manifiesten en el sentido que anuncia la propia exposición, es decir como muestras de arte significativas (individual o colectivo) de la historia del arte en México durante sus últimos 30 años.
Luego de visitar la muestra en un par de ocasiones, me queda la idea de que el curador, siguiendo las indicaciones de los organizadores, puso demasiado énfasis en la evolución del evento, en dejar claro cómo es que han pasado por diferentes etapas y como lo dije la semana anterior, cómo cada una de ellas ha sido mejor que la anterior hasta llegar a la actual plataforma itinerante. Pero en lugar de hacer comparaciones, si vinieran al caso, entre una y otra bienal, entre los premios otorgados en cada una de ellas, aquí no se ha hecho esta tarea y solo se menciona –como no-- en qué consistió el cambio entre una y otra. Las conclusiones, qué se ve entre uno y otro evento –si es que hay algo que ver entre ellos--, que se pueden hacer a lo largo del recorrido o de cada una de sus partes, ha de hacerlas el propio espectador.
Pero el viajero que huye
Tarde o temprano detiene su andar
Y aunque el olvido que todo destruye
Haya matado mi vieja ilusión .
Guardo escondida una esperanza humilde
Que es toda la fortuna de mi corazón,
Nos sigue advirtiendo Gardel del insano deseo por oividar lo que un día fue brillante porvenir. Así la Bienal Monterey, a 30 años de haber nacido, parece conservar tan solo una capacidad mimética que le ha permitido saltar de año en año, de uno a otro modelo competitivo, el resultado está a la vista, es esta presuntuosa revisión.
Por mi arte contemplo a la Bienal, y no por esta exhibición, como un segmento de una historia que aun no se cuenta. Mucho más allá de si logró pasar de un modelo a otro, de si es para la comunidad o con ella, el evento ha de verse, en primer lugar, no como de FEMSA, no como de Monterrey, dada su composición (personal administrativo de todo el país, lo mismo que los espacios en
que se ha expuesto, quienes han sido sus jurados y especialmente, los participantes) la Bienal fue, es, un evento nacional y contra este telón de fondo ha de evaluarse, su historia no puede ser la del exitoso saltimbanqui, que ha logrado superar todos los obstáculos para alcanzar su permanencia.
Su historia, si en verdad quiere escribirse, debe partir de la convicción que la ubica como un segmento, un eslabón más, uno que ha durado 30 años y esperamos muchos más, en la historia del arte contemporáneo de México.
Publicado en Milenio Diario
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