El futura
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Marcha del Día Internacional de la Mujer, sábado 8 de narzo. Palacio municipal de Leo, Gto. Foto: Xochitl Alvarez |
Para este momento, no me cabe ninguna duda acerca de este nuevo –o no tan nuevo— orden de cosas, lo que sí me causa cierta sorpresa es que con todo y la gran mayoría que representan no se haya logrado revertir, en todos los terrenos, las conductas y acciones más tradicionales y anti-género que se hayan visto hoy en día. En mi entorno, no es raro escuchar a muchos echar de menos los tiempos pre ME TOO, no porque sean misóginos o favorables a la marginación de la mujer, sino simplemente porque creen o sienten que se ha roto un orden de cosas cuasi natural y hoy, en lugar de verse atendidos y obedecidos por las mujeres, se sienten ofendidos al ser cuestionados o confrontados, la exageración de las acusaciones, según estas posturas siempre estará de parte de las mujeres, pues siéndolo no pueden ver las cosas de otra manera que no sea la exagerada. ¿Cómo confundir a una cariñosa nalgada con un acto perverso?
Me parece que insistir en esta situación es ejemplo de la pervivencia de ciertos prejuicios, prejuicios que también se hacen presentes en cuestiones raciales, sociales, de edad, laborales, estéticas, etc. Prejuicios que, aun y cuando una parte de la sociedad han logrado erradicar su parte más violenta y salvaje, hallan en la cultura permisiva de nuestros tiempos (como la nuestra, democrática, inclusiva, liberal) espacios en los cuales refugiarse y desde ahí mantener su funesta influencia. Espacios que lo mismo pueden ser las escuelas, las iglesias, los clubes sociales, las familias, organizaciones privadas y públicas, partidos políticos.
Desde este punto de vista no es extraño ver cómo se sigue condenando a marchas y manifestaciones de mujeres por la violencia con que se expresan (como si fuera diferente a la de los hombres, a los que en más ocasiones se les perdonan estos actos), sin caer en cuenta de que ha sido la misma condición a la que se ven sometidas, la que las lleva a manifestarse de esta manera, a visibilizarse por medio de quemas y pintas, romper barreras y vidrios, gritar lemas e improperios anti masculinos y antiautoritarios.
Por desgracia, creo yo, que el origen de esta situación hay que situarlo a nivel de la mirada. Se trata de dos miradas que hasta el momento solo pueden manifestarse como opositoras. A la mirada patriarcal, hegemónica, se le opone cada vez más una mirada femenina que conoce realidades a las que nunca siquiera se ha acercado la masculina. No creo que haya ninguna mujer que desee conservar este statu quo por siempre, creo, o así me gustaría entenderlo, lo que se busca es, a partir de la crítica y combate a la represión e injusticias a las que se somete a las mujeres, formar, ir creando, una mirada complementaria, bipartita, propia de una sociedad que únicamente se entiende contemplando sus dos caras.
Mientras no aprendamos a convivir con las mujeres en igualdad de circunstancias en todos los ámbitos, no quisiera decir, como sí lo decía uno de los carteles de la marcha del sábado pasado, si mirara con ojos de mujer, sin duda gritaría de temor.
Publicado en Milenio Diario
Imagen: eluniversal.com.mx/estados
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