Hace 30 años (I de II)
No habría que dudar de la palabra de Carlos Gardel (coautor junto a Alfredo Le Pera) cuando en su famoso tango “Volver” (1934) afirma que 20 años no son nada para lograr olvidar un amor pasado, y si 20 no son nada --no son suficientes-- con mayor razón lo serán 30, exactamente los que cumple el proyecto o programa conocido como Bienal FEMSA. En otras palabras, los 30 años que han transcurrido del momento en que dio arranque la entonces llamada simplemente Bienal de Monterey a nuestros días no han sido suficientes para acabar de ubicarlo en la historia del arte mexicano contemporáneo, y, sin embargo, ahí están y seguimos sin saber qué hacer con su historia.
Los dos artículos que estoy dedicando a la exposición (el presente y el de la semana que entra) 30 años en el mundo del arte. Una revisión de la Bienal FEMSA, inaugurada en el Centro de las artes, del CONARTE, el pasado día 7 del presente mes, tienen por objetivo el presentar un punto de vista divergente al que se muestra en la exhibición. Como en tantas otras ocasiones he advertido, lo que se exhibe es producto de una serie de circunstancias, intereses, conocimientos, gustos, etc., de una persona (el curador) o un grupo de personas que actúa de acuerdo con tales patrones. Uno puede o no estar de acuerdo con lo seleccionado y estás en tu derecho de expresarlo, siempre y cuando no se pretenda superioridad, o más cierto por las razones que se quiera. Lo que sí se puede y debe cuestionar es el fondo, los cimientos o bases tóricas, históricas, técnicas, sobre las cuales se levanta la selección que se muestra.
Desde mi muy particular punto de vista, sigue y por lo visto seguirá haciendo falta una historia completa de este evento, ya que en su lagar tenemos una versión muy descafeinada de lo que han sido sus 30 años de vida. Simplemente, imaginemos la serie de contactos, presentaciones, ofrecimientos, transacciones y demás movimientos que en su momento se hicieron y se siguen haciendo con la finalidad de mantener con vida el evento. Analizar esa maraña de información nos permitiría conocer, acercarnos, al objeto final –la exposición—con más elementos de juicio, lejos de atribuir esos resultados a cualidades en lo expuesto, o sea, las obras y autores representados. En este mismo sentido habría que contemplar, hacer público, el papel que ha jugado en este proyecto la institución que lo promueve, desde haber permitido su lanzamiento y por qué, pasando por el cierre del Museo Monterrey (sede original de la Bienal), hasta llegar a los esfuerzos actuales.
Creo yo, que en esta exhibición (que no me queda muy claro sobre qué es) se hace demasiado énfasis en las transformaciones que ha sufrido el evento, Según esta versión, es como si hubiéramos asistido a su parto, primitivo, simple, elemental, para ir progresando, cobrando consciencia de su ser hasta llegar a su brillante actualidad, la de ser una plataforma curatorial itinerante. Se habla de que llegó un momento en que se tuvo que cambiar de esquema (el del concurso), porque la producción artística andaba ya por otros rumbos que no tenían mucho que ver con lo tradicional. Dos observaciones. Esa primera decisión, hoy a la luz de esos 30 años que han transcurrido, parece ser apresurada, pues ni ha dado lugar a nuevas manifestaciones y las que parecían ya agotadas han pervivido y bien, todos estos años. Y dos, ¿hay algún ejercicio que permita la comparación entre a ambos esquemas? Esta, evolución, ¿no parece más bien algo arbitraria y autoritaria, sin muchas ganas de hacer otros esfuerzos?
¿Cómo fue realmente la producción artística del país en ese momento? ¿Se leyeron correctamente las inquietudes que en ese entonces mostraban los productores o se siguió a estos creyendo en su futura promesa?
Para finalizar, siguiendo esta línea, ¿dónde está el balance o el resultado que muestre cuál fue el impacto, la influencia, de tanto jurado experto que participó con los organizadores? Incluso el de las mismas autoridades institucionales que en ese momento operaban la Bienal, hace ya 30 años, aunque 30 años, como se puede ver, no son nada.
Publicado en Milenio Diario
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