Gerardo Rodriguez Canales, GEROCA
Juan Rodigo Llaguno. GEROCA. 2008
Antier, este domingo por la tarde-noche, nos enteramos del fallecimiento de GEROCA (1956-2025), Gerardo Rodríguez Canales, en su natal Saltillo, a la edad de 69 años. Curiosamente, con su muerte, se pierde algo del mito en que se había convertido desde hace años, pero nos queda un poco más del hombre que decidió entregar su vida a la creación plástica, que fue con quien interactuamos, los que tuvimos la suerte de conocerlo.
La Pinacoteca de Nuevo León, el año pasado, tuvo el acierto de concederle el reconocimiento anual a la trayectoria y obra de un artista vivo, con lo que consolidó, de una vez y para siempre, al mítico Geroca, que no el pintor de carne y hueso. En una entrevista concedida a Elvira Lozano de Todd, directora de la Pinacoteca, le confiesa, entre otras cosas, su deseo por vivir hasta los 90 años para poder pintar lo que a últimas fechas venía descubriendo en sus lienzos, una especie de pintura NeoImpresionista ubicada en un elástico espacio euclidiano, aprendido, con toda seguridad, desde su restirador de estudiante de arquitectura en el Tecnológico de Monterrey, coloreado con los matices que él creía descubrir en los impresionistas, Degas, Monet, Renoir: la pintura a la que esperaba arribar en esta última etapa de su vida.
Este es, según lo entiendo, el momento en que empiezan a diferenciarse el pintor que fue, el que quiso ser y su propio mito. Muchos empezamos a saber de Geroca a través de los cartones diarios que aparecían en las páginas editoriales de El Norte. Dibujos a tinta, sobre aguadas en algunas ocasiones, en los que comentaba algún suceso de la vida económica, política, o social de Monterrey, principalmente, aunque no se le escapaba lo que sucedía en cualquier otro lugar, fuera suceso o acontecimiento de interés público.
Lo interesante de estos dibujos, además de estar ejecutados en un estilo marcadamente personal, totalmente ajeno a los convencionales cartones políticos, es que si se llegaban a recuperar de las prensas del periódico, se re-trabajaban y se convertían en material de exposición, de una sola exhibición que tenía al año y llevaba a cabo en el interior de alguna cantina, una similar a aquella que le había servido de inspiración para su diario cartón.
Más parecido a un monje que a un miembro de cualquier bohemia, Geroca difícilmente se dejaba ver y tratar más allá de lo que, creo, el mismo consideraba su ambiente natural, la cantina o antro, espacio que siguió frecuentando en la ciudad de Saltillo, adonde se cambió en cuanto su trabajo en el periódico empezó a declinar. Continuó, eso sí, con su exposición anual, ahora en la cantina El Cerdo de Babel, lugar al que anualmente, se trasladaban fielmente sus seguidores.
Borrachos, transexuales, prostitutas, raterillos, vedettes, meseros abusivos, jugadores empedernidos, burócratas perdiendo sus quincenas, policías que asaltan, perros, toros y gatos, muchos gatos a la luz de la luna, bajo torrenciales, aguaceros o en la luz del desierto son parte imprescindible del universo con que Geroca vio la cuidad en que creció, personajes que le enseñaron lo simple de la vida y su riqueza, que el arte si no es para desenmascarar la otra cara de la moneda, no es arte, que nunca es demasiado tarde para aprender….que él era y fue su mejor ejemplo. Descanse en paz.
Publicado en Milenio Diario
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