Conspiraciones


 Recuerdo que en su momento (al mediar los 60’s) supe de la historia que aquí trataré, aunque desde entonces no había vuelto a escuchar nada sobre ella, cuál había sido su destino, qué consecuencias llegó a forzar, en qué estado se encuentra actualmente. Una buena parte de los lectores recordará al grupo inglés The Beatles, la mayoría sabrá de quién hablo. 

 Este, que es el grupo de música Pop más famoso e influyente del siglo XX, tuvo una fructífera, pero breve vida de apenas una década (60’s-70’s) durante la cual jamás les faltó la atención masiva del público, ya fuera por sus éxitos o por los rumores y chismes que suelen acompañar a esta clase de organización. Es, precisamente, uno de estos hechos lo que me ha llamado de nuevo la atención. Lo que sigue lo entresaco de un documental (Mockumentary) del 2009 del director Joel Gilbert, que lo intituló Paul MacCarteny is Really Dead: The Last Testamente of George Harrison. En otras palabras, el film pretende ser el medio por medio del cual se denuncia la verdadera muerta del cantante inglés, y más interesante aún, los esfuerzos que, desde entonces, se han hecho por ocultar tan simple hecho. Todo esto narrado, según el documental, en un par de cintas de audio y algunas fotografías en las que, otro miembro de los Beatles, George Harrison, antes de morir, decidió confesar un secreto tantos años guardado.

 Resulta que allá por 1966 el cantante MacCartney sufrió un accidente en auto, para la prensa en general no pasó de ser un suceso desafortunado por sin consecuencias fatales, pero para otro muchos, los que gustan de las teorías conspiracionistas, el resultado del choque fue no solo la muerte de Paul, sino haber quedado degollado. A partir de entonces, se convirtió en leyenda urbana la muerte del Beatle al tiempo que aparecían, aquí y allá, signos crípticos que hablaban de su muerte y ocultamiento (portadas de discos, apariciones públicas, el trato entre ellos, fotografías, audios, etc., todo lo que sirviera –y sirva—para reforzar la teoría). Ahora viene lo mejor. La idea de sustituir a MacCartney, de suplantarlo con un eficiente y dócil doble, vino, nada más, ni nada menos, que de los servicios de inteligencia británica, M 15 y posteriormente de la CIA, todo para evitar una catástrofe mundial, especialmente entre la gente más joven –y más en las mujeres—que podrían caer en el delirio suicida o algo peor al saber de la muerte de su ídolo. Esperando lo peor, pues, se pusieron todos de acuerdo y el plan siguió su curso, pero al recochina buena consciencia de sus otros tres compañeros no ha hecho más que dificultar esta tarea. 

 Varios aspectos de este cuento me llaman la atención, pero sobre todo uno de ellos, el que me ha empujado a escribir sobre él. Me sorprende, primeramente, la persistencia del mito, después de más de medio siglo, y sin que hayan desaparecido las dudas que traía consigo la primera versión, ni se haya dado con nuevos datos que apoyen o no la hipótesis. Cuesta trabajo creer en una explicación sobre algo que nunca existió y que, sin embargo, sigue tan vigente como el primer día. Y, por otra parte, la tozudez con que nos aferramos a lo que creemos es lo real, no importa que tan absurdos sean los argumentos empleados, hay algo en nosotros que está dispuesto a creerlo, a aceptarlo como verdad. No sorprende, por tanto, que hayamos saltado tan pronto y tan fácil a la época de la posverdad, de los otros datos, de la manipulación interesada de los hechos. Me pregunto, si hemos sido capaces de creer que Paul murió y fue sustituido por intereses diversos, por un doble durante tantos años, ¿qué más no estaremos dispuestos a creer?

Publicado en Milenio Diario

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