Great Expectations (Primera de dos partes)

 

Aristeo Jiménez


Desgraciadamente, no se trata de la novela de Dickens, sino más bien del ambiente previo a la inauguración de la exposición Nuevo León: El futuro no está escrito, en el Museo Marco el pasado 21 de agosto. 

El concurrir a apreciar y considerar una muestra como esta, nunca está por demás recordar, uno, que no hay fórmula única ni perfecta para organizar y montar una exposición, todas se arman con objetivos y fines distintos, por lo que solo pueden juzgarse contra sí mismas. Y, dos, que cualquier acto de selección implica una discriminación, un dejar fuera o al margen, una no inclusión. Esta acción no lleva implícito ningún juicio, ya que quedarse sin participar puede deberse a algo tan simple como la falta de espacio, o la ignorancia de quien organiza. 

 Con cerca de 602 piezas producto de 11 fotógrafos individuales y un colectivo, la exposición, según se explicó, se fue tejiendo en torno a la obra de Aristeo Jiménez, de tal forma que se pudiera ofrecer una visión acerca de las controversias y complejidades de una ciudad como Monterrey. Una especie de radiografía selectiva sobre el crecimiento urbano de la ciudad, sus personajes, los marginales y los adaptados, sus contrastes socioeconómicos, las condiciones de trabajo, etc. 

 Aristeo Jiménez, egresado de la escuela de Artes Visuales de la UANL, lleva cerca de 40 años ejerciendo su carrera como fotógrafo en Monterrey. A pesar de tan dilatada trayectoria, ha conservado como temática principal los márgenes, muchas veces negados, de la sociedad regiomontana, compuestos por bares, cantinas y prostíbulos, la mayoría lumpen, en donde noche a noche se desenvuelven historias y se hacen presentes personajes a los la que la lente de Aristeo ha dado visibilidad e identidad. Lo mismo que ha hecho con otros habitantes de nuestra marginalidad urbana (generalmente de los colectivos LGBT+), esto es, nos ha vuelto conscientes de su existencia, de sus necesidades, sus ocupaciones, pero también de sus amores, solidaridad y esperanzas. 

 No me cabe ninguna duda de que estamos ante un muy buen fotógrafo, sus naturalezas muertas y paisajes, nos hablan de un ojo bien educado, una fina sensibilidad y un conocimiento preciso de su oficio e historia. Por tal motivo, no deja de sorprenderme, no se le haya dedicado una exposición homenaje a él solo y su trayectoria, material lo tiene, méritos de sobra. Ahora bien, en este momento, Aristeo, sigue siendo una referencia, pero ya no es el único –y quizás ya ni el mejor—representante de estos ambientes cada vez más atractivos para cierto tipo de fotógrafo que no tenía presencia en la ciudad hace 30 o 40 años, exactamente cuando Aristeo estaba en su mejor momento. 

 No quiero pensar que esta exposición, como reconocimiento a su trayectoria, le llega tarde a Jiménez, pero tampoco creo que esta sea la mejor manera de presentarlo y destacar la importancia y valor que tuvo para la el desarrollo de la fotografía en Monterrey.

Publicado en Milenio Diario

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