Globos, drones e IA



 Este tema del que hablaremos en estas líneas pertenece a ese grupo que, por su familiaridad, es difícil comentar acerca de la importancia que tuvieron o tienen, del valor cultural que llegaron a representar o aún representan.

 Aunque parezca increíble, hasta mediados del siglo XIX no había ser humano que hubiera visto su entorno, urbano o rural, desde las alturas, más allá de una decena de metros; hablo de verlo hacia abajo, perpendicularmente, no a lontananza, como podría ser desde un cerro o montaña. Fue Feliz Gaspar Tournachon (1820-1910), Nadar, el primero en tener este privilegio, al adaptar una de sus pesadas cámaras de placas a un globo aerostático (1858), para así empezar a fotografiar las calles, parques, monumentos y edificios de un París, que habría que agregar, ya empezaba a abandonar su traza gótica por la más moderna propuesta por el Barón de Haussmann. 

 El éxito de la ocurrencia de Nadar fue casi inmediato, tan fue así que el ejército francés, primero, luego de otras nacionalidades, la adoptaron para vigilar y espiar las filas de los enemigos. Hubo que esperar otro medio siglo para emplear los mismos globos, y luego la incipiente aviación, para tirar bombas desde el aire (1913), todo lo cual trajo la guerra a la modernidad. Lo interesante para nosotros son los efectos que tuvo el simple hecho de subir una cámara fotográfica a otro aparato ya en uso, o sea, es como una metáfora del mundo moderno en general que actúa mediante la suma de aparatos mecánicos destinados a la ejecución de una tarea. Así pues, la fotografía aérea no es solo un ejemplo y a la vez resultado de la Modernidad, sino el umbral de una serie de cambios, entre los cuales se podría apuntar el desarrollo de la pintura abstracta al hacer desaparecer toda traza del cubo pictórico, tan arduamente trabajado desde el Renacimiento, para sustituirlo, de nuevo, por un mundo totalmente plano. 

 Quiero suponer que asomarse por el pretil del globo para mirar hacia abajo, fue como zambullirse en un mundo totalmente nuevo en el que distancias y dimensiones había que pensarlas de otra manera para moverse entre ellas, demostración práctica de la relatividad de los puntos de vista y de lo infinitamente plástico de nuestra realidad. 

Los vehículos aéreos no tripulados o drones tienen el mismo DNA que los globos de Nadar, y pueden rastrearse a través de la historia; no obstante todos parecen coincidir en que es la década de los 80, cuando la robótica empieza a tomar el mando en su diseño, que estos empiezan a parecerse más al popular aparato que es hoy día. Como se ha dicho, esta historia es semejante a la del francés, pues de un fin, digamos, no práctico terminan siendo decisivos en la guerra, y, en nuestro caso, en un sinfín de tareas, desde la entrega oportuna y eficiente de bienes, hasta los reportes de los servicios climatológicos. 

 Siguiendo el paralelo con Nadar, los drones nos han enseñado a ver, de nuevo, otro mundo que apenas si sospechábamos. Es decir, nos enseñaron que mundo aún hay mucho por ver, explorar y conocer. ¿Será el caso de la IA, o de plano, ahora sí, y gracias a ella, lograremos conocer, acercarnos, a otra realidad que no sea la nuestra?

Publicado en Milenio Diario
www.elmalpensante.com

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