Consecuencias

En la imagen: Andrés M. López Obrador, Vidente Fox Q., y Claudia Sheinbaum



 Al cerrar mi entrega de la semana anterior apunté que lo peor que nos podía pasar frente a las nuevas funciones de las imágenes fotográficas, es ser incapaces de reconocer cuál de las tres es la que se encuentran ejecutando (reproducción, raw, de la realidad; alteración de ella, dejar de representarla para ilustrarla; substitución o hacer pasar una imagen cualquiera como si se tratara del doble que representa). 

 Como debe ser claro, al tipo de imagen que me estoy refiriendo, abarca distintos géneros (lo que también suma a su confusión) que pueden ir desde el Fotoperiodismo hasta la fotografía de calle, es en estos géneros donde mejor se ejecutan las tras funciones de que venimos hablado y, en sus resultados, donde más claramente se ven sus consecuencias.

 A la dificultad de reconocer a cuál función responde determinada imagen, le sigue la incredulidad ante cualquiera de ellas, tan sospechosa resulta la que solo transmite hechos, acontecimientos que se dan en un espacio y tiempo determinados, como la que los altera por completo a fin de crear otros –medianamente plausibles-- que les sean más convenientes o sea que comunican un mensaje ya predeterminado, una opinión hecha sobre lo acontecido. 

 A la sospecha sobre la intención o función de determinada imagen, la acompaña la negación de su veracidad. Pareciera que si somos incapaces de distinguir entre una imagen que es fiel reflejo de la realidad, de otra que la substituye, que mienta sobre lo que representa, lo mejor es negar la veracidad de cualquiera de las tres, así evitamos, hasta por probabilidad, que estemos dando por buenas imágenes falsas. Lo malo con este tipo de respuestas no es solo que cada vez más se va perdiendo la capacidad de lectura correcta de las imágenes, si no, quizás más grave aún, se pierde la empatía social, la capacidad de reaccionar emocionalmente a las imágenes, se deja de creer en la posibilidad de que comuniquen honestamente, y se destruye la confianza en la capacidad de la fotografía para informar sobre la realidad. O, igual de malo, acabas por dar como ciertas a versiones apócrifas da la realidad. 

 Hay que aclarar que modificar o crear ex profesamente imágenes no tiene, en sí, nada de malo o concluye en resultados catastróficos. Cambiar o alterar el destino de una imagen siempre se ha hecho, pensemos, por ejemplo, en la fotografía de moda o en cualquier otro género comercial, en dónde su éxito depende, precisamente, de qué tanto y hasta dónde puede alterar la realidad que nos muestran. De hecho, recordemos que algunas de las fotografías que más nos impresionan han sido creadas o alteradas.

 Así pues, el problema radica, no en la función que tengan las imágenes, sino en una de las condiciones del mundo contemporáneo, que apunta a que cada día se vayan desvaneciendo más, o se hagan más porosas, las barreras o límites que definieron, por años, los géneros no solo fotográficos, sino artísticos y culturales en general, lo que sin duda ha devenido en la incapacidad de reconocer la genealogía de cualquier obra. Por tato, lo que era una práctica común en la fotografía de producto, vuelve compleja nuestra relación con la realidad al aplicarse a un campo como el fotoperiodismo.

Imagen: sdpnoticias.com
Publicado en Milenio Noticias

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