¡Ah...la escultura!
Por lo general no suelo referirme en este espacio a las exposiciones o eventos en los que estuve involucrado; por una parte, lo que tengo que decir de ellos, lo acabo de apuntar en las hojas de sala, y por otra, este medio ha de ser emplead para promover y difundir eventos, obras o ideas de otros.
A pesar de lo antes dicho, en esta ocasión quiero hablar de la escultura y para ello me referiré la exposición Sin principio ni fin, de Mauricio Cortés, abierta al público el pasado 17 de abril en el Patio de las Esculturas de la Pinacoteca de Nuevo León. Aunque probablemente sea más antigua que la pintura, la escultura no ha recibido, por razones harto comprensibles, la misma atención y difusión que la pintura, al grado de que en la imagen general, la historia del arte sea la de la pintura, acompañada, si acaso, de la escultura, como un lejano eco de lo que se hace en esta.
Aunque podría decir que siempre ha existido la escultura en cerámica en nuestro país, no es sino hasta mediado del siglo XX que toma auge y se convierte, con mucho, en la práctica escultórica preponderante. Aquí en Monterrey, más allá, de las piezas cerámicas populares o infantiles, me parece que fue Miriam Medrez, quien introdujo esta práctica entre nuestros productores, seguida muy de cerca de Gerardo Azcúnaga, y después de ellos, de un número considerable de practicantes de todo tipo y calidades, al grado de que la ciudad destacaba por sus productores escultóricos en cerámica. Uno de ellos, digamos de segunda generación, lo es Mauricio Cortés. Aclaro que, al hablar de este productor, hay que hacerlo primero como escultor, después como ceramista o viceversa, pero siempre aludiendo a ambos campos.
Como en otras prácticas contemporáneas, no existe una escuela, estilo, corriente o movimiento que influya sobre la mayoría de la producción, quizás lo más característico sea, por una parte, su campo expandido (instalación, Land Art, Enviroment, etc.), y por otra, paradójicamente, una incesante narrativa sobre el cuerpo humano y todas sus posibilidades. Es esta última tendencia lo que caracteriza el trabajo de Cortés.
La escultura ha dejado de ser el objeto con el que topas al hacerte hacia atrás, para ver mejor una pintura, para convertirse en protagonista del arte contemporáneo, su transformación se debe, según lo apreció, a un ajuste del propio medio a un mundo en el que se ofrecen más recursos materiales que los que hubo en el pasado. Esta disposición de recursos permitió ampliar el discurso de la escultura, haciéndolo más rico y variado, e incluso, en ocasiones, más profunda su reflexión.
En la exposición de Cortés hay una mesa central, llena de figuras de distintas dimensiones y formas, esa es la mejor imagen que podemos obtener de lo que significa la escultura contemporánea.
Publicado en Mileniio
Imagen:nl.gob.mx/bolettines
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