Luminiscencia*

Sin título (Para ti, Heiner, con admiración y afecto). 1973



Hay conceptos que vienen en pares, pues son interdependientes, difíciles de separar, ya que, por lo general, uno es consecuencia del otro; su tratamiento se hace complicado, pues, no se puede hablar de uno sin hacer referencia al otro. Tal es el caso de la luz y el color. 

Para no adentrarnos en su discusión, digamos que luz es la radiación proveniente de los fotones, partículas que contienen el espectro electromagnético, el cual va de la luz ultravioleta a la infrarroja, incluidos los rayos X y Gama, y por supuesto lo que llamamos la luz blanca o luz visible. Esta luz, la visible, está formada por la suma de 7 diferentes tipos de longitud de onda, que corresponden a los colores del arcoíris. A menor longitud de onda se está más cerca del color violeta y, al contrario, si es mayor se acercará a la longitud del rojo. 

 Aclaremos que, en realidad, no vemos la luz, la longitud de onda, sino sus manifestaciones, los colores, en especial cuando la luz blanca se descompone en sus 7 longitudes de onda (demostración del prisma de Newton, etc.). 

 Incluso desde antes del Impresionismo, mediados del siglo XIX, ya se percibía un profundo malestar en el mundo del arte, condición que, al radicalizarse, se convertiría en lo que conocemos como Arte Moderno. El epítome de la pintura moderna sería el Expresionismo Abstracto, máxima valoración y concentración en uno de los componentes esenciales de la pintura, el color, color como forma y contenido de sí mismo. Mas como dice el dicho, el que a hierro mata, a hierro muere, para fines de la década de los 60 del siglo pasado, la pintura abstracta, en casi todas sus manifestaciones, se había convertido en camisa de fuerza que impedía a los productores buscar una salida a lo que pensaban ya era letra muerta. 

Por otra parte, la misma pintura, como la escultura, experimentaban transformaciones importantes en cuanto a su factura, formas de presentación, incorporación de nuevos materiales o de los ya conocidos pero empleados de manera inédita. 

 Es en este ambiente de tres pistas, agotamiento de la abstracción, incorporación a la producción de prácticas y procedimientos heterodoxos y redescubrimiento de versiones y tratamientos locales (de este último punto no se habla en estas líneas, sin embargo, no se puede dejar de mencionar como causa fúndante de lo posmoderno), es donde podemos ubicar la obra de Dan Flavin (1933-1966), productor que actualmente se exhibe, por primera vez de manera individual en México, en el Museo MARCO, Dan Flavin; Obras de la colección Dia Art Foundation, abierta al público desde el pasado día 14 de marzo. 

 De lo mucho que se podría decir sobre este productor, me gustaría señalar solo dos aspectos, los que me parecen, entre otros, más relevantes para entender su trabajo. 

 En primer lugar, haber echado mano de los tubos de luz incandescente, es decir, de luz fría, para producir su obra. Con ello se alinea del lado de la producción industrial, dejando de lado los procesos artesanales. 

Este movimiento, que sin duda fue radical, lo llevó a la consecución de nuevos resultados. La pintura naturalista tradicional había logrado crear, sobre el plano de la tela, un espacio ficticio de tres dimensiones y para ello se valía, entre otros aspectos, de la igualmente ilusoria interrelación entre el espacio y luz. Lo que Flavin hace, es saltar del plano literal al espacio real y una vez ahí lo llena, visualmente hablando, de color, ¿cómo? Por la irradiación de los tubos que contienen diferentes tipos de gas, que emiten, proyectan, colores distintos. Así pues, y como fácilmente se puede ver en las salas del MARCO, estas están llenas de color, o, en otras palabras, exitosamente alumbradas por diferentes tipos de luminiscencia (de acuerdo al gas es el color). Esto, sin duda, es uno de los grandes logros de Flavin pues abrió camino para otros productores como sería el caso de James Turrell, por no hablar de las tendencias del interiorismo más contemporáneo. 

 * luminiscencia es todo proceso de emisión de luz cuyo origen no radica exclusivamente en las altas temperaturas, sino que, por el contrario, es una forma de "luz fría" en la que la emisión de radiación lumínica es provocada en condiciones de temperatura ambiente o baja.

Publicado en Milenio Diario

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