La fotografía científica


 Uno de los 7 daguerrotipos de las fases de un eclipse solar, obtenido por los hermanos Willian & Frederick Langenheim 1854



 Es curioso, pero rara vez pensamos en la relación que existe entre la fotografía y la ciencia, ello a pesar de que la presencia de la fotografía a principios del siglo XIX se debió a que muchos pensaron que los aportes y saberes de la ciencia podían servir, o eran el camino, para lograr la tan ansiada fijación de las imágenes obtenidas por medio de la cámara oscura. 

 El conocimiento que se tenía sobre los efectos de la luz en ciertos derivados y substancias químicas, que es lo que hace posible la “captura” permanente de lo que se proyecta al interior de la cámara oscura, es el origen, primero del daguerrotipo, después de lo que conocemos genéricamente, como fotografía, por tanto, escribir con luz (foto-grafía) se logra, hablando en términos generales, gracias a la ciencia. 

 Pero hay más. Una de las ideas centrales que manejaba François Aragó, el encargado oficial de la presentación del daguerrotipo ante las academias de artes y ciencias de Francia, en 1839, era la aplicación, uso y beneficios que la fotografía podría traer tanto al conocimiento científico, como a la industria en general. Luego, entonces, pensar en ciencia y fotografía, no es nada nuevo, ni extraordinario. 

 Para estar al día, es decir, horas después de haber vivido del extraordinario fenómeno que es un eclipse total de sol, apuntemos que la primera fotografía de este suceso se llevó a cabo en Milán; se trata de un daguerrotipo realizado por G. A. Majocchi, el 8 de julio de 1842. En 1851, el Dr. A. L. Busch logra otro daguerrotipo de un eclipse total con fecha del 28 de julio. Para 1854, los hermanos William y Frederick Langenheim plasman en varios daguerrotipos las fases parciales del eclipse en los Estados Unidos. Lo que resulta curioso, hoy, es que en aquel entonces se consideraba que tanto la luna como el sol podían ser el origen de prominencias espectaculares para la vista, que pintorescamente se describen como "protuberancias rosadas" o "flamas rojas" y que, según sabemos, el primero en observarlas fue Francis Baily, en Pavia, en el año 1842. 

 Pero no fue el sol el primer cuerpo celeste en llamar la atención de los científicos metidos en la fotografía o de los fotógrafos interesados en la ciencia, en la astronomía en particular. Por supuesto, siguiendo los intereses de Aragó, la luna fue el primer astro en ser objeto de la fotografía, más bien dicho, del daguerrotipo. El primero de ellos fue tomado, nada más y nada menos, que por su inventor, el francés Louis Daguerre, el 2 de enero de 1839 en Francia. No obstante, quien se lleva este crédito, es el profesor neoyorquino John William Draper, quien fue la primera persona en realizar numerosas fotografías de la Luna, por lo que es considerado el primer fotógrafo astronómico. Así pues, la primera fotografía que se conserva de la Luna, pertenece Draper y fue tomada en 1851. 

 En nuestro país, como se sabe, fue la arqueología el primero de los conocimientos científicos en recibir los beneficio de la fotografía. Mucho del interés que nació desde mediados del siglo XIX por nuestro pasado prehispánico, se debe, precisamente, a que se estaban fotografiando y difundiendo las principales ruinas que, en aquel entonces, se empezaban a conocer y conservar. Una de las primeras aplicaciones que conocemos de la fotografía al ámbito, digamos científico en México, fue la publicación en 1858 de la Memoria de los trabajos científicos practicados bajo la dirección de Francisco Jiménez, primer ingeniero de la Comisión de límites mexicanos. Se trata del reporte de las modificaciones llevadas a cabo en la frontera con los Estados Unidos, provocadas como consecuencia del Tratado de la Mesilla en 1853. En el reporte se incluían 300 vistas en papel salado sobre las condiciones topográficas de la zona.

 Nuestra ciudad y sus fotógrafos, no han sido refractarios a estas aplicaciones y así tenemos que la primera imagen fotográfica obtenida en Monterrey, de la más reciente vista del cometa Haley, en 1986, y que además fue publicada por la prensa local, fue producto de Roberto Ortiz Giacomán, quien invirtió largas noches siguiendo el paso del cometa por nuestro cielo, hasta que logró capturarlo. No cabe duda que estas imágenes forman parte del acervo científico de nuestra ciudad y su interés por estos fenómenos. 

 La llamada revolución digital vino a acelerar, en términos generales, la relación entre el conocimiento científico-tecnológico y la fotografía, pero esta es otra historia que está por escribirse.

Publicado en Milenio Diario
Imagen; nationalgeogrphic.com.es

Comentarios

Entradas populares