¿Actualización del Aura?


 

A lo largo de mi vida académica me he topado con varios títulos a los que todo mundo recurre o cita con verdadera autoridad, El Capital de Carlos Marx (1872); La interpretación de los sueños de Sigmund Freud (1900); Apocalípticos e integrados (1964) de Umberto Eco; La Escultura en el campo expandido (1979) de la norteamericana Rosalind Krauss, son algunos ejemplos de textos que en el mejor de los casos, se leyó su introducción, cuando no se limitaron a la de su título. A este selecto grupo pertenece La obra de arte en la era de su reproductibilidad mecánica de Walter Benjamin dado a conocer en 1936, primeramente en francés a través de la revista Zeitschrift für Sozialforschung En nuestro idioma apareció por primera vez, dentro del volumen intitulado Iluminaciones (una de las compilaciones que existen en español de sus textos) de editorial Taurus en 1971, edición a cargo de Jesús Aguirre (las primeras traducciones de Benjamin al español fueron realizadas por la editorial argentina Sur en 1967; los sesenta fueron los años del redescubrimiento y difusión general de la obra de Benjamin). 

 A favor de muchos diré que se trata de un texto difícil de leer, comprender y asimilar. Lo mejor es leerlo varias veces y en distintos momentos y, aun así, cada que se regrese a él habrá algo nuevo que nos había pasado desapercibido y que, sin embargo, es de primera importancia para la comprensión general de las tesis que ahí planeta su autor. 

 Obvio es que en este espacio no es posible una presentación detallada de este texto, por lo que me limitaré a tratar, ahora y la próxima semana, uno solo de los varios conceptos que, Benjamin, desarrolla en su trabajo y que me parece pertinente para acercarnos a un fenómeno contemporáneo, por lo menos en fotografía y que es la, desde mi punto de vista, sobrevaloración de las impresiones Vintage o supuestamente originales, o más bien dicho, trabajadas, impresas o autorizadas directamente por el autor de la imagen, en la época, o en torno, a los mismos años en que fue capturada. 

 Tampoco pretendo tener la exacta, correcta y única lectura correcta de este concepto, toda vez el tiempo transcurrido desde su redacción original (casi 100 años) y los muchos cambios que desde entonces ha experimentado no solo la fotografía, sino la producción artística en general.

 El concepto al que me refiero es el de Aura, sobre el cual radica la fuerza del arte clásico y que, la era Moderna, las artes Modernas, ponen en jaque al grado de hacerlo desaparecer de este terreno, el del arte. El Aura es aquel halo que cubre a la obra de arte, pintura, escultura, grabado, y que permite al espectador tener la sensación de estar delante de un original, es decir, de la obra, pintura, escultura, grabado, creada o salida directamente de la mano de su autor. Es el Aura la responsable de hacernos sentir, frente a la obra de arte, cuando no compartir, el momento de su creación. Esa es la emoción que provoca, un contacto directo con el pasado.

 La copia de cualquier obra provoca la desaparición del Aura original (la mano de su autor) y cuanto más se copie más atrás irá quedando esta. De aquí que se entienda que en la medida en que se quieran difundir estas obras por medio de publicaciones, lo que se hará es dejar huérfana de Aura a esas reproducciones. Es también fácil ver cómo la intervención de las modernas técnicas de impresión y la fotografía misma participan en este proceso de destrucción del Aura. 

Ninguna reproducción (dígase fotografía) de cualquier pintura, escultura o grabado, por más fiel y nítida que sea, será capaz de hacer sentir al espectador lo mismo que si estuviera ante el original, por la simple y sencilla razón de que el Aura en estas ha desaparecido (cuántas veces no lo hemos dicho nosotros mismos, no hay como ver el original; esto es, echamos de menos el Aura de aquel). 

 Hay más antes de dar por concluida esta primera parte. Si la fotografía de una obra de arte es incapaz de reproducir el Aura, ¿qué pasa con la propia fotografía, cuyo trazo original no es producto de ninguna mano, sino de una máquina? Además, es inmaterial, pues se trata de una huella de luz; peor aún, al hacerse visible, tal huella pierde su unicidad, pues en ese mismísimo instante puede reproducirse al infinito, no solo haciendo imposible la idea del original, sino negándola como parte de su propia identidad.

Publicado en Milenio Diario
Imagen: artmajeaur.com/es

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