Todo morado


 

Quien, hoy día, visite, con sentido crítico e imparcial, la historia del arte tradicional, rápidamente se dará cuenta de que esta parece, más bien, un gran queso gruyere, que el resultado de una ciencia racional y objetiva. Y es que han sido tantas las omisiones, parcialidades, falsificaciones y yerros conscientes o no intencionados, injusticias y prejuicios acumulados en el tiempo, que han obligado a cuestionar y reescribir de arriba abajo, no solo la historia del arte, sino la historia misma, la antropología y la sociología, entre tantas otras ciencias humanas. 

 Con ese mismo espíritu crítico se puede notar que en tanto la historia del arte se regodea con nombres y más nombres de productores (pintores, escultores, grabadores, arquitectos) varones (algunos de calidad muy discutible), los de las mujeres escasean, para no decir que no llegan a figurar, y no empiezan a aparecer realmente, sino hasta el siglo XIX. De este momento (quizás con los Impresionistas) en adelante, hasta hoy día, incluso, las filas de productoras no cesan de crecer por todo el orbe. 

 Conforme fui entendiendo este fenómeno, conociendo los resultados de otras investigaciones que arrojaban nuevos nombres al terreno de la creación artística, o bien regresaban el prestigio y obra a quienes por ser mujer se les había arrebatado o negado, me fui interesando por el trabajo que realizaban –que realizan-- las mujeres productoras. En aquel entonces formulé la hipótesis de que debería haber diferencias sustanciales, formales y de contenido, en el trabajo de unas y otros, de tal forma que tales discrepancias nos permitieran continuar hablando de Maestras y Maestros de la pintura, el dibujo, etc., y no tener que recurrir al ambiguo y poco preciso “Maestres”. No es este el momento ni el lugar para argumentar a favor/en contra de mi hipótesis ni de mostrar los resultados a que he llegado, basta decir, que este interés, lejos de haber desaparecido, permanece activo. 

 Al ir especializándome en Fotografía, una de las principales características con que me topé fue la gran cantidad de productoras que ha habido. Contrario a otras prácticas como la pintura o la escultura, en la fotografía, desde sus orígenes más remotos, siempre hay, y de manera, relevante, la presencia de mujeres, tendencia que, como se dice más arriba, no ha cesado de crecer. 

Quizás se deba a que el mismo medio pertenece a una época en se empezaban a reconocer los derechos de las mujeres y estas iban, paso a paso, haciendo valer su voz. Habría que ver si esta misma presencia de las mujeres se manifiesta desde un principio en otros medios “modernos”, el cinematógrafo, la televisión, el vídeo, la 3D, y, más recientemente, los trabajos provenientes de las fuentes digitales. 

 En cuanto a la fotografía y la presencia femenina en ella, nuestro país no ha sido la excepción y muestra exactamente la misma tendencia que hemos señalado. La historia de estas mujeres que han acompañado a la producción fotográfica desde su llegada al puerto de Veracruz (1839) ha quedado registrada, entre otros, y como compilaciones, en dos magníficos trabajos de investigación, ambos de 2012, el de José Antonio Rodríguez (+) Fotógrafas de México, 1872-1960, y su complemento (no se pensaron de esta manera e incluso puede que nos les guste ser considerados así), Mujeres detrás de la lente. 100 años de creación fotográfica en México, 1910-2010, de Emma Cecilia García Krinsky. A estos trabajos habrá de sumar ahora la enciclopédica obra de Lourdes Almeida, de reciente aparición, Zurciendo la historia. Fotógrafas nacidas hasta 1920. Vol. I. (Ediciones Activa de fotografía. Querétaro, México, 2023).

 Hay que aclarar que en este trabajo se han incluido los nombres y biografías de fotógrafas de todo el mundo, no solo de México, aunque sí aparece un buen número de productoras nacionales. Más de 300 entradas son las que ha investigado y recopilado Almeida, tremendo número si tomamos en cuenta que el nacimiento oficial de la fotografía es en 1839, o sea que en aproximadamente 81 años ya se había incorporado al oficio más de 300 mujeres, por si no se creía la tendencia que ye he señalado. 

 El caso de Monterrey tampoco es distinto. Una ojeada rápida al padrón que el CONARTE tiene de los artistas regios, deja ver el importante número de mujeres participantes en todas las disciplinas, incluida la fotografía, en donde, incluso, pudieran ser mayoría. Sin embargo, la historia de las mujeres fotógrafas en nuestra ciudad es tarea que tenemos pendiente (como la misma historia de la fotografía), ojalá alguna de estas productoras, o una historiadora o cualquiera dedicado, interesado en el tema, tomara en sus manos tan importante trabajo.

Publicado en Milenio Diario.

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