Prohibido distraer al chofer

Sandy Silva Gutiérrez. Mujer Cactus. 



 Según se cuenta esto de “prohibido distraer al chofer”, además de ser el letrero que aparecía en el respaldo del chofer de los camiones de transporte público que tomaba en la infancia, era una de las respuestas que Picasso solía dar cuando se le interpelaba sobre qué era lo que había querido decir en tal o cual pintura, o simplemente que era lo que significaba. Con esta respuesta, lo que el malagueño daba a entender era que responder a la pregunta no le correspondía a él, sino que cada uno ha de hacer la tarea y encontrarle, o no, sentido a lo que se está viendo; su trabajo era crear, no explicar lo que hacía. 

 Hay otra forma de entender el mismo aviso, de hecho, es la cara opuesta de la moneda, es decir, funciona también desde el lado del espectador. Una vez que entra en el proceso de ver, escuchar, leer, sentir, una obra, ya no es necesario –ni recomendable--, en ese momento, distraer su atención, haciéndole llegar más información, biografía, fortuna crítica, intenciones del productor, significados ocultos y demás. No es que esta información sea baladí o innecesaria, sino que en ese momento de comunicación que debe existir entre el espectador y la obra, todo lo demás sale sobrando, o en el peor de los casos, puede ser obstáculo o motivo definitivo para no volver a cercarme al arte en cualquiera de sus manifestaciones. 

 Me he permitido iniciar con estas líneas para poder ser lo más claro posible a la hora de comentar la exposición Estoicas inaugurada el pasado viernes 1 de marzo en el Museo Metropolitano de Monterrey, por medio del colectivo Fotógrafas de México, que dicho sea de paso cada vez tienen más y más variadas actividades a lo largo y ancho del país, enhorabuena. 

 Como todos los años, la exposición se monta como parte de las actividades que se llevan a cabo para conmemorar el 8M, o Día Internacional de la Mujer, fecha que viene celebrándose prácticamente desde principios del siglo XX. Dada la historia de las mujeres y, desgraciadamente, su permanente opresión, no es de extrañar que muchas de las actividades que se llevan a cabo en esta –y otras—fechas tengan un fuerte componente combativo, contestatario, o, incluso, violento, como respuesta a lo poco que nuestras sociedades hacen por atender sus demandas y necesidades específicas. 

 De ahí que en esta ocasión, nuestras fotógrafas, se hayan identificado con el Estoicismo y su planteamiento ético como una manera de “… reconsiderar y redefinir las batallas de las mujeres en el mundo contemporáneo.”, se lee en una de las cédulas de presentación, mientras que en otra se plantea como un proceso de liberación Hic el Nuc, o sea, aquel que apremia su realización para “… guiarnos a través de los desafíos con determinación inquebrantable,” Esta carga de información es necesaria, para conocer las intenciones mismas de la exposición: por qué se invitó a tales o cuales productoras y por qué con esa(s) pieza(s), qué, como conjunto, nos dice la muestra y su arreglo, etc. El problema es que a este “requisito”, pudiéramos decir de toda exposición, en esta ocasión, se le ha agregado en cada una de las cédulas individuales, largas, y a veces confusas y/o contradictorias, sin relación con las imágenes de la obra, explicaciones, justificaciones o descripciones, de lo que estamos viendo. El resultado es que, salvo casos excepcionales, el público termina de ver la muestra sin prestar mayor atención a tales discursos. O, aturdido, con tal algarabía abandona el recinto sin realmente haber visto algo. 

 Entiendo que tales agregados, muchas veces se sienten necesarios, para explicar la obra, pero más que eso para dar a conocer que detrás de cada fotografía o imagen, hay una serie de ideas que las alimentan, un proyecto de trabajo, una búsqueda, son entonces justificaciones de porque presento tal o cual cosa, que no son imágenes aleatorias o producto de la causalidad. Casi me atrevería a decir que ninguna de las 24 productoras que aquí exponen, necesitarían de tal justificación, lo que sí esperaría, en su lugar, es que estuvieran plenamente conscientes de que sus obras, estas obras, por sí solas, por sí mismas, me dicen todo lo que me tienen que decir, y de que eso no se consigue con un texto anexo.

Publicado en Mileniio Diario

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