Como en botica
Sería muy infame de mi parte decir solo esto de la XXXI exposición colectiva del Hogar de la misericordia, Inteligencia artificial, arte y filosofía, inaugurada el pasado 19 de octubre en el Centro Cultural Plaza Fátima en San Pedro, y es que aunque se hubiera ocupado todo el espacio disponible, las galerías del Centro cultural parecen insuficientes para los casi ochenta productores invitados en esta ocasión, entre pintores, dibujantes, escultores y fotógrafos, cada cual con el formato que mejor le combino o que tenía a la mano.
Fuera de desear que hubiera más espacio entre las diferentes piezas para su mejor apreciación, no hay nada más que rechazar de esta muestra, es más, salvo dos o tres casos, la inmensa mayoría de trabajos expuestos cumple y más que bien, con la finalidad con que han sido reunidos.
Hace ya 29 años que se ideó este mecanismo a través del cual se obtienen una cantidad en metálico destinada al sostenimiento ya no de uno, sino de tres espacios que albergan, hoy día, al Hogar de la Misericordia (institución de beneficencia privada que atiende a niños y adultos en desamparo, sin recursos económicos o con enfermedades irreversibles). El procedimiento consiste en invitar al mayor número posible de productores (principalmente a los que ya tienen un nombre conocido), a quienes se les solicita donen una pieza de su creación bajo un tema específico (por lo general se les ofrece una plática relativa al tema, como para sensibilizarlos o dar más información sobre motivos que quizás no sean los que manejan). Hace un momento apunté que lo único que se podía echar en cara a la muestra es el espacio inadecuado en que se expone, creo que igualmente habría que señalar que intentar que todo lo que se presenta sea con un mismo tema es demasiado inocente, toda vez que los productores no reciben nada a cambio de su trabajo, por lo que la mayoría entrega una obra que más o menos tenga alguna relación con el tema o de plano ninguna, en el entendido que no por ello será marginado de la exposición.
Una vez recopilada la obra que formará el Salón, se abre al público y días después se celebra una cena a la que están invitados los productores participantes, más todas aquellas personas que previamente hayan adquirido uno o varios boletos en apoyo al Hogar de la Misericordia. Al cabo de la cena, se rifan entre los asistentes las obras expuestas; dependiendo del número de boletos adquiridos podría darse el caso de que en una misma noche te lleves más de una pieza.
El objetivo del evento –obtención de fondos para una institución de beneficencia—justifica toda la operación, por lo que me abstengo de comentar el mecanismo por el cual les llega el dinero. Sin embargo, si me parece que vale la pena señalar que sí una de mis quejas tiene que ver con el reducido espacio de exhibición que vulnera la apreciación de las piezas, deja de tener sentido, puesto que lo que menos importa --eso es lo que parece-- es si se pueden apreciar o no las obras. Desde el momento en que no puedes seleccionar la obra que te gustaría adquirir, todo lo demás pierde importancia, pues, al final, difícilmente habrás ganado la escultura que deseabas y, en el mejor de los casos, saldrás a disgusto con una pintura bajo el brazo. Por eso es que no importa si durante la exhibición se pueden apreciar o no las obras, pues no se trata de comprar o apostar por el gusto personal, sino de apoyar a la institución.
De acuerdo con lo anterior resulta importante el número de productores invitados, ya que entre más variedad se asegura que, al menos, algunos gustos salgan satisfechos. En el mismo sentido va la calidad de los participantes y el cuidado que se debe poner al seleccionarlos, pues, por ejemplo, aunque un bodegón de Sylvia Ordoñez no case con la temática propuesta, siempre será un buen Sylvia Ordoñez. Lo mismo puede decirse de la mayoría expuesta. Sin duda hay buena pintura (Francisco Larios, Xavier Guadarrama, Trini, Sulamit Elizondo), casi toda la escultura es lo mejor de todo lo expuesto (Gerardo Azcúnaga, Mauricio Cortes, Anita Montes de Oca, Baldomero Hernández, Maribel Portela, Alberto Vargas, Daniel Serna, Mauricio Guajardo) y, por supuesto, todos los fotógrafos son de lo mejor que hay en el medio fotográfico nacional (Roberto Ortiz G. Nicola Lorusso, Cristina Kahlo; Pedro Escapa).
Publicado en Milenio Diario
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