Colección Toledo de fotografía (II de II)

G. Iturbide. Manuel Álvarez Bravo y Francisco Toledo en el CFMAB. 1996


 Al lado de Retratos de 30 años de Juan Rodrigo Llaguno, esta, Lu’bianni, Francisco Toledo y la fotografía, es, fuera de toda duda, la más importante de este año y posiblemente de algunos más, lo que no evita hablar de su complejidad y, en cambio, sí de las muchas dificultades por las que debe haber pasado su curador, Alejandro Castellanos, y el personal del CFMAB (Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo), intentando cuanta combinación idearon, para ofrecer una muestra que fuera significativa del valor y variedad que tiene la colección y que probablemente sea su sello distintivo, lo que la distingue de cualquier otra. Este sello, en buena parte, le viene dado, porque se trata de la colección de un solo hombre, pero no de cualquier hombre, sino de Francisco Toledo, el más importante artista plástico de nuestro país en la segunda mitad del siglo XX, tanto en vida como ahora a cuatro años de haber muerto. Aunque sabemos qué pensaba sobre la fotografía, por qué le interesaba, qué veía y qué podía obtener de ella, nada más complicado que adentrarnos en sus motivos y gustos, inclinaciones e intenciones, para entender qué es lo que quería lograr, hacer, finalmente, con esta colección. En este sentido, quizás la mejor idea de qué es la colección Toledo de fotografía como un todo sea el enorme panel del que su hija, Laureana, ha colgado una caótica constelación de imágenes tomadas del mismo archivo; estas –las imágenes de este muro—no pueden tener una lectura única, coherente, racional, todo lo contrario, se suceden sin orden unas a otras, se contraponen, compiten entre sí, no guardan ninguna jerarquía, se repiten, se niegan a ser observadas individualmente, mantienen errática la mirada. Esta es, creo yo, la colección que Lu’bianni nos invita a explorar en el Centro de las Artes. 


 Dada, pues, esta premisa me concentraré en las líneas que siguen a mencionar algunos de los autores nacionales que están presentes en la muestra y que creo vale la pena ver con cuidado. No podría iniciar este recuento sin mencionar, en un primerísimo lugar, la fotografía que Graciela Iturbide tomó en 1996 de don Manuel y Toledo en un aún vació CFMAB, quizás unos días antes de su inauguración. Difícilmente encontraremos una imagen más hermosa y representativa de ambos personajes y lo que, en última instancia, los unió, la luz.


 Cronológicamente, nos podemos encontrar, con las fotografías de Guillermo Kahlo, cuatro limpias y exactas portadas de igual número de templos religiosos de Oaxaca, incluido, por supuesto, Santo Domingo de Guzmán y la Catedral. A su lado irían, igualmente, cuatro sorprendentes fotografías, poco conocidas por su temática, del fotógrafo guanajuatense Romualdo García, acompañado del juchiteco Sotero Constantino Jiménez, y del también Oaxaqueño Ignacio Zanabria. De ahí paso a mencionar a todos los fotógrafos mexicanos de la segunda mitad de siglo XX, encabezados por Nacho López (sus fotografías de indígenas) y Juan Rulfo (cada vez que me encuentro con trabajos suyos más me convenzo del gran fotógrafo que fue), por supuesto Graciela Iturbide, pero también Mariana Yampolsky, Lola Álvarez Bravo, las increíblemente bellas imágenes de Flor Garduño (que por alguna razón no es tan promocionada en México) y un par de imágenes de Lourdes Grobet que junto a las de Rafael Doniz, sirven para recordarnos los momentos cruciales en que la COCEI lograba hacerse de la alcaldía de Juchitán y que, de alguna manera, fue parte del impulso inicial del CFMAB. 


 Dos grupos más terminarían mi relación, uno el de los fotógrafos oaxaqueños contemporáneos que están presentes como Domingo Valdivieso, Paola Dávila, Javier León Cuevas, Estanislao Ortiz y Juan Carlos Reyes, entre otros. Y el conjunto que está expuesto en el segundo piso conformado por todos aquellos que de alguna manera se han visto beneficiados por su contacto con el CFMAB y/o el Centro de las Artes de San Agustín, Yael Martínez, Claudia López Terroso, Nelson Morales o Karina Juárez son parte de los que ahí se exhiben. 


 Espero que mucha gente tenga oportunidad de visitar esta exposición, de ver de cerca muchas fotografías hoy consideradas históricas, y que cada cual trace el recorrido que le parezca más interesante, uno de los fines, creo, que Toledo hubiese deseado tuviera su colección.


Publicado en Milenio Diario

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