ARTE, A.C. ¡VIVE!
A la memoria del
DR. Luis Eugenio Todd
QEPD
Quizás no a muchos les dé el mismo gusto que a mí, ver que las salas de exposición del viejo Arte, A.C. vuelven a ser ocupadas; me refiero a las que se habían habilitado en la casona del Obispado, donde tuvo su última sede y que son, probablemente, las que recuerden las generaciones más jóvenes, ya fueran alumnos, público en general, productores en busca de una oportunidad para presentar su trabajo o bien invitados a alguno de sus Salones.
Si la vuelta a la vida de estas salas y del mismo Arte, A.C., son un rayo de luz después de la tormenta, por desgracia no llega a disipar todas las nubes negras que permanecen ahí estacionadas. Me refiero al par de exposiciones fotográficas con que el pasado día 7, se abrió de nuevo (?) este espacio: El ciclo de las gotas, de Daniela Villarreal, en la sala principal, la de la entrada, y Lecturas de baño, de Myriam Salinas, en la siguiente. Quiero pensar que aún y cuando se inauguraron en la misma fecha, cada una de ellas se pensó por separado y hasta de espaldas a quien sería su compañera, por lo menos hasta fin de mes, cuando se tiene previsto se cierren al púbico.
Y es que no se podría haber escogido dos exposiciones tan diferentes e incluso opuestas en cuanto a su concepción de lo que es o debe ser la fotografía; aclaro de inmediato que de eso se trata, no de que una sea mejor que la otra, eso ya cada espectador sacará sus propias conclusiones, son, insisto, dos maneras distintas de ver la producción fotográfica y su circulación.
La muestra de Villarreal se ha armado sobre una serie de cuestionamientos, que lo mismo tratan de su producción, como de su exhibición, y quizás sea esto último lo que inquietanta, no tanto las gasas y cortinas, los caracolitos y servicios de té con que se ha querido ambientar la exposición, ni siquiera las fotografías mal impresas, lo que cuesta trabajo comprender es por qué el cambio de formato no solo en cuanto a dimensiones (hay fotografías grandes y las hay minúsculas) o tipos de enmarcado con que se presentan, sino por qué unas van con marco y passepartout en tanto que otras se pegan simplemente al muro de la galería, sin un orden o lógica visible no entre el par o trío en cuestión sino en relación con toda la exposición. Mi bautismo de fuego con esta clase de montaje fue la exposición Mirar sin miedo que el fotógrafo alemán Wolfgang Tillmans presentará en el MOMA el año pasado. Salvada la distancia entre ambos productores, en el caso del alemán se entiende tal cantidad y variedad de formatos porque la intención de la muestra era enseñar cómo vive, el fotógrafo, a través de la imagen. En El Ciclo de las gotas, con todo y el look postmo que le dieron y a pesar de que se explica la presencia de un hilo-motivación conductor, este es tan abstracto a las imágenes que no acaba de aparecer ni de comprenderse.
Una manera más simple o si se gusta, más austera de manejar la fotografía y su exhibición resulta ser la muestra de Salinas Lecturas de baño. La sala se mantiene prácticamente vacía, en tanto que las fotografías que la componen van montadas sobre los cuatro muros de perimetrales de la sala, unos 20 trabajos son los que se presentan, 15 impresiones enmarcadas y a color de 20x20 cms., más 4 vídeos y un audio (los que nunca funcionan después de la inauguración). La muestra no deja de tener su toque de humor a la vez que nos convierte en Peeping Toms al llevarnos a observar lo que sucede en los gabinetes de baños públicos, ya que el objeto de sus imágenes son los pies –todos calzados, salvo un caso, lo mismo dígase que se trata de baños de mujeres, salvo, también un caso en que se ve calzado de hombre-- que se alcanzan a mirar por debajo de las puertas de los baños. Un ensayo que, además de atractivo, podría funcionar sociológicamente, lo que salvaría al proyecto al dejar de ser una graciosa colección de imágenes dignas de cualquier voyerista para convertirse en estudio de usos y costumbres.
Ojalá y este retorno a la actividad de las viejas instalaciones de Arte, A.C., fuera acompañado por el rediseño de sus salas de exposición, mayores recursos museográficos y una iluminación adecuada. Creo que en nombre del buen recuerdo que todos tenemos de esta institución, bien vale la pena intentarlo.
Publicado en Milenio Diario
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