¿Eterno retorno?

Julio Galán. Sácate una muela. 1994


 

De manera simple digamos que la teoría del eterno retorno concibe la historia como un círculo que es indefinidamente recorrido, así, tarde o temprano regresamos al mismo punto de inicio.

 El pasado 28 de abril, el Museo Marco de esta ciudad, abrió al público la exposición Un conejo partido a la mitad, del pintor coahuilense Julio Galán (1959-2006), debí decir una exposición más, pues en vida o de manera póstuma, él mismo y su obra recorrieron las salas de los principales museos y centros culturales de Monterrey. ¿Una exposición más? Sí, con una lectura (o comprensión del quehacer de Galán) nueva o, si se quiere, diferente a las que se han venido haciendo cada una en su tiempo.

 Vale la pena insistir en que ninguna de estas visiones es mejor o superior que las otras incluso cuando estas se dan pasado cierto tiempo, tratando de hacer caso omiso de las condiciones materiales e históricas en las que vivió y trabajó el artista, pues nadie escapa o se libera del tiempo que le toca vivir. Las lecturas que una obra presente a lo largo del tiempo depende más de los intereses y preocupaciones del momento en que se lleva a cabo su exegesis, que de las condiciones objetivas bajo las cuales trabajó. Qué tan diferentes pueden ser estas lecturas, además de lo ya dicho, estará en función de la inteligencia e imaginación de quien lleve a cabo esa lectura; así pues, las habrá ricas y variadas, en tanto otras, sobre el mismo autor, podrán ser torpes y limitadas. Por tanto, sí, sí se pueden hacer muchas exposiciones sobre un mismo artista a lo largo del tiempo, en unas será ensalzado y en otras vituperado, creando así lo que se llama su fortuna crítica. Lo que, por cierto, sería interesante conocer en el caso de Galán. 

Algo diferente en esta nueva muestra de más de 80 piezas entre telas, dibujos, originales sobre papel, objetos y fotografías, fue, precisamente, el incluir a estas, las fotografías, más allá de la documentación que pudieran aportar, es decir, tomarlas, sin más, como parte de la propia obra de Galán, principalmente por la relación que llegó a tener con aquellos a los que llamaba para que lo fotografiaran por una u otra razón. Caso muy distinto son las pequeñas polariod de contenido sexual que adhirió en algunas de sus telas y que, seguramente, eran más para uso y recreación personal y que impulsivamente llegó a incluirlas en su trabajo más que con un afán de compartirlas, como parte de la composición general de la tela. Cómo sea, estas últimas me parece habría que estudiarlas con mayor detenimiento. 

 La presencia de las otras fotografías que se hizo tomar, la manera en que las pedía, la puesta en escena que le implicaba ser fotografiado (según relatan sus fotógrafos), me lleva a pensar, como he dicho, que estas eran más bien sus fotografías, aquellas que él se hubiera hecho, como si de selfies, se tratara, forzando la interpretación. Esta idea de Galán usando a fotógrafos para hacer lo que él hubiera deseado (no sabemos por qué no lo hizo), me refuerza otra idea que sin duda es más controversial, la de dos o hasta tres pintores Julio Galán. Nada, ni nadie me ha podido sacar de la cabeza que la diferencia, como pintura ---como objeto pintado que termina representando algo—, entre las telas de los 80 (Mientras me despierto, 1985), por ejemplo, y el Retrato de Elizabeth (2000) que, no se encuentra en la exposición, o el de Luisa (1990), se deben a una simple y natural evolución técnica. Creo que, como siempre ha sucedido, Julio tuvo a sus Gost Painters, nada de que escandalizarse hoy en día, pues sabemos muy bien que un artista no necesita pintar él mismo la tela para ser al autor de la obra terminada, solo que, quizás, en aquel entonces no era tan bien comprendido este fenómeno que ha estado presente a lo largo no solo de la historia de la pintura sino de muchas otras manifestaciones artísticas, y, por tanto, entre otras razones, se prefería no hacer mención de él. 

Sobre este y muchos otros temas respecto a Galán me mantengo a la expectativa, pues cualquiera de mis observaciones o apuntes sobre él, pudiera demostrarse que están totalmente equivocadas, lo cual lo entiendo y acepto, exactamente igual que en cualquier otro caso. 

Sí, creo que, con cada nueva exposición, si se ven con ojos de aprendizaje, no de competencia, cada una aporta una visión diferente, qué al contemplarse en conjunto representan una mayor cantidad de información que se puede traducir en una mejor comprensión del objeto expositivo. 

En el caso de Galán falta hablar de su o sus formas de pintar, de su concepción decorativa, del uso de múltiples recursos para la creación de su obra, de los textos que aparecen aquí y allá, y de si bien no de su neo mexicanismo, sí del papel que jugó en aquellos momentos y que se entremezcla en todo lo que representó.

Publicado en Milenio Diario

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