El lado B de la fotografía (II)

Any Garza. Desierto.



 No solo la semana anterior, sino ya en otras tantas ocasiones me he referido a la presencia de otro tipo de fotografía que, por lo general, no encontramos en el universo del Arte. Hace ocho días hice algunas observaciones sobre la 6ta. Edición de la exposición subasta Reflejos del alma a través de mi lente, presentada por Etra Galería, el pasado 3 de mayo. Su contenido puede considerarse habitante de lujo de este otro lado de la fotografía. 

 Todos sabemos, reconocemos e interactuamos con esas otras fotografías, que aún y cuando están bien organizadas y premiadas, difícilmente ocupan la atención del otro lado, el lado A de la fotografía. Salvo el fotorreportaje y la fotografía de moda que han dado el salto, la de deportes, por ejemplo, a pesar de que muchas de ellas nos asombran por su contenido, este asombro no deja de ser pasajero. Tenemos, por ejemplo, la fotografía de comida que igualmente cuenta con un nicho bien definido en la cual se reconocen y aprecian sus participantes; la de diseño de interiores, la publicitaria en general, la de juguetes, la médica, por no mencionar a las altamente especializadas como la microfotografía, la espacial o las basadas en otras frecuencias de luz como la tomografía, los rayos X, la infrarroja, etc. En cada una de estas, digamos, subespecies del lado B de la fotografía existen organizaciones de fotógrafos que reconocen y certifican a sus agremiados, e incluso celebran concursos para premiar o destacar a los mejores trabajos. Si bien en cada uno de estos casos, es posible reconocer de qué imágenes se trata y ubicarlas en su propia órbita, el problema son todas aquellas otras imágenes que no son fotorreportaje, no son la publicidad de nada, ni documentan ni poseen una narrativa que vaya más allá de la apariencia de las cosas, que no pretenden ser “arte” pero sí estar muy cerca de él e incluso ser mejores que cualquier trabajo tomado por tal (muy interesante sería explorar y conocer las razones que esgrimen quienes están en esta posición) ¿Cómo podríamos estar seguros de que diferenciamos correctamente más allá de toda duda uno del otro lado? Una pieza del lado A junto a una del lado B, prácticamente no se diferencian en nada más que en su temática y contenido, las imágenes son nítidas, los encuadres correctos e incluso innovadores, el balance de colores es el indicado, las luces están balanceadas, impresas en los mejores papeles, con las mejores impresoras y presentadas con lo último que indica la museografía moderna. ¿En tales condiciones, en verdad podemos asignar a qué lado corresponde cada una? 

 Obvio es que en esto no hay nada definitivo ni concluyente, que hasta se puede dar el caso de que lo que aceptábamos de un lado, hoy lo veamos como algo natural del otro. Aun así, no hay más que arriesgarse y emitir la opinión que a uno le parezca más acertada. Preparando la conferencia que tengo que ofrecer esta mañana, me topo con lo que se ha convertido en mi Santo Grial o Piedra Filosofal, que me permitirá entender, de ahora en adelante, mejor lo que es el arte y, por supuesto, la fotografía. Cuenta Hiroshi Sugimoto que una de las primeras cosas que hizo al llegar a Nueva York, fu visitar el Museo de Historia Natural. Vio tan falsos a los animales disecados delante de fondos acartonados que pretenden ser su medio, que decidió fotografiarlos (serie Dioramas). El resultado fue, por contradictorio que pudiera ser, que volvían a parecer verdaderos. Es decir, todo lo que nos rodea y más allá, al ser fotografiado, es tan bueno como lo real. 

 El problema, según lo entiendo, es que la fotografía del lado B, en especial la que está tan cerca del lado A, es que nunca alcanza a dar ese salto a la realidad, permanece atada, unida, a la apariencia de las cosas que nos impide conocer lo real. De pronto, una niña que ha vivido marginada, discriminada, en la pobreza y miseria de los campos de refugiados, se convierte en celebridad mundial por la hermosura e intensidad del color de sus ojos. Los cientos de exhaustos y famélicos cuerpos que se doblan bajo la carga que llevan a la espalda y se revuelven en el lado de las minas de oro del Brasil, se convierten en titanes, héroes indómitos que se imponen a la naturaleza, serpenteantes ríos de hombres que van y vienen de las entrañas de la tierra. Madres dolorosas que cargan al hijo muerto en la batalla en su regazo y recuerdan a María y el crucificado en su deposición. Todas ellas hermosas fotografías, impactantes incluso, pero que en su belleza llevan la coraza que impide reconocer que no son solo fotografías, imágenes perfectas, sino cosas reales. En todos estos casos la estética fotográfica se ha impuesto sobre la realidad que representan y esa es una opción, de entre otras, que tiene el fotógrafo. La cuestión con las fotografías del lado B es que pueden ser tan buenas que nos hagan pensar, como los dioramas de Sugimoto, que lo que representan es real.

Publicado en Milenio Diario

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