¡Qué rico!

Primer lugar. Champagne Taittinger, comida para celebrar. Chen Ying. China


 Muchos de nosotros habremos pasado el domingo --por distintas razones, pero especialmente por los juegos de la NFL—en torno a un asador de carne. A penas hace un mes despedíamos el año con una rica cena entre familiares y amigos, y seis días antes, hicimos lo propio, es decir, festejamos con una comida o cena la Nochebuena. 

 Para bien o para mal, la comida en cualquiera de sus versiones nos ha acompañado más que a cualquier otra especie; me refiero a que más allá del valor intrínseco de su ineludible necesidad para sobrevivir, la comida en el ser humano adquiere muchas otras dimensiones, desde que fue el cambio de dieta lo que permitió que nuestro cerebro creciera para así convertirnos en sapiens, hasta la invención de sustitutos o de comida artificial ya como curiosidad degustativa ya como solución para dar de comer a una población mundial creciente. Tanto la diversidad como la identidad cultural de un pueblo o grupo, pasa, forzosamente, por su comida, qué es lo que comen, cómo lo preparan, en qué momento se come, qué es prohibido, qué es solo para ciertas ocasiones, qué dulce, qué salado, con cubiertos o sin ellos, con qué se acompaña, agua, vino, café u otras bebidas, y en qué momento del día se da o se permite su ingesta. 

 No está de más decir que mientras para algunos la comida es un placer, para otros es pura supervivencia, para otros un artículo de lujo, o, simplemente, lo rescatado de basureros y otras sobras. La comida, sin duda, se ha vuelto un baremo de la clase social a la que se pertenece. 

 Ya en sus inicios, la comida, fiel a su tradición pictórica, hizo su aparición en la fotografía, recordemos, por ejemplo, los bodegones de Fox Talbot, Roger Fenton o Julia Margaret Cameron. Conforme la comida entró a la economía de mercado, encontró en la fotografía un gran aliado. La fotografía comercial o publicitaria, dispuesta para promover este o aquel tipo de comida, tal o cual carne, pasta, legumbre, frutos, hortaliza, panes, dulces y postres, se ha convertido, en nuestros días, no solo en un campo especializado de la fotografía, sino también en un tema recurrente entre los miles de imágenes que circulan en los medios, ¿quién no ha enviado a los suyos lo que está a punto de comer o beber? 

 Por todo lo anterior es que no sorprende que exista el Premio internacional al fotógrafo de comida del año, Pink Lady. Esta premiación fue fundada en el 2011 por Caroline Kenyon y su equipo de The Food Award Company y es la responsable de este premio, el del Fotógrafo del año. Hasta el momento cuentan con un archivo de más de 80,000 imágenes de 96 países que han participado en el concurso. Está dirigido tanto a fotógrafos profesionales como amateurs, jóvenes o viejos, la idea es celebrar y reconocer los mejores vídeos y/o filmes, así como fotografías que se hacen en todo el mundo dentro de un amplio abanico que va de las fotografías para revistas impresas a las que captan a familias comiendo, festejando o en festivales religiosos, o bien, líneas de producción de alimentos, campos agrícolas y sus prácticas de cultivo, puntos de venta, lujosos restaurantes o variopinta comida callejera. 

 El concurso para el 2023 fue dado a conocer con toda oportunidad y cierra este próximo día 5 de febrero. Entre otras categorías se participa en la que otorga la champaña Taititinger, Retrato de comida de Marks Spencer, el premio MPB a la innovación, el Pink Lady Moments para el momento de felicidad, On pone que patrocina Action Against Hunger, Clarire Aho para fotografía de mujeres, el Hotel Art Group se otorga a la Crema de las cosechas. Todas estas categorías tienen diferentes subtemas y como se ha dicho se dividen entre profesionales y amateurs. Además, existen los premios regionales que se otorgan a aquellos fotógrafos de una región o lugar con una tradición y reconocimiento local a su trabajo a favor de la comida.

 Viendo los finalistas del año pasado, nos encontramos con imágenes de oriente y los infinitos colores de sus especies, los místicos banquetes de la india, las felices celebraciones de los europeos, los exóticos frutos del mar del Japón, los bizarros puestos de comida callejera en Corea, los jugosos bifes de la Argentina, la variedad de platos tradicionales de México. 

 Por cierto, desde hace algunos años se lleva a cabo el concurso México en una Imagen. Tiene, como todos los concursos, objetivos similares a los que hemos visto aquí, lo que varía es, obvio, las categorías y los premios. Por oscuras razones, que no podemos analizar en este momento, el concurso como tal, aunque permanece y ha logrado sobrevivir, no termina por convencer, ni alcanzar la profundidad que debiera y eso que muchas de sus imágenes son, precisamente, de comida. Así que, mejor por lo pronto: ¡buen provecho!

Publicado en Milenio Diario
Imagen: pinkladyfoodphotographeroftheyear.com

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