Lección de historia

 

Pierre Mignard. La musa Clío. s XVII


Hace una semana presenté a ustedes la invitación a una exposición de fotografía de 1996 organizada y montada en la estación del Metro Cuauhtémoc de esta ciudad; en ella participaron los miembros del grupo denominado Punto de luz. En la misma nota señalé tres conclusiones sobre la importancia del evento. Ahora quisiera retomar el mismo asunto y extender la reflexión que abre, o que creo abre o debería abrir, el conocimiento del evento. El historiador Jacob Burckhardt decía que la historia no es otra cosa que el conjunto [de hechos, acontecimientos, personas, sucesos, obras materiales e inmateriales] de lo que una época encuentra digno de atención en otra, confirmando, de paso, la sentencia de otra gran historiador, Benedetto Croce, en el sentido de que toda historia es historia presente, pues los hechos del pasado solo nos llegan o únicamente los llegamos a conocer y estudiar en la medida en que nos interese, hoy, ese pasado.

 Quiero pensar que nos encontramos en el umbral de ese momento en que sucesos de otros tiempos relativos a la actividad cultural y artística de la ciudad, empiezan a llamarnos la atención, no por mera curiosidad, sino por la necesidad de comprender mejor nuestro presente. En otras palabras, así como lo han hecho otras áreas o campos de la actividad humana en nuestra ciudad, creo que estamos, en el campo de las artes y la cultura, a punto de entender, que no hay comprensión del presente ni proyección al futuro, en tanto no se entienda y conozca el pasado. Muchas de las actividades editoriales del CONARTE, así como del Fondo Editorial de Nuevo León y la UANL, han tenido y tienen esta función por objetivo.


 Quiero creer que lo anterior es parcialmente cierto y que el conocimiento de la historia va ganando terreno en nuestra ciudad, no solo entre grupos académicos y profesionales, sino también entre los que de una u otra manera tienen que tomar decisiones, tanto en el sector público como en el privado, y si bien su interés es sobre asuntos puntuales, los responsables por la conducción de las políticas relativas a la cultura y las artes, van entendiendo que sin este conocer su pasado –el remoto y el inmediato-- no es posible ir más allá o provocar realmente un cambio. En este sentido, quizás el talón de Aquiles de la historia es el mismo que tenemos en el campo del arte y la cultura, no hemos encontrado aún, la manera de socializar mucho más estos conocimientos, hacer saber entre la inmensa mayoría de la población su importancia y utilidad. 

 Tan sencillo como lo siguiente. Es un defecto común –y lo digo sin ningún otra intención—entre los nuevos productores y promotores, entre los compradores y entre quienes decoran sus casas con obras muy contemporáneas, algunas de ellas locales, creer que nunca en esta ciudad se había visto algo como lo que sucede hoy en día; en otras palabras, que lo suyo es lo verdaderamente nuevo, lo antes no visto en la ciudad. Y bueno, no hay manera de negar eso, pero lo que no saben es que todas esas actividades que con tanto empeño llevan a cabo es posible gracias a que, por ejemplo, antes del MARCO hubo un Museo de Monterrey, antes que el Festival Santa Lucia, hubo un Festival de Música y Danza, con figuras quizás más relevantes que las que nos visitan hoy día; que antes de la galería Drexel, estuvo la de Arte Universal; que antes de Marcela y Gina, hubo otra pareja de productoras, las Guerrilleras del Arte (desgraciadamente no recuerdo más que el nombre de una de ellas Kene), que fueron el terror de algunos salones de Arte Vitro; qué pintores locales fueron llamados a los Estados Unidos a pintar murales; que Arte, A.C., fue, por años, el centro cultural de la ciudad; que la ciudad cuenta con la colección más completa de Pinturas de Castas en el mundo; que tuvimos el primer concurso a nivel nacional dedicado a las artes visuales, con patrocinio exclusivo de la iniciativa privada, o que en la ciudad han dejado su obra los arquitectos mexicanos más famosos, Pedro Ramírez Vázquez, Luis Barragán, Ricardo Legorreta, Mauricio Magdaleno. Todo lo anterior hay que documentarlo, interpretarlo a los ojos del presente, relacionarlo con la actividad local y sacar conclusiones. 

Como también habría que rescatar los artículos de Mario Herrera, Alfredo Gracia Vicente, Gian Carlo Von Nacher, José González Quijano y Jorge García Murillo, por hablar solo de los críticos locales, a los que habría que empatar con los mucho que han escrito sobre nuestras artes gente como Justino Fernández, Octavio Paz, Raquel Tibol, Olivier Debroise, Teresa del Conde, Rita Eder, Karen Cordero y tantos más. Como se ve tarea hay y eso solo hablando de historia contemporánea, es decir de la que ya deberíamos estar escribiendo antes que los que participaron en ella dejen de estar entre nosotros. Estos y muchos otros temas que seguro se les ocurrirán a los nuevos historiadores, nos permitirán entender el porqué del particular desarrollo cultural de esta ciudad. Vale la pena.

Publicado por Milenio Diario
Imagen: elarcondeclio.com.ar

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