La típica

 


En realidad, nunca he buscado seriamente la razón que explique la tendencia por la que, a fin de año o iniciando del siguiente, nos sentamos a pensar o a imaginar, más bien, qué es lo que viene en el futuro, muchas veces no son más que buenas intenciones, deseos nunca cumplidos, sueños de los que no quisiéramos despertar. Otras son resultado de análisis cuidadosos, científicos como los pronósticos del tiempo, otros de investigaciones que siguen rigurosos protocolos metodológicos, como las empleadas en las encuestas de opinión o de tendencias, económicas, tecnológicas, políticas, de mercado. El resto, por seguir la corriente o cumplir con la tradición, hacemos nuestro mejor esfuerzo tratando de ver lo que se viene, esperando, se cumpla o quisiéramos que sucediese, al hacerlo, al comentarlo, buscamos sirva de orientación, cuestionamiento o reflexión sobre lo que habrá de venir.

Más que sacar la bola de cristal para ver qué es lo que se nos avecina, quisiera presentar tres variables que creo serán determinantes para lo que suceda durante este año y quizás hasta para más. La primera de ella, no se refiere únicamente al campo de la cultura, sino que fácilmente se extiende a muchos otros, campos que creo que ya desde ahorita la empiezan a considerar y ver de qué manera se puede asegurar. Me refiero a la necesaria continuidad que deberán tener los programas y acciones que han probado ser más exitosos, eficientes, rentables, beneficiosos, en tanto se abandonan o dejan de lado lo que hasta ahora no ha funcionado. Para lograr esta continuidad es necesario, imprescindible, contar con herramientas de evaluación independientes, precisas y objetivas que den certeza a la hora de decidir por lo que ha de continuar y lo qué no. Si esta continuidad es fundamental en otras esferas de la vida pública, en la de la cultura y las artes no puede desestimarse, ya porque aquí los saberes y experiencias son más escasas, ya que la implementación de trabajos y sus resultados son a mediano y largo plazo, tanto como por los escasos y pobres que suelen ser los presupuestos, por lo que no se pueden estar gastando en transiciones. 

 La segunda variable que quisiera ver en acción a lo largo de este año se refiere a la cuestión de los dineros. Ya lo decía un poco más arriba, como norma lo dedicado, ya sea por el sector público o privado, a las tareas concernientes al área de la cultura y las artes es mucho menor a la que se aplica en otras áreas, quizás no tan sensibles como lo son estas (por ejemplo, la compra de armamento). Como esta es una tendencia mundial que, a pesar de tener buenos años, nunca llega a ser la ideal, lo mejor, creo yo, es buscar más allá de los fondos públicos, otras fuentes de financiación. De ninguna manera se trata de dejar de exigir al estado cumpla con presupuestos crecientes, lo mismo para la cultura y las artes, que para la educación y deportes, sino de encontrar los mecanismos necesarios que permitan entren otros flujos de dinero hasta ahora no considerados o suficientemente apreciados (por ejemplo y aunque sea totalmente impopular, el costo de las entradas a los espectáculos promovidos por el estado, incluidas exposiciones, deberían ser una de esas fuentes importantes para el mantenimiento de estas áreas). Si se van a buscar recursos fuera de los presupuestos oficiales, la acción debe estar lo más lejana a la figura de estirar la mano al que pase a ver qué nos deja. Creo que todo debe empezar por tener una consciencia clara y precisa de qué y para qué se va a pedir y en qué condiciones se va a pedir, no es lo mismo ir como mero acompañante que como socio activo con idénticos riesgos, pero también beneficios. Si se van a pedir y permitir acompañantes en estos campos, no va a ser para cualquier actividad, la mayoría de estas las ha de cubrir y generosamente, el estado, solo se debería acudir a la búsqueda de otros fondos, en aquellos proyectos que, por su extensión, trascendencia, proyección y alcance al gran público, hagan evidente que se trata de una tarea que rebasa la actuación de un solo actor. 

 Lo anterior implica la presencia de mi tercera variable, esto es, la selección de aquellos proyectos o acciones que, efectivamente, no solo demuestren que rebasan las posibilidades del estado, sino que, más importante aún, sean capaces de demostrar y has donde se pueda garantizar el éxito del mismo, éxito no solo en términos monetarios (que también sería necesario considerar) sino de la razón, la motivación, la necesidad de llevarlos a cabo. Para ello, así como hablábamos de la necesidad de herramientas independientes que informen lo más objetivamente posible, continuar o no, en este caso, de qué programas o propuestas merecerían estos esfuerzos de coparticipación financiara. Herramientas que sean compartidas y empleadas por todos los involucrados y entre todos se tomen las decisiones.

 Finalmente, espero que, así como con este tema iniciamos el año, tengamos oportunidad de volver a él de vez en vez, nada más como para ver si valió la pena hacer este ejercicio de año nuevo.


Publicado en Milenio Diario

Imagen; media.premiumtimes.com

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