De lo guardado y por guardar


 

En plática reciente con Rosa Casanova, entre otros cargos y responsabilidades, miembro de la asociación civil Memoria del Mundo (Memory of the World), iniciativa sancionada por la Unesco, cuya finalidad consiste en preservar y garantizar el acceso al patrimonio histórico documental, me comentaba que una de las preocupaciones actuales dentro de la organización, quizás no la primera, pero sí de las centrales, es cómo guardar los archivos digitales, y mantenerlos accesibles para todo el mundo, no solo hoy, sino, principalmente, en los años venideros. 

 Creo que a la mayoría de nosotros nos ha sucedido que al momento de querer volver a usar una memoria digital, un floppy disc por ejemplo o un disco DVD, es prácticamente imposible hacerlo, puesto que ya no están en circulación las máquinas lectoras para hacerlo, y eso en el mejor de los casos porque también se corre el riesgo de que la misma información ahí contenida haya sufrido algún daño y/o que el programa que hacía posible su producción y acceso, estén discontinuados complicando así, su identificación y recuperación. Muchas veces estas operaciones resultan más costosas que el valor de la información que se trata de rescatar. Comentando el mismo tema con amigos, se mencionó la paradoja de que un texto análogo, digamos los Manuscritos del mar Muerto o Rollos de Qumrán, escritos entre el 250 a. C. y el 66 d. C., sepultados más que escondidos en las montañas del desierto israelita, mal que bien y a pesar del mucho deterioro que han sufrido se ha logrado leer e interpretar su contenido, nos preguntamos si esta misma acción sería posible realizar de encontrar un USB dentro de mil años. 

Todos sabemos de la velocidad y facilidad con que cambia la tecnología, solo para darnos cuenta de que quizás estas cualidades que tanto ponderamos no sean las que necesitamos para la preservación de la memoria de la humanidad. Y en este momento me viene a la memoria la novela y película Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, distopía en la que están prohibidos los libros y todo el que se encuentra es quemado. Ante esta situación, grupos de humanos, en la clandestinidad, preservan los libros a partir de su memorización exacta; quizás estas “herramientas” sean más seguras y confiables que cualquier disco duro. 

 El problema no es menor si tomamos en cuenta la cantidad de información histórica que ya se ha digitalizado y que, efectivamente, una buena parte de ella se encuentra accesible para cualquiera que sepa cómo y dónde encontrarla y manipular los dispositivos de su lectura. A ese material hay que sumarle todo lo moderno y contemporáneo que no solo se ha digitalizado, sino el que se creó al margen de cualquier intervención análoga, el cual, creo yo, para este momento ya ha de ser mucho más que todo lo producido manual y mecánicamente. Y es que el problema se complica, puesto que hoy día existe más material que, como se dice, más arriba se genera digitalmente y se conserva de la misma forma, pensemos por ejemplo en los e-mails que se encuentran refugiados en la memoria de las computadoras y aunque sufrirán igual destino que el demás material digital, su solo presencia los hace objeto de rescate, lo que no sucedía con los miles, millones, de epístolas que fueron escritas y que simplemente dejaron de existir por una u otra razón. 

 Estoy más que seguro de que en este mismo momento hay un buen número de científicos y técnicos trabajando en la resolución de este problema, como seguro estoy de que esta tarde o temprano se hallará. Uno de los escollos que tendrán que superar es, creo yo, la unificación de formatos; en lo análogo, aunque tenemos lenguajes diferentes, la gran mayoría se resuelve escribiendo sobre una superficie y aunque se puede hacer con pluma, lápiz, fuego, el resultado siempre es el mismo, algo así necesitamos en el mundo digital. Asociado a este problema, está el de la caducidad, la tecnología tendría que renunciar a que sus programas y lectoras de ellos tengan una fecha de caducidad, con ello se lograría que todo que conservan en su interior, se vuelva tan eterno como sea posible prever, que hombres y mujeres del año 3000 sean capaces de leer y comprender, lo que hacían, soñaban y esperaban sus ancestros del 2022.  Finalmente, entre más tardemos en encontrar e implementar soluciones a estos y muchos otros problemas, mayor será el costo de la migración forzosa que tendría que darse de todo lo que se ha digitalizado y se sigue haciendo en tanto se espera ese sistema universal. 

 Entreviendo el tema, recordando lo que nosotros mismos hemos enfrentado, no es nada difícil entender cuál es la preocupación de la Memoria del Mundo y hasta hacerla nuestra pues mucho depende de ella.

Publicado por Milenio Diario

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