Sabia virtud de conocer el tiempo

The Path (2002)


 Esto nunca se debe hacer, pero seré sincero, si es usted nerviosita(o), padece el TDAH (síndrome de atención dispersa), es inquieta(o), o de plano no puede darse el tiempo suficiente como para pasar un buen rato, sin hacer otra cosa que estar viendo, no le recomiendo ir a la exposición Tiempo suspendido del norteamericano Bill Viola (1951) abierta al público desde el pasado día 18 en el museo MARCO. En las líneas que siguen espero poder justificar esta recomendación. 

Como es de todos conocido, el trabajo de Viola se inserta en lo que se llama videoarte, o sea que se expresa a través de imágenes electrónicas en movimiento aprovechando todos los recursos que pone a su disposición la tecnología digital. Aunque técnicamente esto es lo que hace, nada, ni remotamente, tiene que ver o se asemeja siquiera a nuestra experiencia cotidiana con la televisión o los vídeos de las redes sociales, sin embargo, si nos fijamos bien, su trabajo trata precisamente con el corazón de esta actividad-experiencia, con el ver y todo lo que de ahí se desprende. Los temas relativos a la percepción, la consciencia, la relación entre el ser y su entorno, han sido constantes en la obra de Viola y han evolucionado, es decir, se han hecho más complejos y profundos, según el desarrollo de la tecnología empleada. Desde este punto de vista –el desarrollo de la forma podríamos decir---, no es igual de intensa la pieza The Reflecting Pool (1977) que Surrender (2001) y ello se debe al empleo de tecnologías cada vez más sofisticadas. Diríase que las reflexiones de Bill Viola, sobre los temas eternos de la vida, la muerte, el más allá, las emociones, lo sagrado, etc., en la medida que se iban cargando de más y más filosofía, también se fueron haciendo más compleja en términos de su presentación en estos medios. 

Pero no es de esta relación de la que quiero hablar. Me regreso el tema del ver. Aunque parezca evidente el simple acto de ver implica un tiempo, vemos en el tiempo y, a su vez, nos consume tiempo. En un espectáculo, una obra de teatro, por ejemplo, vivimos de hecho tres tiempos, el tiempo que dura la obra, el tiempo que tiene lugar en ella, y el tiempo de nosotros, el del espectador. Podría decir que todos los trabajos del norteamericano ponen en juego estos tiempos y sus combinaciones. Lo interesante es que, al enfrentarnos a estos trabajos, el artista, nos obliga a tener consciencia de ellos y a reflexionar en el papel que juega cada uno, primero en lo que estamos observando, después en la propia vida. 

Estos tiempos se relacionan a su vez con la teoría aristotélica de las tres unidades del teatro. La unidad de acción (solo debe pasar una cosa), la unidad de tiempo (debe pasar en un solo tiempo), y la unidad de lugar (sucede en un único entorno). Los 15 trabajos que se exponen en el MARCO están compuestos con estas tres unidades. Esta combinación entre tiempos del espectáculo y unidades escénicas está ralentizada en el tiempo real del espectador. Vivir la experiencia a la que te enfrentan estos trabajos requiere entonces de tiempo, tiempo que debes tener para estar frente a una pantalla por un promedio de 15 minutos en cada pieza. Estar viendo lo que sucede en una pantalla por 15 o más minutos requiere de paciencia y tranquilidad y si me apresuran diría que hasta de dejar de pensar en el trajín de la vida fuera del museo. Para colmo, si te sometes a los primeros dos o tres trabajos sufres una especie de condicionamiento que te obliga a mantenerte atento a lo que de uno a otro momento podría suceder, aunque nunca vuelva a pasar. Por esto es por lo que advertía en un principio que, si no estaban dispuestos o en condiciones de pasar cerca de hora y media frente a un monitor en el que aparentemente no pasa nada, no vale la pena ir a ver esta exposición; para de verdad apreciarla, gozarla, aprender de ella, hay que gastar un tiempo con el que el propio Viola está contando. 

A fin de no dar una idea equivocada sobre estos trabajos y hacer creer que todos son similares, citaré dos de ellos, desde mi punto de vista, muy distintos porque cada uno de ellos es un ejemplo de cómo Viola emplea los tiempos en su obra, la primera de estas piezas es Abblations (2005) y Tristan`s Ascension del mismo año. La primera presenta en tiempo real el lavado de manos, pero lo importante es la relación que se establece entre el chorro de agua puro y corriente y el choque que tiene al ser empleado por las manos en el acto de limpieza. La segunda se combina además con el sonido del agua que cae de una cascada, aquí el tempo es totalmente subjetivo, nada tiene que ver el tiempo de la escena que vemos, el tiempo interno del video, y los tiempos que nos consume el verlo. 

Si he de ser sincero, ojalá usted se dé el tiempo de visitar y gozar de esta que es una gran exposición.

Se publicó en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes20210.wordpress.com

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