En la calle


 

No solo por las expectativas que pudo haber levantado entre amigos y la comunidad de fotógrafos en general (aficionados o no), sino también porque las características que presenta esta exposición la hacen un buen ejemplo que merece un análisis más o menos pormenorizado del que creo, todos, podemos aprender algo. 

 Me he de referir entonces a la exposición Espacios Regios, de Antoine Rodríguez, abierta al público el pasado 26 de agosto en el bar Las coronitas, en el centro de la ciudad. Vamos, pues, por partes. 

En primer lugar, el espacio donde se llevó a cabo el evento. No es esta la primera vez que se hacen así, recuerdo una, hace años de Jaime Toussaint en la cantina La Nacional de Madero y una más que memorable de Geroca en el bar Stein & Toklas en Carranza. De ahí en adelante se han multiplicado los espacios alternos de exhibición, cafeterías, bibliotecas, edificios en construcción o abandonados, parques, etc., y claro hoy día las diversas plataformas que ofrece la red. Con todo y lo bien intencionado de estas muestras, el ambiente que casa con la temática de las fotografías, la opción que representan para muchos que difícilmente podrían presentar su obra de otra manera, no es recomendable hacerlo más de una vez, entre otras razones, las fotografías, pinturas o grabados, nunca se podrán ver con la claridad y el espacio que demandan. 

 Segundo, el género al que pertenecen las imágenes. Se trata de uno de los que más han visto ensanchado su horizonte principalmente por la facilidad que prestan las cámaras digitales o simplemente los teléfonos inteligentes, la fotografía de calle, callejera o Street Photography va de los rincones más oscuros de los vecindarios urbanos, a la vida en la calle de las sexoservidoras, a parroquianos crónicos de bares y burdeles, a las salas de fiesta más elegantes, a los paseos de los ricos y famosos, hasta llegar a los Selfies tomados en la punta de algún edificio o al borde de cualquier precipicio. Muchas de las fotos más conocidas, de nuestras favoritas incluso, provienen de aquí. Por supuesto, Cartier-Bresson y Robert Frank, Elliot Erwitt, Vivian Meir, Gary Winogard, Lee Friedlander, pero también se encuentran entre ellos quienes nos han presentado lo más sordido de nuestras calles y sociedad, pensemos en Diane Arbus, Antoine D’Agata (de donde toma su nombre Antonio Rodríguez), Nan Goldin, Joaquín García-Alix, Aristeo Jiménez, entre otros. 



 Lo que quiero decir es que quien desee cultivar principalmente este género, ha de tomar en cuenta toda esta historia tras él para ir encontrando las vías por las cuales él novel fotógrafo desea expresar su visión y entendimiento del mundo, sin repetir, sin caer en el lugar común, sin dejarse seducir por la emoción que puede provocar el acercarse a lo desconocido o prohibido, al peligro, y en ese mismo sentido, por el escándalo o la confrontación gratuita. A diferencia de lo que sucedía, por ejemplo, a mediados del siglo pasado, hoy día hay una serie de restricciones legales que limitan o acotan la actividad de quienes a esta clase de fotografías se dedican. Lo interesante es, cómo con todas esas normas o reglas, algunas incluso no escritas, se pueden lograr imágenes que nos sigan reproduciendo hasta el último detalle la vida y quehaceres en las calles de pueblos y ciudades. 

Tercero y último. Antoine Rodríguez es un hombre joven, diseñador gráfico y si lo recuerdo bien, ha comentado que desde el 2017 ha trabajado más asiduamente la fotografía, medio por el que, desde pequeño, se ha sentido atraído.En estos últimos cinco años ha tenido ya tres exposiciones no muy distintas a esta. Está bien, pero no son siquiera suficientes para hablar de un incipiente currículum (sí deberán aparecer en él pero solo como eso como un inicio aún incierto). Parte de su trabajo de ahora en adelante, si está interesado realmente en seguir por este camino, será conseguir otro tipo de exposiciones, aunque sea participando en colectivas. Sus fotografías se deben ver bajo una luz muy distinta a la de los bares y tendajos.


 Mas lo anterior deberá ser la menor de sus preocupaciones, de ahora en delante, está la mayor atención que debe prestar a sus originales antes de entregarlos a su impresión, lo mismo que deberá ser más riguroso y demandante con el resultado impreso que reciba de sus fotografías. Este tipo de imágenes, las callejeras, deben ser impresionantes por lo que muestran y por cómo lo muestran, de tal suerte que nuestras ideas y creencias sobre las calles se vean problematizadas por ellas, pero también por la calidad, por la claridad de visión con que comunican sus temas, y más tomando en cuenta las condiciones en que, la mayoría de ellas, se obtienen, razón de más para ser exigente con su presentación. El camino para convertirse en un fotógrafo de calle exitoso es largo y complejo, el de Rodríguez, apenas comienza.

Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver en www.arte2010.worpress.com

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