Arte y ciencia

Jean Matejko. El astrónomo Copérnico conversando con Dios. 1873



 Las relaciones entre el arte y la ciencia o las ciencias ha sido largamente estudiada, ya sea en la aplicación de ciertos principios científicos a la producción concreta de objetos considerados artísticos (producción del vidrio, el óleo, la fotografía, etc.), por el empleo directo de adelantos científicos (toda la era digital) o por la aplicación de la ciencia en el conocimiento, estudio y análisis de esos objetos. Por otro lado, hay tanto científicos, como productores de arte que aseguran que en ambos tipos de trabajo interviene el mismo tipo de creatividad, o, dicho en otras palabras, que la creatividad es solo una independientemente de dónde se manifieste, en la ciencia o el arte. 

 Con todo y lo anterior hoy me gustaría acercarme a las diferencias que existen entre ambas actividades. Durante siglos, el ejemplo del proceder científico fue la aspiración de todos los demás saberes, de hecho, es por eso por lo que tenemos una psicología, antropología, sociología y otras ramas de las llamadas ciencias sociales y de las humanidades que pretendían actuar como la ciencia (o ciencias físicas) a fin de mejorar, digamos, su rating. 

 Por fortuna esta aspiración es cada vez menor, pues se entiende que el camino a seguir y los resultados que se obtienen son de muy distinta naturaleza entre la una --la ciencia-- y la otra –genéricamente las artes--. Y es que, al margen de las muchas y severas críticas que ha recibido el método científico, se ha hecho evidente no solo que se trata de otro tipo de conocimiento y su construcción, sino también de los resultados materiales que deriven de ese conocimiento. 

 La diferencia fundamental entre el arte y la ciencia o ciencias se encuentra en las consecuencias de su avance o tránsito en el tiempo. Mientras que para la ciencia su avance tiene por objetivo superar su estado previo, y solo en esa superación encuentra sentido su producción de saber, en el arte (las humanidades, ciencias sociales), más que desechar o superar, se busca y promueve la multiplicación de acercamientos, de explicaciones, de tal suerte que ninguna supera o es mejor que otra, ni el conocimiento que se genera, como tampoco los objetos que de ahí nacen. Para Ptolomeo la tierra era el centro del universo y a su al derredor giraba todo lo demás, su teoría que para su tiempo representó un gran avance fue sustituida por el sistema heliocéntrico de Nicolás Copérnico, es decir entre ambos astrónomos hubo un avance, un acercamiento gradual a la realidad de la mecánica universal. Difícilmente encontraremos hoy en día defensores de la tierra como centro del universo. 

 Por el contrario, las aportaciones a la práctica de la pintura de van Eyck, no son inferiores, falsas o inútiles frente a los consejos de da Vinci, ni la Gioconda (1503-1519) es mejor que el Matrimonio de los Arnolfini, (1434) (afirmarlo es más una cuestión de gusto subjetivo que un hecho científico, es decir, comprobado). En el caso de la ciencia hay la pretensión de llegar a la verdad en un campo determinado (la biología, la química, la física), en el de las artes tal búsqueda no tendría sentido, puesto que no se desea demostrar nada, tan solo realizar una representación (lo más exacta, lo más expresiva, lo más conmovedora, lo más piadosa, etc.) de lo que en su momento artistas y sociedad consideran es lo más valioso (si acaso hay una aspiración en las artes y que hoy resulta cuestionable sería la de la belleza). El conocimiento científico es objetivo, conciso y cuantificable, el de las artes subjetivo, cualitativo y relativo. 

 En efecto, lo mismo puede decirse del conocimiento que genera cada sistema, en el de la ciencia, a pesar de los pesares, hay saberes correctos e incorrectos, el chiste es, precisamente, eliminar los incorrectos y sumar los correctos. En las artes esto no existe, aunque muchos así lo pretendan, no hay un conocimiento más correcto que otro, las Vitae de Vasari, no son mejores que las Vidas de Palomino o las biografías de Clark, unas podrán tener más información que otras, pero no por eso las vuelven desechables; es más cualquiera que quisiera estudiar a Diego Velázquez por ejemplo, tendría que leer la biografía que le hizo Jonathan Brown, pero también la de Francisco Pacheco, su suegro, la una no sustituye a la otra. 

 Por eso habría que desconfiar de cualquiera que en nombre del arte pretende dictar cátedra, condenando a unos y ponderando a otros como si sus designaciones fueran únicas, ciertas e incontrastables. No hay nada, en el mundo de las artes y disciplinas complementarias que tengan tal carácter. Eso sí, se puede decir esto o aquello cual, si fuera verdad, siempre y cuando se acompañe de un “según yo”. En ciencia 2+2=4, independientemente de lo que me parezca a mí, sería absurdo decir que desde mí puno de vista dos más dos son cuatro. Caso contrario, afirmar que tal pintor o exposición son mejores o peores objetivamente, probablemente, pero a los ojos de unos, no de todos y eso no es ciencia.

Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imagen es.wikipedia.org

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