Más sobre el gusto

Raphael. Baltasar de Castiglione. c.1519


Sobre gustos no hay nada escrito.

 
 
Si después de leer mi colaboración de la semana pasada concluimos que en términos de apreciación artística todo es cuestión de conocer cómo se manifiesta el canon, no andaremos muy equivocados. Igual se puede concluir que en el mismo campo –el de la apreciación-- existe una especie de unidad común entre todas las manifestaciones, es decir, que la argumentación y juicio que se puede externar a favor o en contra de una pintura, puede servir, exactamente para la arquitectura o el cine (claro sin dejar de tomar en cuenta lo específico de cada manifestación). 

 Ahora bien, agreguemos un problema más. Supongamos que tenemos dos fotografías con un mismo motivo y que ambas se ajustan, se ciñen, a la perfección, con el canon más estricto, ¿ambas tendrán el mismo valor, el mismo aprecio, o pueden diferir entre sí? Obviamente, pueden ser igual de valiosas, pero igual una de las dos podría recibir la valoración más alta que es la de tomarla por una obra de arte, en tanto que la otra sería rechazada. ¿Cómo explicar esta situación? Tradicionalmente, se ha considerado como responsable de estos casos a algo tan evanescente como es el gusto. El gusto como sabemos es el resultado de la excitación causada en el órgano sensorial correspondiente, la lengua y la cavidad bucal, que permite reconocer los sabores. No es difícil entender por qué se ha trasladado este concepto del campo de la fisiología al de la teoría del arte. El gusto, como tal, permite, primeramente, la identificación (salado, dulce, amargo, ácido, etc.) y su proporcionalidad, e inmediatamente ofrece el resultado de las dos acciones anteriores y las califica: muy salado y poco salado desagradable, el gusto medio para tal o cual alimento, agradable. En donde por justo medio se ha de entender la correspondencia con canon, en este caso, de las artes. El gusto artístico, llamémosle así, sería, pues, el responsable por la identificación y valoración de lo artístico, lo estético o si se prefiere más simplemente, de lo bello. 

 El gusto como los demás sentidos se puede moldear o educar, siendo común a todos los humanos, el buen gusto correspondería a quienes han sabido educarlo, en tanto que el mal gusto, sería característico de quienes han tenido poca oportunidad de ejercitarlo; es decir el buen gusto sería amplio, inclusivo, atrevido, innovador, mientras que el mal gusto resultaría ser torpe, inmóvil, de rápida satisfacción, poco arriesgado, masivo. Dos cosas se desprenden de lo anterior, uno que la definición de buen y mal gusto es variable y depende del momento histórico que se viva o se escoja; y dos, que el gusto está asociado, sí o sí, con la clase social, pues depende de qué tanto acceso se tenga a la educación y consiguiente estimulación del sentido y su órgano; a mayor educación, un gusto más rico y mejor, dígase lo contrario sobre el mal gusto. 

 Por ser el gusto un concepto tan subjetivo, la antigüedad no echó mano de él. No será sino hasta el Renacimiento y más concretamente durante el Manierismo, que tímidamente empiece a aparecer, por ejemplo, en El cortesano de Baltasar de Castiglione (1528). No olvidemos la influencia que este personaje tuvo sobre Raphael, la cual es fundamental para entender la transición entre el arte basado en principios objetivos y su versión subjetiva, que culmina con el arte Moderno. El siglo de las luces, el XVIII, será el que teorice con mayor ánimo sobre el gusto y el juicio estético y/o artístico, Voltaire, Rousseau, Diderot, Shaftesbury, y hasta el padre Feijóo, elucubran sobre su importancia Quizás el más valioso de ellos, haya sido Immanuel Kant (1724-1804). Su bien conocida Crítica del Juicio (1790), pudiera ser tomada por uno de los últimos intentos de la Ilustración por conciliar los dos polos del saber humano el objetivo y el subjetivo, al concluir que el gusto es subjetivo, pero que el juicio que le sigue es universal; lo que quiere decir que yo puedo pronunciarme sobre un objeto X, lo que es una acción subjetiva, pero eso que he dicho sobre el objeto cualquiera puede o debe reconocerlo, lo que significa que mi juicio es universal (lo que no implica que coincidan con él). 

 De las vetas más recientes e interesantes que se han abierto sobre el estudio del gusto, está el libro de Galvano della Volpe, Historia del gusto (1956-57) en dónde va desmenuzando época por época las ideas y formas que ha tomado el concepto dependiendo de su momento histórico y su asociación con determinadas clases sociales. Y los diferentes trabajos que desarrolló el sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) y su equipo, entre los que se encuentra La fotografía, un arte intermedio (1965), en el que asocia la práctica de este medio a un determinado gusto y clase social, pero esa ya es otra historia.

Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede leer también en www.artes2010.wordpress.com
Imagen arte,laguía2000.com

Comentarios

Entradas populares