Más sobre las otras fotografías, la expresión y la comunicación.

Henri Fox Talbot. El lápiz de la naturaleza. Imagen No.3. Artículos de China. 1844


El presente texto puede tomarse como extensión de lo que escribí la semana pasada. Hace ocho días al hablar de las otras fotografías traté de llamar la atención sobre otro universo de imágenes, quizás no tan populares entre el público en general, pero que igualmente han servido y sirven para ampliar nuestro conocimiento de lo que nos rodea. Según lo entiendo, una de las preguntas más serias que plantea la presencia de estas otras fotografías, es que de vez en vez y sin saber exactamente cómo ni por qué –este es el cuestionamiento que nos tenemos que hacer—una o unas de ellas logran “escapar” de su universo para entrar en contacto con el del arte, la publicidad, el periodismo, el espectáculo, y en ese momento, sin abandonar su aura de imágenes científicas, médicas, antropológicas, sociológicas, o amateurs tomadas por un padre inexperto en los quince años de su hija, se ven bañadas por nuevos valores y calidades, al grado, incluso, de ser tomadas cómo ejemplos de nuevos géneros. 

 Este transitar o transmutación de uno a otro estado bien pudiera ser el mejor modelo para explicar la historia de la fotografía, o mejor aún del cómo se ha convertido –la fotografía-- en la imagen dominante en nuestra iconósfera superando, y con mucho, cualquier otro método de producción de imágenes (pintura, dibujo, escultura, etc.). Es decir, de la generación inicial e indistinta de imágenes (recuérdese El lápiz de la naturaleza de Talbot o los primeros catálogos de Daguerre, y la variedad de asuntos que presentan), algunas se fueron decantando y, con el paso del tiempo, terminaron por identificarse y pertenecer a los géneros tradicionales (paisaje, retrato, bodegón, etc.), a partir de su constitución –en géneros fotográficos—la evolución de la fotografía no ha sido más que un caminar que va de esa masa amorfa de imágenes, en la que están contenidas todas las otras fitografías de las que hemos hablado, a ser “descubiertas”, para, a partir de ahí, dar a conocer su inédita estética, su ejemplar oportunidad para lograr ciertas tomas, su exquisito uso del oficio (hacer una lista de los fotógrafos “descubiertos” empezando por Ana Atkins o Eugene Atget, hasta Vivian Maier, podría ocupar una buena parte de la historia oficial del medio). 

 Si este fuera el mecanismo que ha permitido a la fotografía crecer sin límites, ¿cómo podría explicarse en su parte medular?, esto es, ese misterioso paso donde deja de ser una fotografía más en el diario de un antropólogo para convertirse en ejemplo consumado del retrato de grupo, o de registro geológico a fotografía abstracta, de imágenes cándidas tomadas para recordar la boda, el bautizo, las vacaciones, etc. a piezas, buscadas, codiciadas, coleccionadas, que pueden, incluso, adquirir precios impensables. 

 En su explicación más elemental, la comunicación consiste en la presencia de un emisor, un mensaje y un receptor. Para que el mensaje pase, se transmita, del emisor al receptor se requiere de un medio. De esta manera es sencillo entender por qué hablamos de la fotografía como medio, no solo permite que el mensaje del emisor llegue a su destino, sino que lo materializa, lo convierte en imagen. De aquí que toda fotografía sea, de inicio, un acto de comunicación, o, paralelamente, que todas ellas transmitan un mensaje, independientemente de las intenciones de su autor, de quien oprima el obturador o de qué tan consiente esté de que al hacerlo –accionar la cámara—su resultado comunicará algo. 

 En la misma lógica y para entender, el tránsito del que hemos hablado no basta con saber que comunican las fotografías, sino más importante aún es aprehender el cómo lo hacen, ya que en esa combinación entre contenido y cómo se transmite, cómo se comunica, en qué forma, anidan todas las lecturas que harán posible la transmutación de las imágenes de uno a otro nicho. La imagen No. 3 del libro del Talbot, nos interesa no porque presente objetos de cerámica chinos, eso ya lo habían hecho antes y lo hacían los pintores, en especial los orientalistas, lo crucial en esta imagen, por la manera en que Talbot dispuso su colección de figurillas, es que estaba comunicando, dando a conocer, las posibilidades de reproducción de su descubrimiento, el Calotipo. En otras palabras, estaba expresando un mensaje no sobre la cerámica, sino sobre la capacidad de reproducción del entonces nuevo medio, la fotografía. Así pues, la forma en que se comunica un contenido no es más que lo que su autor busca o quiere expresar sobre tal o cual contenido, y eso enriquece, especialmente, a las imágenes fotográficas, ya que, cada persona, cada época, otorga un valor diferente a la manera en que ellas expresan.

Publicado en Milenio Diario
Se puede ver en www.artes2010.wordpress.com
Imagen: proyectoidis.org

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