¿Amateur?

Henri Lartigue. Grand Prix of the ACF. 1912



A la memoria de Noemí Osuna y Jonathan Brown, QEPD 

Hace unos días un amigo tuvo el acierto de compartir con algunos de nosotros uno de los primeros libros dedicado a la obra de Jaques Henri Lartigue (1894-1986), The Famiy Album of a Guilded Age (El álbum familiar de una edad dorada), editado en Suiza por Ami Guichard, en 1966, volumen compuesto por lo que podríamos decir la primera parte de la producción fotográfica del francés, del momento en que empieza a utilizar la cámara –regalo de su padre a los siete años de edad—hasta sus primeros años de juventud cuando decide estudiar pintura de la que siempre habló como su única profesión. 




El caso de este personaje es, por muchas razones, paradigmático, dos de las cuales trataré de exponer aquí. En primer lugar, el que haya sido descubierto tardíamente no sería nada sorprendente –en cuántos casos no se ha dado lo mismo—a no ser que consideremos que su interés primordial no fue la fotografía sino la pintura (por cierto, en este otro medio también ha logrado cierto reconocimiento principalmente por sus retratos). John Szarkoski, el famoso curador de fotografía del MOMA, lideró a quienes lo descubren como el gran fotógrafo que fue, y para probarlo le ofrece una exposición individual en 1963 (lo que no era corriente en ese entonces y menos a fotógrafos no reconocidos). 

Tres años más tarde, ya habiendo regresado a la producción fotográfica –desde el ‘62, publica sus trabajos en las páginas de LIFE—conoce a Richard Avedon quien acaba de lanzarlo a la fama. Dos años después editarán el libro monográfico A Diary of a Century, Henri Lartigue (Diario del siglo, Henri Lartigue) que finalmente aparecería en 1970 publicado por Viking Press. Así pues, ampliamente conocido y apreciado por su labor fotográfica, en 1979 donó al estado francés su archivo completo, que suma miles de piezas entre positivos y negativos, donde los más antiguos proceden de 1902. 




 Podríamos decir, en síntesis, que Lartigue ejemplifica no al fotógrafo que es redescubierto, sino al que nunca aspiró a serlo. Es decir, claro que le interesaba la fotografía, era un apasionado del medio y si tomó tal cantidad de imágenes fue más por su pasión por la vida misma, por el deseo de capturar y hacer pervivir su medio ambiente, su estilo de vida, intereses y aspiraciones, que son los de un joven de clase alta en una Europa que aún no sabe de los horrores que traerán consigo las dos guerras que caerán sobre ella, pero no porque pensara que así él o su trabajo, sus fotos, sobresaldrían, no, para ello tenía y recurrió a la pintura.

 Díganos que Lartigue tuvo hacia la fotografía un gusto descuidado, no sintiéndose fotógrafo poco le interesaban aspectos técnicos y/o teóricos del medio, de ahí que en más de una ocasión olvidara levantar la tapa del lente a la hora de fotografiar, usara películas vencidas, lentes sucios, diafragmas y velocidades no convencionales, enfoques y encuadres poco ortodoxos, negativos sucios o maltratados, en fin, un uso de prisa y descuidado con tal de no perder lo que en ese momento estaba viviendo o atestiguando. Es de este empleo del equipo fotográfico de donde provienen sus fotografías más interesantes, los autos de carreras distorsionados, las personas suspendidas en pleno vuelo, los negativos rayados por la arena de la playa de moda, las dobles exposiciones, la ausencia de profundidad de campo que provoca que personas y animales en diferentes planos, parezcan fundirse en una sola imagen. Errores así considerados en otra época –aun a muchos les cuesta trabajo aceptarlos—que hoy en día forman parte del lenguaje corriente de la fotografía. Errores gracias a los cuales hoy sabemos más del movimiento, del espacio, de la luz.

 No son de este tipo o con estas características todas las fotografías que tenemos de Lartigue, faltaría contar sus innumerables retratos, su familia, las comidas formales y campestres, las fiestas, los viajes, los deportes y espectáculos, sus amores y amistades, todo aquello que vivió intensamente y deseo dejar como testigo de su propia vida y momento, nada más. 

Creo que la mejor lección que podemos tomar de Lartigue, es que no existe manera de determinar la naturaleza de la fotografía. ¿Quién después de conocerlo, se atrevería a decir que fue un fotógrafo amateur?, cuando en realidad lo fue gran parte de su vida. Sin embargo, la fotografía, materia esquiva, como el Covid, siempre está mutando.

Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imágenes: jacksontimeart.com
manhattanrarebooks.com
micamera.com

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