Te pareces tanto a mi...

 

Étienne Carjat. Charles Baudelaire. 1863

Tengo para mi que después del paisaje, el retrato fue uno de los primeros géneros en desarrollarse en la fotografía, razón por la que pudieron haberse puesto nerviosos algunos pintores, pues amen de la competencia real que pudo significar, simbólicamente era el medio para retratar a las nuevas clases, en especial a la triunfante burguesía en tanto que la pintura cada vez más se le identificó con la aristocracia y la monarquía, la fotografía por esta y otras razones, se convirtió en el arte democrático por excelencia. 

 Cada género posee una serie de, digamos, especialidades, por ejemplo, en el paisaje las marinas serían una de ellas. En el caso del retrato rápidamente se sucedieron varias de ellas, las infantiles, las de grupo o familiares, las de actrices y gente de la farándula, etc. Por las características del medio el retrato se convirtió casi de inmediato en el medio más confiables para la identificación de personas de donde se desprendieron la fotografía forense y la criminal. A la ciencia o seudo ciencia le regaló la fisonómica, la antropológica y la etnográfica, y al hombre común su propia imagen y la de sus seres queridos. Tan especializado se ha vuelto el retrato que, según propia apreciación, es el único género que ha logrado, en esta época de transformaciones, desarrollar una especialidad más, el Selfie. Según mi propia apreciación, más del 50% del contenido de las redes sociales son retratos en cualquiera de sus especialidades. 

 Tres aspectos me han llamado siempre la atención sobre el retrato. Pareciera una perogrullada, pero no hay dos retratos iguales; parece lógico en tanto que ninguno de nosotros se parece a otra, pero incluso si se trata de la misma persona fotografiada una y otra vez, hasta por el mismo fotógrafo, nunca serán iguales sus retratos. 

 El segundo aspecto es cómo a través del retrato podemos conocer personas que de otra manera nos serían inaccesible, no sólo por las distancias físicas reales, sino incluso por el tiempo. Es decir, gracias al retrato podemos saber cómo son, cómo lucen personas que se encuentren en las antípodas, pero igualmente mis abuelos, personajes de la historia, de la ciencia y las artes. Entrar en contacto a través del retrato no está exento de cierta sensibilidad o identificación emocional, ¿cuántas veces no ha pasado que, al conocer a tal músico, escritor o pintor, a los propios fotógrafos incluso, su obra nos gusta más, deja de hacerlo o hasta llegamos a aborrecerlo? 

 Tercero. Así como no tenemos ninguna certeza que esculturas y pinturas previas al siglo XIX sean del todo fiables, lo mismo debería sucedernos con la fotografía. Decir que nos parecemos a nuestros retratos fotográficos no deja de ser una convención que hemos desarrollado y aceptado para poder comunicarnos, por ejemplo y de manera muy cándida si se quiere, ninguno de nosotros somos blanco y negro, ni somos del tamaño de una licencia de manejar, no somos planos, o sólo tenemos frente. No es de sorprender la historia que siempre se cuenta respecto a la reacción que tienen grupos supuestamente primitivos ante las fotografías y el trabajo mental que les significa asociar ese pedazo de papel con la persona real.

 Toda fotografía, como toda obra que identificamos como arte, es una invitación a conocer cómo alguien, el fotógrafo en este caso, vio y entendió algo en un X momento en un X espacio, de aquí que se diga que es una comunicación de vivencias, sentimientos, ideas, fantasías, sueños y temores, tanto vemos una imagen de algo sucedido como la personalidad, las ideas, la sensibilidad, de quien la hizo. En el retrato esta característica pareciera no funciona o resulta ser un estorbo ya que lo que esperamos ver en él es la personalidad, la humanidad por decirlo de alguna manera, del retratado, de hecho, todo indica que eso es lo que sucede; cuando vemos el retrato de Charles Baudelaire de Étienne Carjat, --como el de cualquier otra persona-- creemos ver en él al poeta maldito, al escritor de las Flores del mal en todo el esplendor de su genio revolucionario, así es como debió ser. Pero ¿alguna vez nos hemos preguntado si no será que lo que vemos en verdad es la versión de Carjat? que así es como el fotógrafo lo veía, es más, lo veía de esta manera porque el ambiente de la época así lo concebía. 

 En la fotografía de retrato, entonces, confluyen la persona, el retratado, con todos sus atributos, el fotógrafo con su propia carga de valores, creencias, gustos, pasiones, etc. y lo que la época concibe sobre determinadas personas y/o sus oficios. Y si estas reflexiones problematizan al género, imaginemos qué pasa con él en la época del Photoshop.

Publicado por Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imagen: es.wikipedia.org

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