¿Dos mejor que uno?


 Hace una semana, cuando se dio a conocer la noticia, recibí serio regaño de una buena amiga, quien me advirtió que primero habría que ver como va funcionando esta nueva organización del gobierno estatal, en lugar de empezar a criticar por sistema. Es verdad, lo menos que uno puede hacer es conceder el beneficio de la duda ante lo que no se sabe cómo será, si servirá o no. Pero no menos cierto es que hay temas, asuntos, situaciones, que no pueden esperar a ver los frutos del árbol plantado, pues si no se toman medidas a tiempo, estos, los frutos, pueden salir podridos, de calidad inferior a la deseada, o, simplemente, ser otra cosa por completo opuesto a lo esperado. 

 Concedo además que lo dicho, lo que se interpreta de ello y lo que en realidad sucede, no siempre ni exactamente es lo mismo. Así que según escuché (no una sino varias veces) de boca del mismísimo gobernador en turno, el día que presentó la nueva organización y funciones de su gobierno, habrá una nueva secretaría de cultura, pero el CONARTE seguirá exactamente igual que como hasta ahora. La secretaría se encargará de hacer llegar a todos los beneficios del arte y la cultura o, si se quiere mejor así, hará realidad el derecho de todos a la cultura; en tanto que el Consejo que hasta ahora opera como rector de estas áreas, se ocupará, insisto, según entendí, de las manifestaciones mal llamadas de las bellas artes. En resumen, en el estado habrá dos instancias responsables del área cultural, una encargada de atender a las bellas artes, otra de llevar estas u otras a toda la población, de extender sus beneficios. 

 Desde el Romanticismo probablemente, pero seguro a lo largo del siglo XX, estuvo presente la tentación de llevar el arte al pueblo, que el pueblo sea el mayor benefactor de las manifestaciones artísticas, respetando así un derecho que le es inalienable, el de su preparación y disfrute de las bellas artes universales. Si a este afán revolucionario se le suma una buena dosis de nacionalismo, da por resultado movimientos como el muralismo mexicano y sus múltiples epígonos, o las misiones culturales de José Vasconcelos que esperaba alfabetizar al pueblo con la lectura de los clásicos. O se puede proceder por el otro extremo, como lo que está tan de moda ahora, es decir, elevando al Parnaso a las manifestaciones simbólicas populares para sustituir a los degenerados fifis y sus experimentos plásticos, musicales o literarios. 

 Hasta donde sé, ninguna de estas soluciones ha hecho que los museos, no de México, sino del mundo entero, se ven rebasados por el público demandante. Y es que, --esta no es la primera vez que lo digo—no se trata, según mi punto de vista, de llevar el arte al pueblo, sino exactamente al revés, de llevar al pueblo al arte y eso sólo se logra mediante la educación sensible de ese pueblo. Si a esto se va a dedicar la flamante secretaría de cultura, bienvenida y suerte, en el entendido que seis años apenas si será tiempo suficiente para sembrar esa semilla. 

 Pero ¿además de esta actividad, que, sin duda, es prioritaria, se necesita otro organismo que atienda a las bellas artes, por o para qué? Soy el primero en defender la calidad y trascendencia que han logrado nuestras artes, en especial las visuales, creo es similar en las áreas de música, danza y literatura, ¿pero no bastaría con que dentro de la secretaria, hubiera un departamento de bellas artes, como deberá haberlo de arquitectura y patrimonio, de manifestaciones inmateriales, acervos y colecciones, museos y galerías, de etnografía, de arqueología, de educación, de promoción, de seguridad social, relaciones interinstitucionales privadas y con los tres niveles de gobierno, etc.? 

 Soy de los que creen, desde hace tiempo, que el CONARTE, que en su momento fue toda una novedad y ejemplo de organización para el país, ya no funciona como debería, en el mejor de los casos, porque ha sido superado, simple y sencillamente, por la realidad de los tiempos. Se necesita pues, sí la creación de una secretaría de cultura que asuma, con una nueva visión, la conducción de las manifestaciones culturales en y del estado y sus relaciones con el resto del país y el mundo. Los productores de todas las disciplinas habrán que encontrar otras formas de relacionarse con la institución y ser co-partícipes de sus decisiones, formas menos burocráticas, más representativas y transparentes, menos clientelares, ciertamente incluyentes y plurales. 

 No necesitamos una secretaría y un CONARTE, necesitamos una institución fuerte que cuente con el apoyo real de la administración estatal, así como con el compromiso de reforzar y proyectar la cultura local como símbolo de la grandeza de nuestro estado.

Publicado por Milenio Diario
Se puede ver en www.artes2010.wordpress.com

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