La nueva realidad
Pocas veces un enunciado como el que abre estas líneas tiene tantos significados como los que este posee hoy día. En efecto, nos enfrentamos, cotidianamente con nuevas realidades ya sea en el campo de la política, la salud pública, el clima, la guerra, la educación, las religiones, la violencia, los mercados, la circulación del capital, las migraciones, el papel de la imagen, la cultura, las identidades, las divisiones sociales y un larguísimo etcétera que crea, efectivamente, una nueva realidad a la que habrá que tratar de adaptarse en el caso de los más viejos, pues para los jóvenes de hoy no hay nueva realidad, esta es su realidad punto.
Tengo muchos años escribiendo en medio públicos y, como a otros, de vez en vez me salta la pregunta de para quién escribo. La respuesta ha variado a lo largo del tiempo, desde aceptar que escribes para alguien en particular o para un grupo bien identificado, hasta decir que lo haces para ti mismo o en el colmo de la idealización, para el público en general. En cualquier caso, fuera cual fuera la explicación, siempre hablamos de una actividad que se inscribía dentro de un circuito, si no formal, sí bien establecido, que iniciaba con una exhibición y podía terminar con quién exhibía, su galerista y/o coleccionistas, sus conocidos, o todos ellos. En cualquier caso, la idea era escribir sobre las exposiciones, ya fuera que las hubieran visto con anticipación o estuvieran esperando una oportunidad para hacerlo; si ya se hubieran visto para comparar puntos de vista y opiniones, si las fueran a ver para animar –o desanimar—y dar algunas orientaciones sobre lo que se vería. La finalidad siempre era la misma, cerrar ese círculo que a su vez formaba parte de otro mayor, la vida cultural de una comunidad compuesta, entre otros, por productores, galerías, coleccionistas o, en su defecto, compradores, y un estado que igualmente apoya y promueve a través de unas políticas culturales.
Se ha hablado mucho sobre cómo la irrupción de la tecnología en muchas áreas las ha trastocado definitivamente. El periodismo es, sin duda, una de ellas, al grado de tener que replantearse muchas de sus funciones tradicionales e ir configurando un nuevo tipo de prensa; ya sabemos, por ejemplo, lo que ha sucedido con el fotoperiodismo y la nota de actualidad que han migrado del soporte papel a los espacios virtuales de medios electrónicos que, en estos temas, han sabido aprovechar muy bien la instantaneidad de la que gozan. Si todo este aparato que durante tanto tiempo funcionó tan bien ha de cambiar para sobrevivir, lo mismo sucede, ¿por qué no?, con los géneros literarios que los alimentaban, entre ellos, la crítica.
La crítica de arte, como se sabe, tiene sus antecedentes modernos en los famosos Salones del enciclopedista Denis Diderot (1713-1784), quien definió forma y tono para este tipo de texto. Baudelaire en el siguiente siglo, y Octavio Paz en el XX, no hicieron más que confirmar o rectificar lo hecho por Diderot, lo mismo que las críticas mexicanas, Raquel Tibol y Teresa del Conde, la colombiana, Marta Traba, o bien Cardoza y Aragón, Damián Bayón o Jorge Alberto Manrique, cada cual, por supuesto, con su sello personal, sus intereses y preferencias en juego, pero insisto, siguiendo el modelo del XVIII. Fuera, quien fuera el que escribiera, lo hacia con la certeza de que hablaba sobre algo que había sido/sería visto por los lectores, por lo que podían detenerse en señalamientos específicos –sobre la técnica, interpretación del tema iconográfico, antecedentes, deficiencias y errores, etc.—al fin y al cabo, terminarían afectando –o eso se esperaba, el ojo, entendimiento y gusto de los espectadores.
Ahora bien, ¿qué hacer cuando la prensa tradicional pierde terreno y tarde o temprano desaparecerá; cuándo la imagen nos asalta a cada momento, cuando ya existe, incluso, una especie de lectura comunitaria sobre cualquier tipo de imagen, incluidas las del campo del arte?, ¿se podrá seguir manteniendo el mismo modelo de crítica? Voy un poco más allá, aún quienes mantienen plataformas digitales sobre temas de arte o dan seguimiento a las exposiciones, teniendo ahí el recurso de la imagen, siguen redactando como si Diderot les tuviera apresada la mano, ¿qué hacer pues?
Dos breves ideas. Una, los medios digitales deben aprender a emplear las imágenes de las que tratan en sus textos. Y dos, la actual crítica que aun se ejerce en la prensa diaria, si quiere sobrevivir, tendrá que emigrar al género más amplio del periodismo de opinión con un enfoque claramente distinto al de la crítica tradicional.
Publicado por Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
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