Charros y vaqueros

 



Inicio estas líneas con dos observaciones. Una, me da mucho gusto que un museo como el de Historia Mexicana, acoja una exposición de fotografía coadyuvando con ello a la cimentación de una cultura fotográfica en la ciudad. Y, dos, por lo menos cuando yo la visité –la exposición—estaba llena, parejas, familias, grupos de amigxs, niñxs, etc., claro, era fin de semana, entrada gratis, día de paseo, pero aún así siempre es gratificante toparte con que, sean cuales fueran las circunstancias, hay público, o si se prefiere, interés por ver este tipo de exposiciones. 

Dentro de esas circunstancias también incide, por supuesto, el tema, en este caso lleva el atractivo título de Vaqueros de la Cruz del diablo, del fotógrafo puertorriqueño Werner Segarra. Se trata del registro que a lo largo de los años ha llevado a cabo Segarra de una pequeña comunidad de vaqueros que se ubica en uno de los cañones naturales, el de la Cruz del Diablo, encajado en el municipio de Huasábas, Sonora. 60 fotografías de formato mediano a grande, color y blanco y negro se distribuyen en tres grandes temas que dan vida a la exposición, El Lugar, La faena y La Gente, cada uno dejan ver o, mejor dicho, nos muestran, la vida cotidiana, las celebraciones, los trabajos y costumbres de esta gente dedicada a arriar, por la sierra, ganado vacuno. 

Según la cédula de inicio de la exposición, el origen de estos grupos se remonta al siglo XVI y la llegada de los Jesuitas acompañados de ganado. De primero afincarse en tierras sonorenses, con el paso del tiempo se fueron desplazando hacia el norte de tal suerte que para cuando se perdió la mitad de nuestro territorio (siglo XIX) ya había vaqueros mexicanos en los Estados Unidos, antecesores de los actuales tal y como los conocemos. 

No olvidemos que, en México, existe otra tradición de hombres del campo a caballo y que nace también durante el virreinato conforme va creciendo la ganadería, pero en los estados del centro y occidente de México, me refiero a los llamados “cuerudos” que, posteriormente y durante las guerras de intervención, se convirtieron en Chinacos, de donde el emperador Maximiliano tomará su vestimenta para convertirla en símbolo nacional. Interesantes pinturas del siglo XIX con escenas de charrería de Ernesto Icaza complementan, junto con otros artículos, esta exposición.

 Toda fotografía, por su misma naturaleza, contiene dos caras, la documental y la temática. No existe imagen fotográfica que no sea un documento que nos hable del momento de su gestación, como objeto y como imagen. Pero también, lleva un tema, un mensaje, comunica algo más que lo que ha quedado atrapado en el documento que es. De las intenciones del fotógrafo dependerá la prevalencia de una de las dos caras. Conservar el equilibrio entre ambas es lo que hace grande a una fotografía, y estas de Segarra están muy cerca de serlo. 

Las tres marías. 2012

Aun a pesar de lo impresionante que resultan algunos de los paisajes que vemos (en especial aquellos en que es posible, más que ver, sentir las dimensiones y escala del hombre frente a la naturaleza), me parece que tanto al grupo destinado a mostrar El Lugar como el de La Faena, quedan cortos o requieren de una curaduría más acuciosa, pues estoy seguro de que entre los cientos de imágenes que ha obtenido el fotógrafo a lo largo de estos años, hay algunas otras, quizás, más representativa. De aquí que el grupo que más me haya llamado la atención sea el de La Gente. 

Parece increíble que, en un mundo permanentemente vigilado por satélites de todo tipo, en el que un buen número de la población mundial tiene acceso a la comunicación instantánea, existan, si espacios casi perdidos como los que esconden las montañas y valles de estados tan grandes como el de Sonora, pero más sorprendente aún me parece la gente que los habita, los que lleva ahí su existencia cotidiana, los que conviven lo mismo con sus compañeros de oficio y otros habitantes del caserío (cartero, carnicero, sacerdote, etc.) que, con sus bestias, las de carga, las que arrean, las que los transportan. Y aunque la mayoría de las imágenes de este grupo sean posadas y preparadas especialmente para Segarra, la verdad es que no deja ser inquietante este tipo de vida, más sencillo, más cerca de la naturaleza y de sí mismo. 

De este grupo, no deja de sorprenderme la gran cantidad de mujeres que ahí aparecen, desde las madres, abuelas y viudas, hasta las hijas que participan de las faenas o visten de blanco para su boda. Una exposición sin duda interesante que debe ser vista para entender lo que es la diversidad cultural de nuestro país.

Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com

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