Naturaleza y Fotografía
Hablar de la relación entre naturaleza y fotografía nos lleva, directamente, a los inicios del medio, es decir, esta relación se dio, se estableció, desde un principio, ya sea a través de la fotografía de viajes, la científica, la de las exploraciones a los confines del entonces mundo conocido, las que acompañaron los inicios de la antropología, etc. Todas ayudaron, sin duda, a ir creando una consciencia acerca de cómo es nuestro mundo y las cosas vivas que lo pueblan. Esta consciencia tuvo uno de sus puntos culminantes con la fundación de la revista National Geographic en enero de 1888, la cual, desde entonces, a nivel de difusión popular y a través de sus fotografías, ha sido uno de los voceros más autorizados sobre temas concernientes nos sólo a la naturaleza en sí, sino, más importante aún, sobre los peligros a los que la sometemos, entre otros, a los cambios climáticos, provocados o no, de los que ya somos testigos y/o víctimas.
Ese mismo día 22, un grupo de científicos de la tierra de la UNAM subió al volcán Iztaccíhuatl, específicamente al área que ocupara el otrora glaciar Ayoloco, para depositar en el sitio una placa que deja constancia de la extinción del glaciar y del poco o nulo esfuerzo que se llevó a cabo para impedir tal desastre, así como la escasa atención que recibió durante todo este tiempo.
No más hermosas postales desde Amecameca. Puebla o la Ciudad de México con las que se presumía la imponente presencia de nuestros volcanes de nieves eternas. No más paisajes alpinos, no más recuerdos navideños, no más historias de triunfadores y de perdidas humanas. Lo ahí sucedido, si se pudiera, llevará siglos en volver a formarse.
Es imposible saber cuándo se hicieron los primeros intentos ya no digamos por llegar a la cumbre de los volcanes, sino siquiera a sus nevadas laderas. Es muy probable que desde que se empezó a poblar el valle de México se hayan llevado a cabo estas incursiones, como lo demuestran los restos arqueológicos ahí encontrados. Lo que sí está documentado es el primer ascenso, digamos moderno, al Popocatépetl, se trata de la expedición que Diego de Ordaz llevó a cabo en 1519. De entonces a la fecha no han cesado los intrépidos montañistas que se arriesgan a su conquista, pero, además, que llevan consigo el equipo fotográfico necesario para inmortalizar su hazaña y exhibir, de paso, la extraña pero seductora belleza de sus cumbres. Así pues, tenemos imágenes de la apariencia que guardaban ambos volcanes desde el siglo XIX.
Ahí están las imágenes de la editora Gove & North de 1883-1886. Por las mismas fechas, las de los aventureros William Henry Jackson y Winflield Scott. Las del francés Alfred Briquet en torno a 1890. Del 1900 las fotografías estereoscópicas de la compañía Undewood & Underwood, y ya el lado del siglo XX son famosas las de C.B. Waite, Guillermo Kahlo y por supuesto la gran colección de imágenes con que contamos gracias al dedicado trabajo de Hugo Breheme. Más recientemente destacaría lo hecho por Armando Salas Portugal y, por supuesto, entre nosotros, el muy meritorio trabajo de Roberto Ortiz Giacomán.
En Monterrey hay multitud de aficionados a la fotografía y a la observación de aves por ejemplo. De viajeros que no dejan pasar la oportunidad de compartir sus fotografías de sitios paradisíacos. De ambientalistas que exponen, denuncian y exhiben los atropellos que se comenten contra el planeta. Posiblemente este tipo o género de fotografía sea uno de los más favorecidos, en su producción, venta y colección, en la ciudad, quiero decir, antes que una barda despintada, una escena del mercado Juárez, o una cantina destartalada, la gente prefiere una fotografía de la naturaleza, así sea de los sempiternos amaneceres en el cerro de la silla o los interminable atardeceres en la huasteca. Como sea, lo interesante es que así, quizás entre todos, logremos demostrar al mundo que, en efecto, somos más los que estamos a favor de un mundo saludable.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imagen: UNAM
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