La otra mitad


 

Las últimas semanas he insistido en que gracias a la influencia y prestigio de instituciones como el MOMA de Nueva York se tiene casi asegurada la inclusión de todo tipo de objeto fotográfico o relacionado con ellos, amén de ser esta –la de la inclusión—una tendencia que se manifiesta, por igual, en muchos otros campos. Esto significa que se abre la puerta para dar paso, al lado de lo estrictamente fotográfico, a toda generación de imágenes, contemporáneas o no, con multiplicidad de soportes, difundidas a través de diversos canales, con autores conocidos o sin identificación, etc. 

Bien por ello y habrá que estar atentos a lo que siga en este sentido. Pero bien hacen en llamarme la atención sobre la otra mitad de la realidad fotográfica, o sea, sobre lo ya existente, lo que se ha ido juntando, por decirlo de alguna manera, con criterios varios, y que hoy ya se encuentra en archivos, repositorios, colecciones, acervos y hasta almacenes. No por celebrar la apertura de las instituciones se nos olvide esa otra mitad que se encuentran tan necesitada de atención y recursos como la producción y difusión contemporáneas. 

En días pasados, del 12 al 17, se llevó a cabo el Foro 2021 del Foto Observatorio del Patrimonio Fotográfico Mexicano. Se trata, obviamente, de un evento orientado a dar a conocer, para compartir y difundir, una serie de temas relacionados con el rescate y la conservación del patrimonio fotográfico de nuestro país. Para tener una idea del estado que guarda esa otra mitad que por lo general no tomamos en cuenta, no se recuerda con frecuencia, o simplemente se desconoce, rescato algunos datos de la conferencia inaugural del Foro que corrió a cargo de Fernando Osorio, Una interpretación en torno a la gestión del patrimonio fotográfico de México, comentarios que surgen de las cifras que ha venido levantando desde hace por lo menos seis años. Cito tres de los 5 puntos en que resumió los resultados que arrojan encuestas hechas con 67 archivos en todo el país entre privados y públicos estatales y municipales, colecciones privadas, universitarias, de centros culturales. Así por ejemplo sobre los espacios físicos en donde se resguardan los archivos, si son los adecuados o no, de los 67 sólo 18 contestan que sí cuentan con ellos. Si esos espacios son atendidos por personal de conservación especializado, de tiempo completo nuevamente son sólo 18; visitados por personal externo 5; carecen de cualquier atención 32; y de 12 no se tienen informes. Si estos espacios cuentan o no con planes de contingencia ante cualquier tipo de siniestro sólo 5 lo tienen actualizado, 49 carecen de plan alguno; de 12 se carece de datos; y solo uno dice contar con un plan de protección civil. 

De lo anterior se puede concluir que a pesar de que ha habido un incremento en la formación de archivos fotográficos, al grado de esperar que en poco tiempo cada estado de la República cuente con por lo menos uno, los espacios en que se depositarán acabarán por ser inadecuados, mal o sin atención alguna, y en riesgo permanente ante incendios, inundaciones, sismos, derrumbes, etc. Es decir, si bien es cierto que día a día se gana un poco más en la concientización de la importancia que posee estos materiales, y de lo mucho que se ha logrado rescatar y preservar, aún estamos lejos de poder asegurar que se cuenta con políticas públicas y privadas que garanticen la vida actual y futura de lo que, fuera de toda duda, es parte de nuestra memoria e identidad física y cultural. 

El maestro Osorio pone el dedo en la llaga al mencionar que el principal problema que tiene el patrimonio fotográfico de México es el de los recursos, recursos para habilitar correcta y adecuadamente los espacios que servirán no únicamente como bóvedas, con temperatura y humedad controladas, sino también para la investigación, la catalogación, la restauración, difusión y enseñanza. Recursos para el personal que labora en los archivos, personal que por ser especializado debe recibir el salario correspondiente, que es, por definición alto. Y recursos para los mandos directivos, para su permanente actualización y capacitación, para mejorar su gestión al frente de los archivos. 

Así como se ha insistido en una mayor apertura de las instituciones a las manifestaciones más heterodoxas de la fotografía, así, o quizás con más empeño, deberíamos hacerlo para asegurar la permanencia de una historia sin la cual ni presente ni futuro puede haber.

Publicado simultáneamente en Milenio Diario
Se puede leer también en www.artes2010.wordpress.com

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