La pregunta de siempre

David Teniers. El archiduque Leopoldo. 1647-50

Hace poco escuché que a causa de estos días de aislamiento muchos buscaremos emplear tanto tiempo libre de manera más o menos productiva, creativa, educativa, y hasta recreativa, todo con el fin de manejar algo que ya no era usual en una sociedad del siglo XXI, el tedio. Buena parte de estas actividades se cubren o serán satisfechas mediante los objetos que comúnmente llamamos de arte, es decir, leyendo libros ya sean infantiles, novelas, de historia, cuentos, teóricos o técnicos, de poesía, de entrevistas, o incluso revisando una amplia variedad de revistas (que para el caso, lo mismo da, si se trata de formatos en papel que digitales), pero también viendo películas y series, escuchando y asistiendo a conciertos de todo tipo de música, a la ópera, al ballet clásico y moderno, y gracias a los nuevos medios podemos conocer  o volver a visitar los grandes museos, sus colecciones, los sitios arqueológicos más impresionantes, así como los espacios naturales que aun se  conservan prístinos, podemos saber qué piensa este o aquel productor, los filósofos, los políticos de nuestros tiempo y del pasado; gracias al trabajo de muchos de ellos podremos viajar al pasado y al futuro, ver nuestro presente con otros ojos. Así que cuando se platea la pregunta de ¿para qué sirve el arte?, estos momentos en particular, pero en realidad cualquier otro, nos ofrecen una respuesta contundente y, al mismo tiempo, nos permiten replantear el tema preguntando ¿se podría sobrevivir sin el arte? No por nada es la única actividad que nos ha acompañado desde que nos bajamos del árbol.

  Pero esta misma situación, deja ver otros aspectos que, por lo general, se prefiere no comentar. Me refiero a la triste realidad de que el objeto o la actividad artística, trátese de la que se trate, no es para todos. Es decir, la pintura, el poema, la sonata o la película, no tiene un destinatario fijo, cualquiera puede serlo, puede verla, escucharla, tocarla o vivirla y obtener de ella las experiencias más ricas de su vida, pero para que así suceda, se necesita de eso que ahora muchos de nosotros estaremos sobrados: tiempo.

Gozar, aprender, reflexionar con una novela, con una representación teatral, no basta con exponerse a ella (aunque no dudo que haya casos en que eso sea suficiente), es decir no basta con que vea un dibujo o transite por un templo, para que esa experiencia realmente me ayude, me haga mejor, necesito no sólo entrar en contacto con ella, sino del tiempo necesario para entenderla, tratarla, interactuar con ella, semejante a conocer una persona, no al verla de inmediato sabemos quién es, de dónde viene, vamos, ni siquiera su nombre al menos.

Es por ello que digo que el arte no es para todos (un ejemplo de que no es para todos y que su aprecio depende de una enorme cantidad de variables son los budas tallados en piedra en el poblado de Bamiyan, Afganistán, en su momento los más altos del mundo, y que en el 2001, fueran salvajemente dinamitados por los talibanes, pese a las protestas y peticiones mundiales, de no dañarlos), para cumplir con esta utopía, todos tendríamos que ser educados bajo principios estéticos que nos permitieran, a la vez que vamos conociendo objetos y prácticas artísticas, irlos apreciando en su justa dimensión. Tan utópica es la situación que incluso uno mismo no es igual de sensible a todas las manifestaciones, habrá quienes al ver una función de danza contemporánea se sientan colmados, satisfechos, en tanto que otros, sin menospreciar, apenas reconozca su valor o importancia.

De regreso a nuestro presente, me llena de vergüenza, saber que no todos tendrán el tiempo suficiente ya no para gozar del arte, sino siquiera para empezar a familiarizarse con él. Así que ante esta otra cara es necesario aceptar que, como sociedad, una de las asignaturas que aun tenemos pendiente, por considerarla siempre de menor importancia, es la educación artística. De atenderla, es posible, que en la próxima crisis ya no tuviéramos que preocuparnos por qué hacer con el tiempo libre que tengamos.

Publicado en Milenio Diario
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Imagen: elcultural.com

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