A propósito del Pesimismo crítico

Jeff Koons. Bailarina sentada. 2016

El viernes pasado se publicó como todos los días en la sección editorial de este diario, la colaboración de Héctor Aguilar Camín intitulada Pesimismo crítico. En ella comenta como otro compañero de páginas, Guillermo Valdés Castellanos, se queja del poco impacto que sus textos tienen, por ejemplo, en las acciones del gobierno federal, y que por más que escriba, la situación o situaciones sobre las que trata difícilmente cambiarán en el sentido que él –Valdés Castellanos—quisiera, terminando por preguntarse si de algo sirve la crítica.

Me parece que a todos los que en uno u otro campo ejercemos o pretendemos ejercer la crítica, este sentimiento de pesimismo nunca nos abandona, es más, celebro que así sea, ya que de otra manera nos podríamos creer dueños de la verdad y custodios de la razón, cometiendo el pecado de la soberbia y, de pecado a pecado, prefiero el de la terquedad que regresa una y otra vez, sobre sus propios pasos.

Lo anterior no debe confundirse, con una negación al poder de la palabra, bien sabemos que una sola de ellas, hiere más que cualquier cuchillo. Vamos, sería absurdo no reconocer el valioso papel que juega en la vida pública de cualquier sociedad la libre expresión y circulación de las ideas por medio de la palabra hablada, escrita, impresa o dada a conocer por cualquiera de las redes o medios electrónicos.

Sin embargo, hasta donde sé la opinión pública no es un solo texto, esta o aquella crítica, como también hasta donde sé, ninguna sola de ellas –de las críticas—por sí misma ha logrado el cambio deseado; y más cuando, como lo explica Aguilar Camín, el blanco de la crítica piensa que con tan solo considerarla o dialogar con ella, se muestra a los demás débil y sin poder.

Soy de la idea de que una buena manera de hacer menos pesado el pesimismo que acompaña, como he dicho, a todo acto crítico, es volver a repensar cuál es el papel de la crítica, la crítica ¿para qué? Empecemos por olvidar que lleva nombre, si es así, quizás convenga más hacer una carta abierta dirigida a tal o cual persona que una crítica. Y no puede estar dirigida a una persona en particular porque las posibilidades de que se reciba, se lea o escuche, se medite, en los términos en que uno la ha escrito, son muy reducidos, y de ahí a que se actúe en consecuencia, las posibilidades son aun menores. Es que la crítica no se lleva a cabo para corregirle la plana a nadie, no es un jalón de orejas, ni un juicio público, no se hace con el fin de que, una vez comprendida, se opte por las soluciones, por las acciones, por los argumentos, por las ideas, que nosotros sugerimos y pensamos son mejores.

No, la crítica no es eso (aunque estoy seguro de que muchos de los que se llaman críticos así lo creen. Pienso serán los más pesimistas de todos), la crítica son preguntas, cuestionamientos y problematizaciones que se hacen sobre lo que sucede, se dice, se programa, se propone, se hace, en prácticamente todos los campos de la vida social, trátese de política, economía, salud, educación, ciencia, arte, deportes y hasta entretenimiento. Estas preguntas pueden perseguir muchos fines, pero uno de los más importantes es hacer que las cosas sean más claras, más sencillas, más entendibles, más accesibles, para el público en general o no especializado. Es decir, se hacen preguntas, se problematiza porque se piensa, se cree, que hay yerros, malas decisiones, nombramientos equívocos, dispendios, ignorancia en el actuar, y que es posible remediar; pero sobretodo, se hace crítica, para poner en circulación otras voces con otras ideas, con otras propuestas. Voces que al pensar de otra manera nos obligar a repasar lo ya hecho para ver si no es que se puede hacer de otra manera, mejorar o enriquecer. En ese sentido la crítica es una constante voz social que nos impele a todos, como ciudadanos y colectividad, a ser mejores.

Es muy probable que la mayoría de los que nos dedicamos a la crítica, jamás veamos los cambios por lo que tanto abogamos y si el precio es el pesimismo que lo pague quien no crea que tarde o temprano este mundo podrá ser mejor.

Publicado originalmente por Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imagen: timeoutmexico.mx


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