Montañas que ven (I de II)
QEPD el
maestro
Adolfo
Mexiac (1927-2019)
Si pudiera contarlo con palabras,
no me sería
necesario cargar
con una cámara.
--Lewis
Hine.
Hay
un cronista de béisbol que cuando algún pelotero hace una jugada sobresaliente,
logra un out espectacular o salva de
milagro un partido, emocionado dice: ¡Cuánto lujo!, así es, exactamente, como
califico la más reciente exposición de Roberto Ortiz Giacomán, Sombras en el paisaje, en la Fototeca
del Centro de las Artes, inaugurada el pasado día 10. Me bastan tres razones
para adjetivarla de esta manera:
En
primer lugar, algo que, por desgracia, se va perdiendo poco a poco, o ha dejado
de tener un peso específico en la valoración del trabajo, me refiero, por un
lado, a la ejecución técnica, y, por otro, su complemento, su exhibición
pública. La primera, le ejecución técnica, va de la toma, y aun antes, a la
impresión de la pieza. Su presentación incluye soportes, el uso de María
Luisas, marcos, proyectores, cajas de luz, iluminación, cédulas, textos de
sala, etc. Ortiz pone parte de su mayor empeño en ambos aspectos, no sólo por
el respecto que le tiene a su oficio e historia, sino porque quiere ofrecer la
mejor fotografía (en un sentido amplio), incluso si se quiere, la mejor
mercancía a sus coleccionistas. Si era absurdo infravalorar a la fotografía por
no alcanzar los precios de la pintura, en este caso se trata de una rotunda equivocación.
Las fotografías que produce Roberto Ortiz G. (de la toma a su exhibición)
valen, sin ninguna duda, su peso en oro.
Dos.
Como es sencillo apreciar, las casi 70 piezas que componen esta muestra, poseen
un tema en común, las cúspides de las montañas que forman nuestro entorno
familiar y un poco más allá. El Cerro de la Silla, Chipinque, la Huasteca, La
Viga, cañón de San Judas, pero también están nuestros volcanes, el Popo, el
Pico de Orizaba, la Mujer durmiente.
De aquí que exista la confusión entre
llamarlo fotógrafo montañista o montañista fotógrafo. Ni uno, ni otro. Quizás
en los inicios de su carrera, su afición por esta actividad, lo lleva a
recorrer las cumbres de cerros y montañas, lleva una cámara, como quien va a
Disneyland y quiere conservar un recuerdo, sin embargo, pronto abandona esta
actitud, conforme pasa el tiempo y poco a poco le va dando otro sentido a sus
afanes montañistas, les encuentra otros fines.
Baste
decir, por lo pronto, que es el momento en que decide, prestar su visión
fotográfica y reflexión sobre las relaciones entre cultura y naturaleza, a la
montaña, para que sea ella la que nos diga como nos vemos nosotros desde su
punto de vista.
Lo
importante, en todo caso, es que haber llegado a este punto, poder montar una
exposición como esta, con todos estos recursos técnicos y narrativos, no es
producto del azar, no es el resultado del ejercicio de un curso, ni de una
tarde en el diplomado, es en el sentido más estricto del término una exposición
de fotografía madura. Sólo el tiempo, el trabajo continuo, y la reflexión
crítica, te dan y aseguran la solera de un excelente producto.
Tercero.
Sin duda, el logro más significativo que ha tenido hasta el momento Ortiz
Giacomán, es el discurso elaborado con estas fotografías. Ya sea de manera
individual o como conjunto son un lujo del paisajismo nacional. Mas no perdamos
de vista que estas fotografías, son solamente una parte de su trabajo, digamos
que son su trabajo personal; a su lado hay otras muchas actividades
relacionadas con su principal quehacer (reprografía, investigación, edición de
libros, etc.), y otra muy buena cantidad de fotografías, la mayoría tratada con
la misma minuciosidad y respeto que estas que ahora vemos y admiramos. Quiero
decir, Roberto Ortiz Giacomán, representa con justicia lo que se quiere decir
cuando uno habla de un fotógrafo profesional; como tal, sin necesidad de
cambiarse de oficio (autonombrarse artista visual, por ejemplo), ha logrado, no
de ahora, sino de hace mucho tiempo, vivir de lo que hace, de su trabajo, y este
cada vez lo hace mejor.
Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
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