María, la naturaleza y la pintura (II de II)
La semana pasada cerré estas líneas diciendo
que las pinturas de María Sada expuestas en el Centro de las Artes, Memoria de la tierra, se parecen mucho
más a los recuerdos que guarda de los paisajes que visita, que a la impresión
visual que pudo haber tenido de ellos. Es en este sentido que la fotografía
suele emplearse como alegoría de la memoria en dos sentidos. En primer lugar,
porque la imagen a la que tenemos acceso es sólo una parte de un todo mucho
mayor que no conocemos; fotografía y memoria solo nos muestran un fragmento de
la realidad. Segundo, ¿la imagen que conocemos es o no semejante a la real, a
la primordial? Jamás lo sabremos toda vez que esa mirada primera que se poso sobre
la realidad ya no existe como tampoco esa realidad; así que lo que vemos tanto
en una fotografía como por medio del recuerdo, es siempre, como diría Barthes,
un así fue que de no ser por estos recursos
jamás tendríamos consciencia de ella.
Todos
estos mecanismos se ponen en acción al momento que entramos en contacto con la
mayor parte de las pinturas de María, de ahí la impresión de intenso realismo
que nos provocan (inconscientemente fundimos en ellas imágenes fotográficas ya
vistas, así como, si los hay, recuerdos personales de espacios semejantes. De
no ser así sería prácticamente imposible reconocer cualquier representación,
desde un paisaje hasta un retrato).
Exposiciones
como la que venimos comentando que están armadas a partir de trabajos
realizados en distintos momentos y técnicas, nos permiten conocer una variedad
aspectos físicos del quehacer del productor, así como su evolución conceptual y
temática. De tal forma que hay otra María, quizás no tan mimética como la de
las selvas y bosques, pero no por ello menos interesante. Me refiero
fundamentalmente a otro grupo de obras que sin ser ajenas a los paisajes
contienen otros elementos que las hacen ser, digamos, distintas.
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Autorretrato, 1986 |
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Marzo, 2003, 2003 |
Pongo, por ejemplo, pinturas como Autorretrato de 1986, o Marzo 2003, de ese año. Las cito en primera instancia ya que, por su tema, pareciera que nada tienen que ver con los otros paisajes (aunque Marzo, es en sí un paisaje, en esta caso urbano de ahí su diferencia), por lo que también su tratamiento es distinto. Ya dije que no tienen el mismo tipo de mimetismo de las selvas y, sin embargo, desde mi punto de vista, son dos de las más hermosas de la exposición por su poder evocador y la tensión que contienen al ser representaciones del momento previo a que todo cambie.
Otro
grupo de pinturas que quisiera citar son Pantano
de 1993, Finisterre del año
siguiente, Popocatept del 2003 y Argano del mismo año. Estas como algunas
más de la misma exposición poseen, además de un mimetismo digamos más onírico
–de primera impresión—que de análisis visual, un elaborado marco, que
generalmente llevan figuras geométricas, rombos, cuadrados, pintados al óleo,
lo que les da un aspecto Decó. No puedo detenerme más en la cuestión de los
marcos, dejo tan solo el apunte que en estas pinturas puede estar funcionando
como el set o escenario que se abre para dar paso al personaje principal que es
la puntura.
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Finisterre, 1994 |
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Pantano, 1993 |
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De la serie: El bisque y el árbol caido, 2017-2019 |
Finalmente,
tendríamos las piezas intituladas Selva
de viaje I, del 2001, Construcción 4.
Cosmos: Diálogo con Marcel Duchamp, 2008, y la serie de piezas
tridimensionales intituladas De la serie:
El bosque y el árbol caído (diferentes números) entre el 2017 y el presente
año. Son, en los dos primeros casos, como pequeñas joyas para llevarse de viaje
y sólo volver a verlas en la intimidad de la noche (la del diálogo con Duchamp,
en realidad, pertenece a otro proyecto igualmente interesante en el que la
pintora dialoga con otros artistas). La serie, creo inconclusa aún, del árbol
caído, es una especie de síntesis o resumen de la postura de María frente al
ecosidio que estamos perpetrando; de alguna manera pintar fragmentos del bosque
sobre la madrea de árboles caídos, es traerlos de nuevo a la vida, y un ejemplo
de respeto y humildad ante la naturaleza, tomo sólo lo que ella me da.
Publicado por Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
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