Cómo crear un galimatías
A la memoria de
Douglas Crimp
Hará
unos treinta o cuarenta años que la cultura mundial entró en una tan radical
como profunda y definitiva transformación. La producción de objetos simbólicos,
especialmente los visuales, pero también los sonoros o musicales, la danza, la
arquitectura, la literatura en general, acusan, sin duda, de manera puntual tales
cambios.
Desde
entonces, esta evolución han exigido ser replicada lo mismo por los
observadores (de pasivos a participativos), que por las explicaciones
(acercamientos teóricos y críticos acerca de qué es el arte, cómo debe ser y
qué apariencia o no tener), los medios a través de los cuales se producen los
objetos simbólicos (uso de las tecnologías digitales en vídeo, proyecciones,
instalaciones, performance), o por una área a la que pocas veces le prestamos
atención, la forma de exhibirlos, de ponerlos a disposición del público; a
donde hemos pasado de su presencia en ámbitos privados y cerrados (iglesias,
cámaras reales), a espacios públicos muchas veces multitudinarios o bien
espacios privados pero con exposición masiva (cine).
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Cristina Martínez. To be (come). Vídeo digital. 2018 |
Yo
creo que, al menos, la mayoría de los productores actuales (los que están
creando en este momento), curadores y/o críticos, público, coleccionistas,
galerías (vendedores y compradores) y principalmente, instituciones dedicadas a
la promoción y difusión de los objetos simbólicos, deberían no solo estar
conscientes de estos cambios, sino haberse adaptado lo mejor y más rápidamente
posible a ellos.
Semanas
atrás cuestionaba si quienes están encargados de organizar y montar exposiciones,
se preguntan si el material seleccionado es en verdad el mejor para hablar,
desde su perspectiva –la del medio—sobre el tema en cuestión, y si tal era la
mejor forma de exponerlo, o si, en verdad, se hace la exposición tal y como se
presenta al público solo porque no hay más que exhibir, ni se cuenta con otros
recursos museográficos para hacerlo.
La
verdad es que, para decirlo claramente, cuando de exposiciones hablamos muchas
veces hay más voluntad y exceso de ideas, que acciones correctas. En especial
cuando el material a exponer requiere de una concepción diferente de montaje o
museografía, o bien, cuando se está consciente de lo mucho que la producción
simbólica ha cambiado y se quiere hacer una exhibición que igualmente refleje o
vaya acorde a estos cambios.
El
tema es especialmente sensible en el caso de galerías y museos y demás centros
culturales públicos y privados, pues sus procesos de adaptación a los nuevos
productos, son demasiado lentos, lo que los lleva a tratar de hacer algo nuevo
con equipo viejo, amateur, maltratado, y para colmo en decimonónicas salas
ortogonales.
Ya
he apuntado que también se ha transformado el punto de vista, digamos teórico,
con que se acerca uno a los objetos simbólicos que llamamos arte. Entre otros,
el antiguo texto crítico que servía para orientar, para guiar, al público en su
apreciación de la obra, ahora se ha convertido en parte de ella, en un elemento
más que debe desentrañar el espectador.
No
quisiera decirlo, pero todo esto sucede, es posible ver y experimentar en la
exposición Confluencias III, el contexto
que me configura, inaugurada el pasado jueves en la Casa de la Cultura de
Nuevo León. No dudo en ningún momento de las buenas intenciones con que se armó
esta muestra, pero tratando de participar en esos cambios que caracterizan al
arte contemporáneo se llevan a cabo acciones que terminan siendo un galimatías.
Y todo, desde mi punto de vista, por no haberse preguntado primero si se está
en condiciones de presentarse de esta manera, o si no sería mejor, primero
modificar esas condiciones y luego presentar lo más nuevo que tengamos en casa.
Mientras no giren todos los engranes al mismo tiempo y en la misma dirección,
seguiremos siendo potencia, nunca realidad.
Publicado por Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
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