Usos y memorias
El tema de la Fundidora es, a la vez, complejo
y contradictorio, multivoco e inaprensible en su totalidad. Su historia
(1900-1986), por diversas razones se ha visto asociada a la fotografía; no hay
fotógrafo de Monterrey o que haya pasado un tiempo aquí, que no haya buscado captar
eso que la hace seguir siendo parte del espíritu de la ciudad; entre los más
recientes, Domingo Valdivieso, Roberto Ortiz G. Javier Sánchez, el Venny,
Gerardo Montiel Klint, Erick Estrada, Carlos Lara, y hasta el colectivo
Estética Unisex. Sobra decir que por más completos, impresionantes o bellos que
sean estos acercamientos, ninguno, lo mismo que los que la acompañaron a largo
de esos 86 años que se mantuvo en funcionamiento, revela completamente lo que
fue, lo que es, la Fundidora.
Sin
duda, el archivo fotográfico que se fue formando y conservando y que consta de
más de 43 mil imágenes, es uno de los legados más valiosos de esta importante
industria y que gracias a la colaboración de Ternium México, la Fundación Proa,
el CONARTE y el Archivo General de la Nación, entre otros, se ha digitalizado y
puesto a disposición del público en general a través de una página denominada
Memoria de Acero. Otro de los frutos de esta relación, fue que mientras se
llevaba a cabo la tarea de digitalización se montaron tres exposiciones, la
última de ellas inaugurada el pasado jueves13 en la Fototeca de Nuevo León,
bajo el título de Memoria de Acero.
Tengo
de pronto, tres observaciones que hacer a esta muestra, pero antes me gustaría
tirar una o dos líneas respecto a la museografía. Renovado para esta exposición,
el mobiliario museográfico tiene una extraña y bizarra disposición que
probablemente no funcione en otras exposiciones. Salvo eso, me gusta la variedad
de presentaciones del material que se empleó para armar la muestra, lo que hace
evidente que la misma trata sobre los usos que puede tener la imagen
fotográfica más que de las fotografías en sí.
Quizás
haya sido un traspié de quien cubrió la mesa redonda que siguió dos días
después de la inauguración. En ella se lee que se afirmó que la fotografía
había contribuido a la popularización de los productos de la Fundidora. Tal
afirmación es totalmente inexacta, que haya sido una herramienta de difusión y
promoción sin duda, que remplazó a la ilustración en la publicidad igual, pero
hasta ahí llegan su papel e influencia.
Dos.
Aunque parece que lo tienen claro, la imagen final que observamos en una
fotografía depende de quien la toma, del uso que se le dará, un montón de
factores que no siempre están bajo control consciente del fotógrafo, y de quien
será su público final. Lo que aquí, en esta muestra vemos, son imágenes de
fotógrafos, la mayoría profesionales, contratados por la empresa para difundir
su visión de su negocio, esa visión, a su vez, serviría para otros tantos usos
desde los publicitarios hasta los meramente informativos sobre las inversiones
que se llevaban a cabo. Lo que debe quedar claro es que la mayor parte de las
imágenes que aquí se ven, lo que nos comunican es la visión de los dueños, los
gerentes, los supervisores, de la empresa, nunca una visión independiente de ella,
menos la de los trabajadores.
Finalmente,
por una cuestión espacial y de dimensiones, se acaba por privilegiar la estética
de las fotografías originales. Los ejemplos de los trabajos de Kahlo, Espino
Barros y Leal, el tamaño que se les dio y el lugar en que se les ubicó, dejan
en claro qué tan importante son estas fotografías no tanto por su contenido,
como por ser parte la historia de la fotografía en México, por lo menos en lo
que se refiere a Kahlo y Espino Barros. En otras palabras, del sin fin de
facetas desde las cuales se puede contemplar el tema de la Fundidora, el de la
estética de las fotografías que se han tomado de ella, parece ser, a final de
cuentas, el más atractivo, o el mejor motivo por el cual se haya preservado su
archivo.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
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