Pensando en funciones


Aprovechando los que se supone fueron los días de guardar, llegué al Museo del Antiguo Palacio Municipal de García. Días antes, habían inaugurado la exposición del fotógrafo Carlos Lamothe, Luz y sombra, entre el fraile y el sapo; una buena cantidad de fotografías en color, pero también en B&N, que lo mismo retratan leyendas, costumbres, arquitectura, artesanías, vestigios arqueológicos, personajes y principalmente el paisaje que es característico de esta zona del estado y en especial de los municipios que se encuentran hacia el oeste en colindancia con Coahuila. Poseedor de una amplia e importante carrera como fotógrafo, Lamothe reside en este García desde el 2010. El trabajo que presenta, es, sin duda, un buen ejemplo de sus cualidades como fotógrafo e impresor y aún cuando es criticable el formato que empleó para esta exposición (más bien reducido, pero no lo suficiente como para ser parte de una intención o exploración), sus fotografías de paisaje –quizás las más interesantes—representan puntualmente las yermas tierras que se extienden por el semidesierto local al amparo de los cerros y montañas de la Sierra Madre Oriental, así como a los impresionantes hidrometeoros que se forman por encima de ellas y anuncian bíblicas tormentas.



            Al estar frente a una fotografía, una pintura, o cualquier otra representación, entre las preguntas que me surgen, se encuentra la de la función que han o de hecho juegan con respecto tanto a su autor, como del espectador a quién, finalmente, está destinada esa o esas obras.

            Según lo entiendo, los objetos que llamamos arte han cumplido, desde las pinturas del Paleolítico, una doble función, la primera y más importante, la didáctica, desde entonces, hasta digamos el siglo XIX, se emplearon para enseñar y transmitir de generación en generación un cierto conocimiento; la segunda, que le sigue casi de inmediato y es su complemento, es la de ser un auxiliar de la memoria, aquí no es tanto el que se enseñe esto o aquello, sino más bien ayudar a que se recuerde cómo son ciertas cosas, personas o hechos. A estas dos funciones, se les une, al paso del tiempo y en particular en Occidente, la de la perfección y con ella la de una cierta forma de Belleza, esto es, será función del arte la representación no sólo de lo perfecto sino también la de lo bello. Casi es innecesario aclarar que estas funciones y algunas otras van modificándose con el tiempo, tomemos por ejemplo al paisaje. Hasta antes del Renacimiento su función es la de servir de telón de fondo, un bosque, un río, un campo ante el cual se desarrolla una acción. Después del siglo XII-XIII, se convierte en el espacio que habita el hombre, donde desempeña sus acciones de ocio, trabajo, guerra. Cinco o seis siglos después ese mismo paisaje dejara de ser incluso el natural para convertirse en el espacio del placer, el juego y el amor, o bien el recordatorio de la insignificancia del hombre frente a la grandiosidad de la naturaleza, de la obra de Dios. Cambios parecidos encontramos en prácticamente todos lo géneros.



            Estas funciones, originalmente pensadas para la pintura, son heredadas a la fotografía y aunque se llegan a complicar por la preminencia que va ganando el paisaje urbano, digamos que, en términos generales, no han cambiado en lo esencial. Y tengo para mi que este es, precisamente, un problema grave. Sí los paisajes de Lamothe nos sitúan en nuestro justo tamaño en relación a la naturaleza, nos muestran, también lo salvaje e indómito de su belleza, pero para este momento, en el que vivimos, no es suficiente. Y no lo es porque ya no podemos pasar por alto que detrás de aquellas montañas hay basureros industriales que contaminan nuestras aguas; que la forma de esos cerros no es la natural sino la que les provocamos por la inmisericorde extracción de piedra. Creo, en consecuencia y por ultimo, que la fotografía de paisaje para volver a conmovernos deberá asumir otra función, la de crear consciencia acerca de cómo nuestra acción, nuestra simple presencia, altera al paisaje y cómo no forzosamente sucede lo contrario.

Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver también en  www.artes2010.wordpress.com


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