Gracias Graciela (II)

Vista general de la muestra Cuando habla la luz de Graciela Iturbide en el Palacio de Cultura CitiBanamex, Cd. de México

Con respecto al valor de la fotografía, partiendo del inmejorable ejemplo que nos ofrece la obra de Graciela Iturbide, Cuando habla la luz, expuesta en el Palacio de Cultura CitiBanamex, de la Ciudad de México, la semana anterior apunté que, entre otros factores, este –su valor-- le viene en la medida en que, al ver el mundo a través de sus ojos, se enriquece mi mirada y comprensión de las cosas, de la naturaleza, de mis iguales, de mí mismo.

            Dije también que, como cualquier obra de arte, la fotografía es una re-presentación y en ese volver a presentar se encuentra, precisamente, el secreto de su valor. De igual manera, como toda obra de arte, la fotografía está constituida por un contenido cuyo significado es literal, ostensible, lo primero que observamos en ella, que si un auto tapado, un saguaro, una sombra. Este contenido y su significado, en función de la visión de su autor, del manejo que hace del lenguaje que emplea para expresarse (letras, sonidos, imágenes, colores), y de la razón o motivo que, por ejemplo, lo empujan a accionar el obturador, se convierte en una metáfora, o sea, en algo más, algo conformado en lo que llamamos el significado oculto o latente de la obra, lo que vemos y entendemos apunta más allá de lo evidente. El contenido latente casi nunca es accesible de inmediato, exige que el espectador interactúe con la obra y aporte su propia sensibilidad para otorgarle ese otro sentido a lo que ve. Se trata de un doble movimiento, por un lado, Iturbide al mirar las cosas y fotografiarlas les otorga otro(s) significado(s), al ver esas mismas imágenes y siempre y cuando lleve a cabo esa segunda o tercera lectura, le otorgaré otro significado, el que encuentro o tienen para mi esas imágenes. No es relevante que el significado que yo otorgo a estas piezas sea el que su autora creó, lo que importa es que se haya dado, se haya cumplido y completado, la operación, la obra de arte es una invitación, no una imposición.

Cristina, 1986


            Son muchos los aciertos de esta muestra. Por supuesto el haber logrado reunir lo más significativo de sus 45 años de trabajo, lo que da la oportunidad de entender que el valor que posee el trabajo de Graciela Iturbide no es flor de un día sino fruto de años de trabajo. En este sentido, igualmente acertado es que se exhiban algunas de sus hojas de contacto, lo que nos deja ver el trabajo de selección primero y luego el de edición, es decir el trabajo que existe detrás de la imagen que finalmente conocemos; cada uno de estos pasos contribuye a la creación de ese contenido latente y le otorga valor al trabajo final.

Tres Autorretratos


            Hasta esta exposición sólo conocía los desnudos que Graciela había producido en Juchitán, tomados en ocasión del rito de El Rapto, ha sido, pues, una agradable sorpresa encontrarme con por lo menos 10 más, destacando, por supuesto, el excelente retrato de Cristina (East Los Ángeles, EUA, 1986). Igualmente, sorprendentes han sido sus tres autorretratos presentados como esculto-fotografías, con diseño de Bruno Eslava, e intervenciones de Francisco Toledo.

            Conforme vas conociendo la obra de un fotógrafo como Graciela Iturbide, te preguntas cuál puede ser el leitmotiv de su trabajo, qué hay atrás de sus imágenes, qué te quiere decir con ellas, cuál es su significado latente. Después de visitar con gran cuidado la presente muestra, me parece que la mirada de Graciela ha ido aprendido a encontrar lo disímil, lo que rompe o perturba lo homogéneo de la vida cotidiana, lo que está ahí pero no es correctamente percibido o con el tiempo suficiente, y eso que puede parece hasta extraño en un momento dado, nos dice la fotógrafa, es lo mismo aquí, que en Madagascar, o Los Ángeles, los niños siempre son niños donde sea que se encuentren, las mujeres, no importa cuan grande sea su sacrificio o adversas sus condiciones de vida, siempre salen adelante, las creencias, los mitos, las historias y las costumbres son las mismas, pertenecen a la infinita variedad del ser humano, que ese es su verdadero y único tema.

Publicado por Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com


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