El ambiente como arte



Generalmente se toma al siglo XVII como el momento en que aparece la Opera. Desde entonces ha gozado de una gran aceptación pues logra reunir en un solo espectáculo varías de las manifestaciones artísticas más apreciadas. Su éxito se debió, y aún se debe, a esa capacidad única de atrapar la atención, la sensibilidad e imaginación del espectador en una obra única que se dirige y explota al menos tres de nuestros cinco sentidos más importantes, la vista, el oído, y los que nos dan la percepción del espacio y nuestra ubicación en él.

            Dada esta característica no me sorprende que tres de las nueve piezas que se presentan en la muestra Cardiff & Miller (Museo MARCO, enero-junio2019), se refieran directamente a este género o a sus antecedentes (The Forty Part Motet, 2001; Opera for a Small Room, 2005; Experiment un F # Minor, 2013), como un deseo por explicitar y sumarse a este tipo de obras, o sea, las de de carácter multisensorial.

            Por alguna razón se ha difundido la idea de que se trata de una exhibición de esculturas sonoras, lo cual es falso. Estas piezas están más cerca, precisamente, de la opera que de la escultura y si se me pidiera una ubicación más precisa, diría que se trata de ambientaciones. Estas –las ambientaciones-- nacieron de la mano de las instalaciones y performances, allá a fines de los años 50 del siglo XX o bien a principio de la siguiente década. Dos de sus más conocidos representantes son los venezolanos Jesús Soto y sus penetrables, y Carlos Cruz Diez con lo que llama esculturas espaciales. Si nos los recuerda, quizás si le sea más familiar, por reciente, el nombre de James Turrell. La diferencia más palpable de estos productores con la pareja Cardiff y Miller, consiste en que mientras aquellos se valen principalmente de color y la invasión física del espacio, estos, los canadienses, emplean el sonido, que no es más que otra manera de dar color y colmar el espacio. Me apoyo, por otro lado, en que por más que se trate de obras tridimensionales, lo valioso en ellas, no son los objetos (utilería, aparatos, máquinas, luces), sino el sonido que envuelve todo y que los hace participantes e interactuantes entre sí y con el espacio que ocupan, dando paso, a un ambiente singular que es la obra en sí misma, y va cambiando según sea la pieza que se esté enfrentando.

            Las obras de Cardiff y Miller (hablo de las expuestas en MARCO), pueden dividirse en dos grandes grupos y en cada uno de ellos la sensación y su percepción son por entero distintas. Por un lado, tendríamos las obras producidas, básicamente, para contemplarse, para escucharse, como si estuviéramos en una sala de conciertos, por ejemplo, The Killing Machine, 2007, o The Marionette Maker, 2015. En el otro tendríamos las que nos invitan a interactuar u ocupar el espacio en que se desenvuelve la obra, como son The Murder of Crows (2008), Experiment en F # Minor (2013), o, Synk no Synk (2011), por cierto, esta, una de las piezas más interesantes --aunque no espectacular--ya que en el diálogo que sostienen sus autores, se van colando sus ideas sobre el arte, su propio trabajo, su proceso de producción, etc.

            Hay en todas y cada una de estas piezas, independientemente de su narrativa y concepto, un sentido de producción exacto, pulcro, medido; lo mismo se puede decir respecto a la incorporación que hacen de los recursos tecnológicos en sus obras, nunca son protagónicos (a menos que esa sea la intención), ni están de más, apoyan y hacen posibles las ideas que se tienen sobre como ha de ser la obra que se expondrá. Y, por supuesto, el sonido o sonidos a los que recurren, sean o no musicales, su ejecución es la justa para lo que se pretende, exacta en su capacidad evocadora.

            Esta es una exhibición que todos deberíamos ver en más de una ocasión, estoy seguro que una segunda y tercera visita nos entregará otras ideas y/o sensaciones; pero principalmente deberían verla y estudiarla todos los productores que pretenden hacer instalaciones o ambientaciones, pues esta pareja ha dejado la vara a una altura muy difícil de alcanzar.

Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com


Comentarios

Entradas populares