La otra cara de la fidelidad

Todd Hido. Silver Meadows.

En las dos semanas anteriores he abordado el tema del parecido en la fotografía, en particular en el retrato, y de ahí, el subtema de la fidelidad. He dicho que el par retrato-fidelidad es un concepto histórico que ha ido cambiando según necesidades sociales, por ejemplo, la del reconocimiento, a mayor exigencia en este sentido mayor fidelidad o exactitud del retrato, así hasta llegar a nuestros días con el generado por láser (reproducción no sólo de los detalles fisionómicos como lo hace la fotografía sino del volumen y tamaño reales).

            La espectacular evolución de la electrónica y en particular de los programas para crear imágenes digitales, además de haber llegado a grados de fidelidad nunca antes vistos, se han empleado, también, para alterar eso que durante el periodo de la fotografía analógica dimos por un hecho, o sea la reproducción de la realidad tal cual. Hoy no basta con saber que vía estos programas informáticos se puede modificar un rostro, ajustar una talla o cambiar el color de ojos, sino que al dar un paso adelante con la IA (inteligencia artificial) se pueden obtener retratos exactos, fieles totalmente, de personas inexistentes, lo que nos obliga a buscar nuevos conceptos o acercamientos a lo que consideramos es real y/o verdadero, lo cual es parte fundante de la sociedad contemporánea.

            La observación que me hace un buen amigo fotógrafo me permite, ahora, completar este mismo tema. Me dice que así como las imágenes digitales han logrado ese máximo de fidelidad en la reproducción de personas, paisajes, eventos, fantasías, etc., hay otro grupo de fotógrafos que trabajan en sentido contrario, o dicho de otra manera, su finalidad no es la reproducción fiel de las cosas, sino el de hacerlas con otra intención que no tenga nada que ver con el parecido al modelo, y sí, en cambio, puedan  expresar otra cara o faceta, otro nivel incluso, de aquello que seguimos identificando como realidad (personas, paisajes, sucesos, objetos, etc.).

A. Clare. Angel (pin hole camera)

   Esta otra tendencia que puede ser tan abrumadora como la que desea la fidelidad absoluta, tiene en común con ella, el rechazo, el abandono, o la necesidad de construir otra realidad: la IA una hìper-realidad; este otro grupo una multi-realidad.

Andy Warhol. Debbie Harry , 1980 (Polaroid) 

            La reutilización o redescubrimiento de cámaras del pasado, películas, técnicas de impresión y proyección históricas, así como un uso diferenciado de los programas digitales adecuados a los resultados que se obtiene con los procesos analógicos, distinguiría a estas otras imágenes. Daguerrotipos, Colodiones, fotograbados, cámaras sin lentes, lentes defectuosos, e incluso las Polaroid (nuevas y/o antiguas) forman parte del arsenal con el que se desea producir imágenes, más o menos difusas, distorsionadas, sin tono local, con colores no naturales, con aura, barridas, con extrañas profundidades de campo, viñeteadas, etc., imágenes que estén asociadas a ideas sobre el misterio, la magia, la memoria y el recuerdo, la nostalgia, lo real maravilloso, lo inaudito, lo inconsciente, lo nunca antes visto. Tengo la impresión de estar frente a un nuevo pictorialismo, en el sentido del rechazo a la realidad fotográfica o, mejor dicho, por la búsqueda de una visión y versión “artística” de ella (por falta de espacio y llevarnos por otros caminos, no es posible detenerme en este tema).

            Que este grupo de trabajos, junto con los que hemos venido comentando, más los millones de imágenes vernáculas que a diario se producen forman parte de la cultura de este momento, no me cabe duda, es decir, solo en nuestros días es posible la convivencia de tantas direcciones y tendencias a pesar de su ambigüedad y de llegar a ser antagónicas. Independientemente de explicar por qué es posible esto, mi impresión general, me lleva a la misma conclusión, nos encontramos en un momento en el que socialmente estamos por definir o acordar los nuevos conceptos de verdad y realidad con los que se manejará el resto del siglo. De estas discusiones saldrá, sin duda, el rostro que tendrá nuestro futuro.

Publicado en Milenio Diario
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