Un comentario sobre Bansky

Girl with Ballon/ Love is in the Bin. 2006-2018

Como muchos, hace ya algunos años que sé del británico Bansky (1974- ). De él me llama la atención que para ser un tipo que presume su anonimato sea bastante notorio e incluso que no pase mucho tiempo entre nota y nota que de cuenta de lo que hace o de lo que le hacen a su trabajo. En lo personal no me atraen mucho sus pintas se me hace un buen ilustrador, pero dulzón, apropiacionista, oportunista, sentimentaloide, y sus textos o mensajes carentes de novedad y/o verdadero espíritu crítico (en ese sentido nada que ver con la obra, por ejemplo, de Bárbara Kruger o Jenny Holtzer).

            A partir del pasado 5 de octubre no ha dejado de aparecer, por uno u otro motivo, en las páginas principales de los medios dedicados a difundir las noticias del mundo del arte. Como se recodará, ese día al final de la última sesión de la jornada, la casa de subastas Sotheby’s, sacó a venta Girl with Ballon (2006) una tela de este productor; a través de la puja, la pieza terminó vendiéndose en 1,042,000 Libras Esterlinas. Cerrado el trato, y ante el asombro de todos, el marco de la tela empezó a ronronear, chisporrotear y a echar a andar un triturador oculto que de inmediato fue devorando la tela mientras arrojaba por debajo tiras, jirones que fue lo único que quedó de lo que, un momento antes, era el lienzo original. A partir de este hecho, se ha dicho cualquier cantidad de cosas a favor y en contra, ha aparecido información complementaria y declaraciones del propio Bansky, así como de los funcionarios de la casa de subastas y diversas autoridades del mundo del arte.


            No tengo el gusto de conocer al Sr. Bansky ni a nadie que lo trate personalmente por lo que no tengo por qué dudar de sus intenciones y propósitos, si se dice un maverik del mundo del arte le creo, el problema es que sus acciones y consecuencias resultan, cuando menos, confusas con respecto a su afirmación de autonomía y oposición, es decir, la lectura que provocan acciones como esta, hace suponer que hay mucho más atrás de lo que hace y que lo que dice no forzosamente refleja o es consecuencia de lo que hace. Lo que entiendo del suceso lo divido en tres partes. La primera, la destrucción de la obra, hecho que no es absolutamente nuevo (quizás lo nuevo es que lo haya hecho en una casa de subastas), sólo habría que pensar en Rauschenberg y el dibujo de De Kooning, en las máquinas autodestructivas de Tinguely, las acciones de Arte Correo de Fluxus, e incluso en la famosa quema de obra, aquí en Monterrey, como parte de las protestas de los productores de la ciudad, en contra de la inauguración de la Fuente de la Vida en la Macro Plaza (ahí se quemaron pinturas de Claudio Fernández, Enrique Canales, Juan Alberto Mancilla, Rosa Linda Bulnes, Sergio de Osio, Geroca, Oscar Estrada, Diamantina Gonzáles, y otros).

            La segunda, que no es enteramente mía, sino que toma en cuenta otras opiniones y declaraciones de Sotheby’s, es lo poco creíble que resulta que nadie en la casa de subasta se hubiera dado cuenta, antes, durante y después de la venta de la pieza, que dentro del marco (hay que imaginar el grosor de este para que en su interior se escondiera un aparato triturador) había un mecanismo desconocido y por tanto potencialmente peligroso. En otras palabras, es más que probable que la propia casa de subastas o alguno(s) de sus empleados hayan participando en el evento, fueran cómplices de Bansky y facilitaran el suceso. Todo lo anterior, como es de suponerse, pone en tela de juicio la supuesta rebeldía del ilustrador y su afán por desenmascarar la manipulación del mercado del arte. Peor aún, hoy sabemos por declaraciones del propio Bansky, no sólo que efectivamente hubo un comprador que pagó por la Girl with Ballon, esa nada despreciable suma aun ya hecha tiras (pensando, supongo, que así valdría mucho más), sino que ahora, esos mismos deshechos se convierten en una nueva obra Love is in the Bin (El amor está en el basurero)(2018) misma que podría volver a salir a subasta pues como han proclamado algunos se trata de una obra por completo nueva; es más para algunos especialistas asistimos, por primera vez, a la creación de una obra en vivo, ante la presencia del público.

            Tercera, que todo esto suena escandaloso, sin duda, pero no sería la primera, ni la última vez que quedan expuestas las nada éticas relaciones que establecen las casas de subasta con las galerías y otras fuerzas del mercado y últimamente hasta con los propios productores. Que es el mercado el que controla qué se produce, cómo, cuándo, dónde y quién, es una realidad a la que hay que irnos acostumbrando, no solo porque cada día es más evidente, sino porque siempre, en mayor o menos medida, ha sido así. Respecto a Bansky, antes que condenarlo pensemos mejor en él como un prototipo de lo que quizás llegue a ser el productor de los próximos años, uno que no sólo sea hábil en lo que haga (pintura, escultura, video, fotografía, etc.) sino que además sepa cómo operar y posicionarse en un mercado ávido de novedades, de notoriedad, de superficialidades y que sea una feria de vanidades y egos, un productor capaz de satisfacer todas estas necesidades a través de su obra, su actuar e incluso su personalidad.


Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imágenes: https://artsy.net
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