Ni tan cálido y sí muy árido

Carlos Lara


Hace casi cuarenta años inició la construcción de la Macro-Plaza marcando así el inicio del Monterrey contemporáneo, el de nuestros días. En aquel entonces, entre los escombros que fueron quedando y lo que se empezaba a construir el panorama era desolador, como si fuera zona de guerra. Hoy día, a pesar de estar lejos de ser una plaza ideal, es un agradable paseo, una zona de tránsito, sitio de servicios gubernamentales y hasta espacio para la cultura. Hay un flujo constante y permanente de gente de aquí, de allá y de acullá, y los fines de semana es lugar de recreo y solaz seguro para muchísimas personas.

            Por la historia del lugar, por su importancia, política, económica, social y cultural, me llama la atención que sólo uno, quizás dos, de los productores invitados a participar en el evento Árido-Cálido, dentro del Festival Santa Lucía y organizado por Las Artes Monterrey, hagan referencia a la misma (la obra de Oswaldo Ruíz, la que más adelante volveré a citar). Por lo ambicioso del proyecto y del alcance que podría tener, quiero ser muy puntual en lo que sigue, más que profundizar, abrir un diálogo que a todos nos conviene.

            1. Allá por los años ochenta del siglo pasado, anualmente se llevaban a cabo las Jornadas para la identificación de la cultura del noreste, lideradas, entre otros, por Armando Flores, director de la flamante Facultad de Artes Visuales de la UANL. El tema era novedoso y pertinente por el momento que se vivía, local, nacional e internacionalmente. Hoy día está passé, es un tema de derechas, el mundo es otro y nuestra ciudad cada vez más es multicultural (centro y sudamericanos; coreanos, asiáticos en general, europeos y por supuesto norteamericanos pasaportados o no). Salvo la pieza de Carlos Lara, ¿alguien piensa en serio que estas obras son resultado de una reflexión sobre el tema de la identidad norestense? Por cierto, ¿qué hacen aquí las piezas de Ana Mercedes Hoyos y de Friedeberg? ¿muy regios ambos?

Pedro Friedeberg


            2. Me interesaría conocer cuál es concepto que los organizadores tienen de público, porque lo que he visto en este recorrido por la gran plaza son obras en la calle, algunas en funcionamiento, otras de plano cerradas, y otras más esperando (supongo) que sea el momento adecuado para mostrarse, por ejemplo, el neón Voy a traer el pelo suelto, de Issa Tellez, creo, que a lo largo del día está apagado; y ni qué hablar de los contenedores que supuestamente están dispuestos para otro tipo de exhibición y permanecen cerrados, se abren el día que se inaugura el evento en cuestión y se vuelven a cerrar, si lo viste bien, si no también. Según entiendo hay una programación de exhibiciones que se irán dando a lo largo del tiempo que dura el Festival; me disculpo, pero yo no conozco tal programación ni encuentro la información en ningún lado. ¿Qué será lo público entonces? ¿Salir en las páginas de sociales? Porque tampoco veo que haya una gran sensibilidad hacia lo público o al público que se congrega en este espacio. Con todo respeto, una pieza como la de Rubén Gutiérrez, un código QR que remite a una liga de Internet, demuestra un total desconocimiento de quiénes transitan y visitan el lugar, por no decir nada de la discriminación que supone (me imagino a un chavo de Dr. González o de Hualahuises, apuntando o fotografiando la dirección que ofrece Gutiérrez, para al llegar a su casa, consultarla y extasiarse con la obra que el artista pone así a su alcance). Lo mismo pasa con todos los que pusieron letreros --eso sí muy conceptuales todos-- sin ton ni son, por toda la plaza.

Rubén Gutiérrez

            3. En términos generales reina la confusión y prevalece la improvisación. No hay manera de saber qué piezas participan en el evento y cuáles no, con todo y un mal mapa que se distribuyó electrónicamente. Por ejemplo, me hubiera encantado, por lo irónico, que alguien hubiera llevado los leones cursis que están en la fachada del palacio de gobierno; o que fuera muy conceptual aquello del Teatro del Progreso anuncio sobre uno de los contenedores y que estuviera de verdad cerrado, pero no, más bien no estaba abierto cuando fui por lo que se diluyó todo su encanto; o el limosnero que está en el dintel de la entrada principal al atrio de Catedral, pensé sería parte de las piezas de Larios como lo hacen José Luis Cuevas o Héctor Zamora, y ¿quién es el artista que diseñó al pavorreal vegetal?

Oswaldo Ruiz

Carlos Balderrama
            4. Tengo la impresión de que en términos generales la plaza, los contenedores, el evento en sí mismo, les quedó grande a todos. ¿Se imaginan una pieza como la de Carlos Balderrama 4 o 5 veces más grande?, o que se integrara el trabajo de Federico Jordán con los demás (por malo que sea) ?, ¿Los contenedores abiertos las 24 horas? Y sobretodo, ojalá hubiera habido la planeación y programación necesarias para que todos los invitados realmente pudieran producir piezas para el lugar, para los públicos que lo visitan, para las dimensiones de la plaza, es decir que en serio hubieran trabajado para el evento y no solo llevado lo que siempre hacen. La verdad, así, no creo que a muchos les interese, como dice un buen amigo y colega “la gente desprecia al arte que desprecia a la gente”.

Publicado por Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com


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