Los otros
Hace una semana
al hablar sobre el acto más reciente del británico Bansky, dije que, aunque
condenable, quizás debiéramos acostumbrarnos a este tipo de productor, que es
el de hoy y que será el de los tiempos por venir, uno más cómodo para las casas
de subastas, para el mercado del arte en general, que venda prestigio social, y
mensajes que son como un bálsamo para las buenas consciencias. Pero lejos de
ser este el modelo de productor predominante, quizás al que muchos aspiran sí,
pero no es el único activo, comparte la escena de la producción (o
antiproducción) simbólica con otro buen número de ejecutantes, pretensos o
suspirantes a serlo. Hoy, por tanto, hablaremos de aquellos que están en las
antípodas de Bansky y Cia., de los fantasmas, de los otros.
El pasado día 19 se inauguró en la
Nave Generadores del Centro de las Artes, la exposición Protesta Fantasma, con la participación de Carlos Amorales, Steph
Orozco y Enrique Arriaga. Al parecer una adaptación local del mismo tema
presentado por Amorales en el MUAC de la Ciudad de México.
Es común y hasta lógico, pero más
bien consecuencia de nuestros tiempos, suponer que el mundo se acaba hasta
donde alcanzo a ver; creer que mis todos, amigos, colegas, familiares, con los
que comparto gustos, placeres, hobbies, creencias y opiniones, son la mayoría,
no solo es usual como he dicho, sino que, peor, es un terrible error que nos
puede inducir –y de hecho lo hace—a más de una grave equivocación, o acaba por
confundirnos más. Así partir de la idea de que la cultura es una sola, una
serie de manifestaciones más o menos estancas que se van superponiendo unas
sobre otra para formar un pasado común, etc., y que estás son compartidas por
una inmensa mayoría, si no es que por todos, es lo más delirante que se puede
creer y sólo conviene para mantener el status quo, cuando no para tener la
consciencia tranquila. La cultura contemporánea, la de la Ciudad de México y la
de Monterrey, es más semejante a un rompecabezas o un espejo estrellado, que a
una sola pieza; está compuesta por múltiples grupos, entre más radicales o
heterogéneos, menos visibles, más marginales, menos identificables, más
extraños, menos adaptables, más independientes, menos integrados, son, para las
otras partes de la cultura, como fantasmas que pululan por la ciudad con sus
propias manifestaciones, sus propios objetos, sus propias maneras de asociarse
e identificarse, de los que solo conocemos su sombra, la huella de su paso, el
eco de sus conversaciones, música, protestas. Curiosamente, podrán pasar estos otros grupos como
figuras anónimas, lo que no sucede con ellos que reconocen perfectamente el
contorno de los demás grupos, tan es así, que prefieren pasar por fantasmas
antes de ser como o integrarse con ellos.
A fuerza de ser breve, diré que la
exposición de la Nave Generadores, es pobre, muy pobre, pero que, por ambiguo
que pudiera parecer, no podría ser de ninguna otra manera. Arranca con una
especia de memoralia-documentación-archivo, de lo que fueron las acciones
emprendidas por Amorales en asociación con el músico Silverio, a través de la
disquera llamada Nuevos Ricos, activa
entre el 2003 y el 2009, tiempo durante el cual, según reza la cédula de sala,
se sumaron o dieron vida a un movimiento de protesta juvenil amalgamado por la
música electro-roca, la estética anarco-chafa y el diseño entendido como ingeniería
social. Tengo la impresión que este despliegue histórico funciona aquí como
ejemplo o, más aún, como metáfora de lo que son los otros, cómo se manifiestan
y sus alcances.
Sigue un cuadrángulo formado por
mamparas pintadas de blanco. En ellas o sobre ellas aparecen las siluetas de un
buen numero de personajes, siluetas a la manera de las que dejaron las víctimas
de Hiroshima y Nagasaki, o al decir de un colega, como las manos prehistóricas
que fueron pintadas soplando pigmento sobre ellas, de tal suerte que solo queda
su contorno. Cada uno de estos personajes porta un cartel con alguna frase ya
sea de protesta o bien de reflexión sobre nuestra vida actual. Todo realizado
en un riguroso blanco y negro, lo que acentúa la pobreza de esta parte de la instalación.
Al centro del cuadrángulo, la pieza se continúa con una serie de Overoles
colgados del techo (obra de Orozco) pintados de o cubiertos, mejor dicho, con
diversos patrones de pintura, desde las salpicaduras al azar, hasta diseños más
o menos geométricos. La Protesta fantasma,
concluye con una proyección de cámaras de seguridad, que transmiten una
performance, y sonido ambiental que en una de sus partes reproduce los textos
de las pancartas de las paredes. Nada más.
Si Bansky es la alternativa para los
futuros productores, Amorales y sus socios también lo son, tan válidos y
legítimos como aquel. Pero antes de condenarlos o ensalzarlos, tengamos
presente que tarde o temprano, según se mueve nuestro mundo hoy en día, ambos
grupos, como tantos otros, será irremediablemente substituidos por nuevos
actores con las mismas pretensiones de hegemonía o antihegemonía. Entre mas sean
difundan, más saldrá ganado el público.
Publicado en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
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