Fotos de vacaciones
Fernando Velasco Torres. Atlantida. |
Ahora que estamos
a unos cuantos días de que arranque un nuevo ciclo escolar para las escuelas
primaras, y ya que están casi todos de regreso, vale la pena comentar sobre una
de las prácticas modernas más extendidas por todo el orbe, la de tomar
fotografías durante esos lapsos de descaso o de cambio de rutina que llamamos
vacaciones. Para quienes estén interesados en la relación entre las vacaciones
y la fotografía, les recordamos que el tema ya ha sido amplia y profundamente
tratado, entre otros, por Susan Sontag en su célebre libro Sobre la fotografía (1975) y diez años antes por Pierre Bourdieu en
su valiosa investigación sociológica, La
fotografía, un arte intermedio (1965).
Por sí solas, estas fotografías
forman un género aparte y de los más longevos, recordemos, por ejemplo, que las
primeras fotografías que se tomaron de las pirámides de Egipto, de la
arquitectura medieval inglesa, francesa o española, fueron obtenidas en el
siglo XIX por nobles y burgueses que se encontraban de vacaciones por esos
lugares y cargaban con el pesado equipo fotográfico como parte de su ajuar
vacacional. No olvidemos, por otra parte, que esta actividad, la de fotografiar
durante las vacaciones, está íntimamente asociada con el origen del medio; fue
la incapacidad de Fox Talbot para dibujar que decidió trabajar sobre cómo hacer
permanentes las imágenes que obtenía mediante la cámara obscura. A partir de
entonces casi todos los fotógrafos conocidos –y desconocidos— se han echado su
canita al aire tomando fotos de sus vacaciones, pensemos simplemente en
Lartigue, en las clásicas composiciones de Horst P. Horst, en las escenas
veraniegas de las calles neoyorkinas de Frank, en la atestada Coney Island de
Model o en los vacacionistas del lujoso St. Moritz captados por Alfred
Eisenstaedt. Aquí en México, no se puede pasar por alto la película Vacaciones en Acapulco (1960), y más
recientemente el extraordinario proyecto de Fernando Velasco Torres, Atlántida, o el de Marcel Rius Barón Periféricos, arena, palmeras, agua y cloro,
ambos casi una clasificación tipológica de cómo se viven, al menos en el
antiguo DF, las vacaciones o días libres en los balnearios que hay en la ciudad
y sus cercanías. Finalmente, este material, las fotografías de las vacaciones
individuales o familiares, ya sea en negativos, diapositivas o impresiones
varias en papel, se ha convertido en oro molido para ciertos productores que lo
buscan, atesoran, analizan y expone, como parte de proyectos que ponen al
descubierto o dan voz y presencia al hombre común, su entorno y prácticas
sociales.
Marcel Rius Barón. Periféricos, arena, palmeras, agua y cloro. |
La popularidad y larga vida del
género, hace necesario que se actualicen algunas de las cosas que sabemos de
él. Por ejemplo, antes era casi una actividad exclusiva de los adultos, por no
decir, sólo de hombres. Era el papá el que guardaba la cámara, la operaba
durante las vacaciones, mandaba a revelar y acababa mostrando lo hecho, lo
recorrido y visto al resto de la familia. Es obvio que este ritual ha
desaparecido prácticamente, el hacer fotografía ya no está reservado a los
adultos y muchos menos sólo a los hombres, hoy día todos tienen acceso a este
tipo de producción y más importante aún a participar en nuevos circuitos de
exposición y difusión de ese material. Lo mismo podríamos decir de la temática,
aunque se mantienen las tomas estereotipadas de paisajes, monumentos públicos, y
obras de arte, el catálogo se ha ampliado en dos sentidos, por un lado y
gracias al selfie, el usuario se ha vuelto más protagónico, ha abandonado el
turnarse la cámara para salir frente, al lado, encima, debajo, etc. de tal
lugar, objeto o plaza, para estar prácticamente en todas las fotos. Esta
facilidad, la del selfie, por otra parte, también ha ampliado los temas, no
sólo aparece más el usuario, sino que ha incorporando a más personas ya sean
familiares o amistades, o personajes públicos que gustosos aparecen en cuanto
selfie se les ofrece o se les solicita. Pero también son ahora parte de este
género las comidas y bebidas, las poses estrafalarias o de riesgo, escenas
íntimas de toda índole, así como indiscretas y/o que pretenden exaltar algún
tipo de subjetividad.
Hasta hace unos veinte o treinta
años, al regresar de unas vacaciones, fuera la cámara del papá, o de quién o
quiénes hubieran ocupado ese espacio-tiempo, lo común era mandar a revelar e
imprimir el materia fotográfico que se hubiera producido. Un poco más adelante,
conforme fue mejorando la tecnología, fue posible obtener primero los negativos
y luego seleccionar lo que se imprimiría. Hoy día, no es privilegio de las
fotos de vacaciones, pero sí se suman al hecho de que a pesar de haber más
material, digamos fotográfico, menos se imprimirá, cuando mucho, se conservará
en algún USB, el disco duro de la PC, o en un expediente en la nube, pero lo
más probable es que termine por desparecer, por ser borrado para obtener más
espacio para una nueva tanda de fotografías que se generarán ya no únicamente durante
las próximas vacaciones sino en el día a día de todos los días.
Publicado originalmente en Milenio Diario
Se puede ver también en www.artes2010.wordpress.com
Imágenes: httpss://aristeguinoticias.com
Comentarios
Publicar un comentario