El affaire Avelina Lésper


Para quienes tenemos alguna relación con los campos de la cultura y las manifestaciones artísticas, en especial con las llamadas artes visuales, no nos resulta desconocido el nombre de Avelina Lésper. Aclaro desde un principio: no tengo ninguna simpatía por el personaje, ni comparto su visión y conceptos sobre el arte y menos de la fotografía de la que sabe poco o nada. Su popularidad se la ha ganado por su tozuda oposición a todo lo que suene ajeno a su estrecha y decimonónica concepción del arte; es particularmente beligerante en contra de lo que ella misma ha bautizado como VIP (Vídeo, Instalaciones y Performance) y ahora la emprende contra el Graffiti, incluso se autonombra la única crítica de arte que se ha ocupado de esta manifestación, lo cual es falso lo mismo en México que en el extranjero, pero este no es el punto, antes de abandonarlo agreguemos que la postura que defiende la ha llevado a tener serios enfrentamientos con otros críticos, intelectuales y productores, algunos ampliamente reconocidos y de valor incuestionable, que van apareciendo según sea el lugar y país donde se presenta. Hay que seguir diciendo que, en todos estos casos, sin importar el tamaño del oponente, Lésper nunca ha dado un paso atrás y, contra viento y marea, defiende su posición, lo que, dicho sea aparte, le ha ganado reconocimiento por su valor y entereza.

            Otra causa de su popularidad, es que se hizo del puesto de coordinación general o dirección de la colección de arte que el grupo Milenio decidió emprender hace unos cinco o más años y que ya se ha presentado en diversas plazas del país y del extranjero según las diversas fases o capítulos por las que ha pasado. Una colección variopinta de pintura en especial, de calidades desiguales, pero que le ha permitido viajar por todo el país y entrar en contacto con la realidad cultural y artística de cada lugar, así como con un cierto número de productores a los que ha invitado a ser parte de la colección, lo que obviamente le da no sólo popularidad, sino también una especie de autoridad en el campo.


            Más recientemente volvió a ser centro de atención, por lo menos nacional, al hacerse fotografiar frente a un graffiti en el que se lee “Avelina Lésper, me la pelas”. Ni tarda ni perezosa, la señora decidió aprovechar la coyuntura y antes de censurar o denostar, valiéndose de la visibilidad que le daba esta imagen convocó a una especie de debate abierto a los autores del graffiti de marras para discutir con ella los valores, los alcances, las motivaciones, la estética (si se aplica) del Graffiti. Gracias a sus contactos logró que le prestaran el Museo de la Ciudad de México para que fuera la sede del encuentro, a la vez que fijó una fecha para su realización, el sábado 5 de agosto. Dos o tres días antes de la fecha señalada los convocados emitieron una carta pública en donde rechazaban participar en el debate, dando las razones de porque se deslindaban y haciendo notar que la agresiva postura de Lésper respecto a su trabajo auguraba que nada bueno pudiera salir de tal encuentro.

            Con todo, el evento se llevó a cabo el sábado pasado con la participación de otros dos grafiteros y la Lésper por supuesto. Según relata y coinciden con ella las crónicas periodísticas, sus intervenciones siempre fueron abucheadas y la silbatina le impidió exponer sus argumentos. Al dar por concluido el evento y mientras era entrevistada para Milenio Televisión fue agredida por la espalda por un par de mujeres que le tiraban del cabello y le preguntaban de qué les tenía miedo. Al seguir su camino de salida, se le acercó un tipo y le estrelló un pastel en el rostro, con muy buena puntería, por cierto.

            Entiendo que en ocasiones hay audiencias sumamente agresivas y que lo mejor que puedes hacer es no debatir con ellas, sino agradecer su presencia y retirarte. Lo mismo que sucede con lectores que en lugar de expresar sus puntos de vista se cansan de amenazar e injuriar, se agradece su participación y a otra cosa, pues de tales situaciones nada positivo se concluye. Todo esto en el plano del debate y la confrontación pública y que uno debe aceptar si quiere participar en esos foros. Lo que es inadmisible es que se pase de la crítica, aún sea la más vil y acérrima, a la violencia física, no es posible que admitamos en la plaza pública como argumento ni jalones de cabello, ni pastelazos, como ninguna otra manifestación que implique agresión personal y física.

            Quienes agredieron el sábado a la Lésper hoy deberán arrepentirse no por sus acciones sino por haberle dado a la crítica los mejores y más sólidos argumentos en su contra, basta con escuchar las primeras declaraciones que hizo a Milenio después de lo sucedido para darse cuenta no sólo de que se han echado un alacrán al cuello, sino que emprenderá su propia cruzada, con todo lo que tenga a su alcance, hasta acabar con esta, para ella, infra-manifestación y sus autores.

            Lo más delicado del caso es que posiblemente estemos frente a uno de muchos otros casos en que se haga presente la intolerancia, si así se manifiesta en un debate cultural, ya podemos imaginar que podría suceder con otro tipo de temas.

Publicado originalmnte en Milenio Diario
Se puede leer también en www.artes2010.wordpress.com
Imágenes: Milenio Diario

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